Nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1835. Se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires a temprana edad y fue contratado por el general Justo José de Urquiza en 1862. Fue diputado de la provincia de Entre Ríos y miembro de la primera Junta de Fomento de Villa Colón (1863 – 1870).
Se instaló en Colón en los primeros tiempos de su fundación. Construyó una casa– quinta que fue el esplendor de su época, puesto que allí se realizaron las primeras tertulias en esta Villa, como lugar de encuentro de aquellas primeras reuniones de la junta de fomento, que marcaron el rumbo de los primeros pasos que dieron estos solares. La casa– quinta hoy se la conoce como “Quinta Moreno”. Una construcción típica de época que se mantiene en pie hasta el día de hoy y que conserva gran parte de su versión original. Allí, considerando que desde la fundación de la villa no se había proyectado la construcción de una capilla para los oficios religiosos de los católicos, dispuso una de las habitaciones de para que se realizasen las primeras celebraciones. Esta disposición duró poco más de dos años hasta que la junta de fomento gestionó –a través de aportes de Provincia– la obra de un precario edificio de adobe y paja destinado a funcionar como capilla.
Una vez que se mandó a construir el templo definitivo (actual), donó a ésta una campana de 1889, cuya celebración de bendición e inauguración quedó plasmada a través de su histórico discurso que pronunció aquel día, en el cual rememoró los orígenes de Colón en todos sus aspectos. Además de la campana, donó la primera pila bautismal en la cual se comenzaron a realizaron los bautismos de toda la grey católica.
La religión, más allá de su profesión jurídica, le permitió entablar una amistad inquebrantable con el presbítero Lorenzo Cot, primer capellán de Villa Colón (también fue el primero de la residencia de Urquiza, de la colonia San José, posteriormente). Esta amistad lo llevó a ganarse algunos enemigos, puesto que el carácter, las decisiones y modos de accionar del sacerdote lo llevaron, más de una vez, a tener que defenderlo del juicio social que las autoridades políticas de la época realizaban en forma constante.
A Cot lo asesinan el 27 de septiembre de 1868. Su muerte dejó en Colón un clima oscuro, de dudas e incertidumbres que no marcaron con la justicia a uno o más culpables del horrendo hecho, sino más bien quedó la duda, el miedo y la oscuridad del silencio por parte de quienes debían actuar de inmediato y no lo hicieron. En función de ello, y considerando el mal clima que se había gestado en Colón, el doctor Moreno decide emigrar por un tiempo a Buenos Aires y desde allí seguir con sus actividades diarias, a modo preventiva, puesto que consideraba que su propia vida también corría riesgo.
A los dos años de la trágica muerte del sacerdote (su amigo), el 11 de abril de 1870 asesinan brutalmente al general Urquiza, fundador de Villa Colón, donante de los solares en que la villa se levantó y gobernador de Entre Ríos. De esta manera, el suelo entrerriano se manchaba una vez más con sangre. En función a este hecho, la viuda de Urquiza manda a buscar a Buenos Aires a Moreno para que se presentase de inmediato en la residencia de San José para que éste maneje jurídicamente los bienes del difunto y ayude a administrar su herencia. Y así fue. En torno a este pedido, el doctor Moreno retorna a Entre Ríos, pero ya no a Colón, sino que se instala en Concepción del Uruguay para desde allí poder asistir en forma permanente a la viuda en los trámites.
Dolores Costa de Urquiza, una vez viuda, sigue donando solares a Villa Colón, en función a la colaboración de Moreno; 50 sitios públicos que determinó otorgar a Colón el general, tiempos antes de morir: policía, matadero, cementerio, aduana, iglesia, escuela y plaza, entre otros.
Fue un profesional reconocido en la región, pero también un ciudadano comprometido con su pueblo. Colón, desde sus primeros años, le debe mucho al doctor Moreno por su actitud filantrópica, su compromiso social y desinteresado.
Falleció en Concepción del Uruguay el 8 de abril de 1893. Sus deudos pagaron un panteón en el cementerio uruguayense a perpetuidad, pero debe considerarse que a 100 años de su fallecimiento, es decir, en 1993, se realizó una reestructuración para reducir y lograr mayor espacio en la necrópolis, por lo cual sus restos fueron depositados en un nicho sin nombre (es decir, su lápida no tiene nombre) y figuraban en el libro de registros como ataúd 201, nicho 6031.
Sus restos hoy descansan en el cementerio de Colón gracias a las gestiones iniciadas por alumnos y docentes (y docentes asesores) de las Escuela Normal, quienes a través de Banca Ciudadana del Concejo Deliberante iniciaron los trámites correspondientes para su traslado a nuestra ciudad. Cuestiones administrativas llevaron a que el trámite no avance como se esperaba y es por eso que el profesor Alejandro González Pavón, con el apoyo de la municipalidad local y la de “La Histórica” pudo avanzar en las tratativas y se pudo efectuar el traslado. Previo a esto, se mandó a construir un pequeño lugar en donde descansarían sus restos sobre la calle principal del cementerio, como así también la placa que indica parte de su biografía.
Colegio de la Abogacía de Entre Ríos - Sección Colón
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