En 1918, faltaban apenas pocos días para que Manolo, el hijo mayor de Delfina Bunge y del escritor e historiador Manuel Gálvez, cumpliera siete años. En aquel tiempo vivían en una casa del barrio de Belgrano. Manolo conversaba con su madre y sus hermanos, Delfina y Gabriel, acerca de los regalos que le gustaría recibir y dijo: "Voy a pedirle a Dios que me regale que nieve acá". Todos se quedaron mudos. La madre intervino: "No hay que pedir disparates, Dios no va a cambiar el clima de un país por darle el gusto a un chico". Pero Manuel confiaba en su poder de convicción: "¿Y si le pido muy fuerte?", preguntó el pequeño.
Dos días después, el 22 de junio de 1918 a las 15:30, nevó como nunca en la ciudad de Buenos Aires. Fueron 45 minutos constantes, luego paró, volvió a caer con menos intensidad, se detuvo una vez más y a las 20:15 regresó con ganas.
El diario La Nación llegó a publicar que se trataba de un nuevo encanto en la ciudad, aludiendo a que ahora se podía tener la ilusión de la nieve de París. Esa era la sensación general. Tanto quería Buenos Aires parecerse a París que sentía que por fin una nevada acercaba esos paisajes bañados en blanco que muchos añoraban y que otros, por primera vez disfrutaban. "Esta noche porteña parece una noche parisiense. No es una mala noche", decía el periódico de los Mitre. Pero la nevada de aquel sábado 22 no sólo cayó en la capital. Nevó en casi toda la provincia de Buenos Aires y también en porciones de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y La Pampa. En el litoral, la nevada llegó hasta Paso de los Libres.
La mayor temperatura registrada aquel día fue de sólo 9° y la nieve, sólida, se transformó en el juguete por excelencia de grandes y chicos. Entre los grandes, el pintor Cesáreo Bernaldo de Quirós y el escultor Pedro Zonza Briano se entretuvieron haciendo una magnífica imagen en los bosques de Palermo. Entre los chicos, Manolo, Delfinita y Gabriel Gálvez crearon el clásico muñeco de nieve, que vestía una bufanda de la escritora Delfina Bunge y un sombrero del escritor Manuel Gálvez.
Aunque en 1918 no se hablaba de cambio climático como hoy, ante el fenómeno de la nieve algunos diarios se animaron a preguntarse: "¿El planeta se enfría?". Lo cierto es que la explicación meteorológica decía otra cosa. Fue "un brusco ascenso de la presión, soplando fuertes vientos del sur, al propio tiempo que una de aire frío avanzaba rápidamente del extremo meridional".
Sin embargo, Manolo Gálvez tenía otra versión, muy suya: "¿Vieron? ¿Vieron cómo Dios me hizo caso?", repetía sin cesar.