Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Antes de Marie Curie, existió otra mujer que marcó el camino de la ciencia para las mujeres y su nombre era Hipatia de Alejandría. Fue la primera astrónoma e hizo importantes hallazgos que aportaron al mundo de las matemáticas y la filosofía. Su brutal asesinato es el hecho que comprueba el dramático y sangriento paso del razonamiento clásico al oscurantismo medieval.

Muchos aspectos de la vida de Hipatia son un misterio pero los escritos de sus discípulos son la principal y única fuente de información que ayudaron a reconstruir su historia. Nació en el año 355 a.c y desde muy pequeña, creció en el ambiente de la filosofía y la ciencia ya que, su padre era Teón, matemático y profesor en la Universidad de Alejandría, quien dirigió a la Biblioteca del Serapeo, una herencia de la prestigiosa tradición científica alejandrina. La joven se dedicó primero a las ciencias, como su padre, con quien trabajó en diversas obras, editando trabajos a Ptolomeo, Euclides y la Aritmética de Diofanto, y escribiendo libros sobre astronomía y geometría. Se consagró también a las ciencias aplicadas; inventó el densímetro y el aerómetro, un instrumento para destilar agua y medir la densidad de los líquidos, además de mejorar el diseño de los astrolabios.

Luego de haber superado a su padre en tales disciplinas, Hipatia se enfocó en la filosofía. Se cree que viajó a Atenas e Italia, donde tuvo contacto con los círculos neoplatónicos, en donde llegó a alcanzar un nivel trascendental de sabiduría y pronto se dedicó a la docencia, en la cátedra de filosofía en la escuela de Alejandría, donde enseñaba las doctrinas de Platón y Aristóteles tanto a cristianos como a paganos. Sinesio, obispo de Cirene, fue discípulo suyo y habla de ella con exaltación y admiración en diversas cartas que le escribió. En una de ellas, especialmente ben su conmovedora y última carta que, moribundo, envió a su guía solicitando consejo y benevolencia. El historiador cristiano Sócrates la considera la tercera cabeza de la historia del platonismo, tras el propio Platón y Plotino. De la misma forma, el escéptico Damascio la consideraba una gran maestra.

Autora de obras sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los astrolabios e inventó un densímetro. Su trabajo más extenso fue en álgebra. Escribió un comentario sobre la Aritmética de Diofanto en el que incluía soluciones alternativas y nuevos problemas. En ocho libros, escribió un tratado sobre la Geometría de las Cónicas de Apolonio (a quien se deben los epiciclos y deferentes para explicar las órbitas irregulares de los planetas).

Junto a su padre trabajó en la revisión, mejora y edición de los Elementos de la Geometría de Euclides, cuya edición se emplea hoy en día. Fue autora de un Canon de Astronomía, y se dedicó, además a estudiar las Tablas Astronómicas de Claudio Tolomeo, conocidas por su inclusión en el Canon Astronómico de Hesiquio. También cartografió cuerpos celestes, fabricando un planisferio.

Hipatia era un modelo de sabiduría para la época. Su hogar, era el consultorio ara las autoridades, nobles, artistas y pensadores. Todos querían ser absueltos por el saber de esta maestra. El propio prefecto de la ciudad, Orestes, delegado del emperador, se contaba entre sus discípulos. Sócrates escribió de ella: “Gracias a su aplomo y cortesanía, que había adquirido mediante el cultivo de su mente, aparecía a menudo en público en presencia de los magistrados.Y no se sentía intimidada al asistir a una asamblea de hombres. Pues todos la admiraban por su extraordinaria dignidad y virtud”.

Su belleza no pasaba desapercibida y pese a algunas noticias contradictorias que la citan como esposa de un filósofo llamado Isidoro, al parecer que nunca se casó y perduró virgen en su escuela. Según la enciclopedia bizantina Suda, uno de sus alumnos se enamoró inútilmente de ella e Hipatia, no pudiendo convencerle con su elocuencia de que abandonara esa locura, le mostró algunos paños con su menstruación, diciéndole:. “¿Y esto es objeto de tu amor, muchacho? Dime qué hay de hermoso en ello”. Así le hizo comprender que el amor carnal era ácido para un filósofo que esté apetitoso por la pureza.

Sin embargo, a finales del siglo IV, Alejandría difería de ser un remanso de paz para la filosofía y la ciencia. La ciudad estaba cada vez más estremecida por las luchas por el poder entre diversos partidos y, en particular, por las disputas religiosas de los grupos cristianos. En consecuencia, desde al menos el siglo II, Alejandría se volvió uno de los principales centros del cristianismo. En ella vivieron eminentes teólogos, como Clemente y Orígenes, y fue cabeza de toda la Iglesia egipcia.

Los cristianos alejandrinos manifestaron su repudio contra los vestigios de la cultura pagana, teniendo en cuenta que entre 390 y 392, el emperador Teodosio I declaró el fin de los cultos, oráculos y templos de la antigua religión pagana. En 391, por provocación del obispo Teófilo, el Serapeo de Alejandría fue tomado por los cristianos y sus estatuas profanadas, mientras los paganos que habían intentado defenderlo optaron por el exilio y sus templos se convertían en iglesias.

A pesar de este caos social, Hipatia pudo continuar con sus enseñanzas filosóficas hasta que, en 415, estalló una nueva crisis. En ese año, Cirilo, sucesor de su tío Teófilo como obispo y patriarca de Alejandría - el título que ostentaban como cabeza de la Iglesia egipcia–, entró en conflicto con el prefecto de la ciudad, Orestes. El motivo que disparó el dilema era un debate teológico sobre la naturaleza de Cristo: frente a la tesis de una doble naturaleza, humana y divina, defendida por el patriarca de Constantinopla, Nestorio, Cirilo y los alejandrinos apoyaban el monofisismo, según el cual Cristo tiene una sola naturaleza en la que predomina el elemento divino. En realidad, detrás de la disputa estaba el firme deseo de Cirilo de defender la soberanía de la Iglesia egipcia frente a la capital del Imperio de Oriente.

Los disturbios iniciaron cuando cientos de monjes del desierto, partidarios de Cirilo llegaron a la ciudad y acorralaron al prefecto Orestes con su comitiva. Uno de ellos, un tal Amonio, le arrojó una piedra a la cabeza, mientras los hombres de Orestes retrocedían temiendo una pena masiva. Orestes comenzó a sangrar y sus soldados, finalmente, prendieron a Amonio, que murió torturado en el tribunal. El prefecto, cristiano pero partidario de cierta libertad y convivencia, informó de los hechos al emperador Teodosio II; pero Cirilo reaccionó astutamente y le contó su versión. El obispo notificó a Amonio mártir de la fe tras afirmar que había muerto torturado mientras se le obligaba a repudiar a Cristo.

Hipatia era muy amiga de Orestes, y los cristianos no tardaron en responsabilizarla del conflicto que había ocurrido recientemente. Detrás de ello estuvo seguramente el obispo Cirilo. Según algunas fuentes, en una ocasión Cirilo vio a una multitud que visitaba a una lujosa casa; cuando supo que era la escuela de Hipatia y que todo el mundo buscaba sus sabias palabras, se embraveció de odio hacia la científica. Nadie entendía el poder de aquella mujer, desde el punto de vista de los cristianos más ortodoxos. Pero, seguramente, su odio nacía en la influencia social y política de Hipatia. Cirilo creó un ambiente hostil hacia ella y, incitó a sus seguidores, que ya dominaban las calles de Alejandría, a que la eliminaran.


Fue así, que un día de marzo en el año 415 D.C, una jauría de cristianos enloquecidos, dirigida por un tal Pedro, interceptó a Hipatia en su carro, de regreso a su casa, y la derrumbó al suelo. En aquel lugar, de acuerdo a las fuentes, sus vestiduras fueron arrancadas y la arrastraron hasta una iglesia cercana, en el antiguo Cesareo, donde fue mutilada ferozmente. Luego reunieron sus restos y los llevaron a un lugar llamado Cinarion, donde los arrojaron al fuego, como si exorcizasen a un diabólico ídolo pagano.

La envidia de Cirilo hacia la majestuosa inteligencia y sabiduría de Hipatia fue lo que incitó a su asesinato. La consabida insolencia y rebeldía de los alejandrinos, fue el momento perfecto para ejecutar el acto. El nombre de la científica con el tiempo, fue traspapelado entre otros nombres masculinos de la ciencia y la filosofía, pero jamás borrado. Ella corrió entre los lobos ortodoxos de su ciudad, para que tiempo después, las futuras científicas y filosofas caminen en la pasarela de gloria de esta disciplina.

A partir del siglo XVIII, en plena Ilustración, se convirtió en defensora de la razón y mártir de la filosofía. Gibbon, en particular, narró con eficacia su vida en la Historia de la decadencia del Imperio romano hasta que, ya en el siglo XIX, Charles Kingsley le dedicó una célebre novela.

Sin lugar a dudas, la historia de Hipatia debe ser añadida a los libros de historia; su sabiduría fue escalando todo tipo de relieves peligrosos hasta alcanzar sus picos más altos. Fue asesinada pero nadie pudo arrebatarle aquellos conocimientos que hoy forman parte de la ciencia y la filosofía, y que han construido un puente para aquellas mujeres que han llegado a divulgar sus conocimientos científicos y para quienes, aun estén haciendo el camino.

“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario