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En una isla paradisíaca de Oceanía, a 12.000 kilómetros de Argentina, Raúl Schneider y su familia están abocados a labores humanitarias.

El jueves, hubo un terremoto de magnitud 7,5 con riesgo de tsunami en el Pacífico Sur, en la zona de Nueva Caledonia, Fiyi y Vanuatu. En este último país de Oceanía, compuesto por 83 islas y situado a unos 12.000 kilómetros de la Argentina, viven entrerrianos que afortunadamente no se vieron afectados por el fenómeno, pero saben que están expuestos a estas contingencias, ya que es una de las áreas más propensas a desastres naturales de este tipo, a erupciones de volcanes y a devastadores ciclones en ciertas épocas del año.

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La contracara es que es considerado como uno de los lugares más bellos del planeta. Situado en un entorno natural paradisíaco, con clima tropical y alejado del estrés de las grandes urbes, en 2007 Vanuatu fue señalado por la fundación británica New Economics como "el país más feliz del mundo", considerando en su índice una serie de parámetros vinculados, entre otras cuestiones, a la ecología.
De gira por el mundo
En Port Vila, su capital, residen desde hace seis años Raúl Schneider y Gisela Sicalo, junto a sus hijos. Ambos tienen 43 años y son oriundos de la localidad entrerriana de Libertador San Martín, departamento Diamante. Él es médico, tiene una maestría en Salud Pública, se especializó en el área materno infantil y en organización de campos de refugiados en zonas de desastres y, desde hace casi una década, trabaja como director de Programas Médicos de la Región del Pacífico en la ONG World Vision, una organización humanitaria cristiana global que asiste a distintas comunidades.

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Se fueron de la Argentina hace 13 años y antes de instalarse en Vanuatu vivieron en otros lugares. "Cuando terminé mi carrera en la Universidad Adventista del Plata quería hacer algo en África, porque crecí ahí, donde mi papá era médico misionero. Gisela se recibió de secretaria bilingüe y ya estábamos casados. Estuvimos un año en Angola trabajando en proyectos en los que ella fue directora, y luego obtuve una beca para estudiar Salud Pública en Finlandia, donde estuvimos un año y medio", comentó Raúl.

Contó que luego de regresar un breve tiempo al país partieron a la India a brindar su ayuda tras el tsunami que azotó a la región asiática un día después de la Navidad de 2004, dejando como saldo 230.000 muertos y miles de heridos. Más tarde estuvieron cuatro años en Papúa Nueva Guinea y tres años en las Islas Salomón, en Oceanía.
Vivir en el país "más feliz del mundo"
"Actualmente en mi trabajo tengo mi base en Vanuatu y la oficina central está en Australia. Como director de Programas Médicos de la Región del Pacífico manejo todos los proyectos relacionados a salud en los cuatro países donde trabajamos, que son Vanuatu, las Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y Timor del Este, un país del sudeste asiático muy chiquito que se independizó hace poco de Indonesia", señaló, y explicó: "Tenemos en total 22 proyectos, mayoritariamente vinculados a las áreas materno infantil y de agua y saneamiento. Hacemos entrenamientos de enfermeros, mucho trabajo a nivel comunidad, medicina preventiva y hay dos proyectos enormes para prevenir la tuberculosis".

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Raúl mencionó que viaja bastante realizando su labor, a veces en lancha durante más de ocho horas en mar abierto, otras en avioneta o en vehículos terrestres. En los poblados y las aldeas le dan la bienvenida cuando llega, habitualmente esperándolo con collares de flores. Los centros de salud suelen ser muy precarios, muchos no cuentan con electricidad ni agua y para conservar las vacunas usan refrigeradores a gas. Más allá de que exista un sistema nacional de gobierno, el médico entrerriano contó que los jefes de cada tribu toman las decisiones y es con ellos con quienes definen las acciones que llevarán adelante.

En la región hay dos grandes etnias, la melanesia, que predomina en el lugar que habitan, y la polinesia. Con respecto al idioma, comentó: "Vanuatu se independizó en 1980 y hasta entonces tuvo doble colonización, inglesa y francesa. Por eso el inglés y el francés son los idiomas oficiales, pero hay más de 100 lenguas locales que se hablan en todo el país, cada tribu tiene la suya. Para entenderse crearon una lengua franca que usan todos y de ese modo logran comunicarse entre sí, se llama bislama y es la más popular. Es una mezcla de inglés, francés e incluye palabras de los diferentes dialectos locales".

Sus hijos, Emily, de 13 años, y Mathías, de 11, hablan inglés y algo de francés en la escuela, pero en su casa la familia conversa en español para mantener las raíces. "Gisela y yo nacimos en Libertador San Martín y somos entrerrianos hasta los huesos. Nuestros hijos también nacieron en nuestra ciudad, acompañados de nuestras familias. Cuando llegamos al Pacífico Emily tenía 9 meses, y cuando Gisela estaba embarazada de Mathías nos fuimos a la Villa y regresamos cuando él cumplió 3 meses", señaló.

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Sobre la vida en Vanuatu, afirmó que "es bastante simple" y relató: "Pasamos mucho tiempo en familia, y al aire libre al ser un lugar tropical. En nuestra casa tenemos salida directa al mar y la isla es muy chica, así que adonde uno va, está rodeado de playas. Los chicos disfrutan mucho del agua, nadan muy bien y están tan acostumbrados a los trópicos que en un lugar donde hay menos de 20° grados sufren terriblemente el frío".

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En el remoto país en el que residen la tecnología es limitada y no hay muchas opciones para hacer compras, por eso cuando viajan a Australia o Nueva Zelanda aprovechan a traer las mercaderías que precisan. "Todo es importado y muy costoso. Un litro de nafta cuesta 2 dólares, por ejemplo. Lo único barato son las frutas tropicales y hay un mercado central muy grande donde la gente trae sus productos. También hay un supermercado francés y se consigue lo básico, dependiendo de si vienen o no los barcos", refirió Raúl.

Por su parte, Gisela destacó: "Lo que más nos gusta de acá es la vida tranquila, sin estrés, que los chicos tengan oportunidad de conocer y estar en la naturaleza, haciendo cosas en el agua, sin estar tan pendientes de los electrónicos".
Siempre se vuelve a las raíces
Sin embargo, aseguró: "De Argentina lo que más extrañamos son la familia y los amigos. Al estar en un país con diferentes culturas e idiomas se añora lo que es propio. Nos hubiese gustado que los abuelos, primos y tíos hayan podido estar en los cumpleaños o graduaciones, pero hoy en día con Skype y WhatsApp uno puede mantenerse en contacto y saber del otro cada día, y estamos compartiendo con nuestras familias las cosas cotidianas de nuestra vida".

En algunos de los lugares donde vivieron antes también echaron de menos ciertas comidas: "No había carne o panificación, pero por suerte todo eso es accesible en Vanuatu y hay variedad, gracias a la influencia francesa".

Otro aspecto que valoró del lugar es el nivel educativo: "Tenemos la ventaja de que hay dos escuelas internacionales, una que lleva el currículo francés y otra el inglés. Nuestros hijos han aprendido inglés muy bien y hay chicos de otros países también, lo cual hace que puedan aprender cosas de diferentes lados del mundo".

Gisela mencionó que habitualmente viajan a Entre Ríos para las Fiestas, una travesía que les demanda muchísimas horas de vuelo y escalas en diferentes lugares, pero este año no podrán hacerlo. Pasarán la Navidad en Vanuatu y como deben renovar su visa celebrarán el año nuevo en Australia.

"Vamos a la Argentina una vez por año, o año por medio, y a veces hemos logrado que los abuelos vengan a visitarnos acá. Mis hijos nunca vivieron en Argentina, solo tienen un vistazo al ir de vacaciones, y les encanta porque reciben regalos y mucha atención", dijo, y reflexionó: "Como familia ya no nos sentimos ni de acá ni de allá. Al llevar tantos años viviendo fuera del país estamos desactualizados con las cosas que pasan, o las vivimos desde lejos y es diferente el sentimiento que cuando estamos ahí. Y acá también somos extraños a la cultura. A veces sentimos que el mundo es nuestra casa, nuestro país. Tenemos una mezcla de costumbres que hemos adquirido de lo que vivimos acá y en otros lados. A nuestros hijos les preguntan de dónde son, y si bien nacieron en Argentina es interesante ver cómo ellos no tienen raíces en ningún lado, o las tienen en el lugar donde han vivido más tiempo o al que se sienten más integrados, pero son diferentes a la gente de acá".

En este marco, a modo de conclusión, rescató: "Estamos convencidos de que estar acá los ha enriquecido, no solo aprendiendo otro idioma y otras costumbres, sino que el estar vinculados con distintas culturas los va a ayudar a entender a diferentes personas y a la humanidad en general".
El revés de la felicidad
De la subregión de la Melanesia, compuesta por los países Fiyi, Islas Salomón, Vanuatu y Papúa Nueva Guinea, este último suele ser el que tiene más alta tasa de criminalidad. "De la zona, Vanuatu es el lugar más tranquilo, porque es más turístico", observó Raúl, y contó que hasta hace 50 años fue tierra de caníbales. El último caso que se conoció de esta práctica fue en 1968, pero en la actualidad una ley la prohíbe.

Aparte, en la zona hay otros peligros. "Además de ser señalado como uno de los países más felices, a la vez es el más propenso a los desastres. Tenemos tres o cuatro terremotos grandes por año y otros de menor magnitud al menos una vez por mes. Uno nunca se termina de acostumbrar a eso, pero es parte de la vida aquí", confió.

Otra amenaza son los volcanes, muchos de los cuales están activos, y entre noviembre y marzo puede haber ciclones. En marzo de 2015 padecieron uno de categoría 5 que arrasó con la isla. "Hubo vientos de más de 290 kilómetros por hora y ráfagas de más de 340, que destruyeron un 90% de las casas de Port Vila, incluyendo la nuestra. En las aldeas las chozas de paja de palmera y bambú desaparecieron completamente. Fue un año muy difícil y en 2016, cuando trabajamos en la recuperación, el fenómeno del Niño provocó una sequía brutal. El 95% de la gente vive de lo que cultiva, si no producen no comen, y fue un golpe muy grande", concluyó.
Fuente: Diario Uno

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