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Ya estaban los gobernadores agolpados en la mesa rectangular, envueltos en un clima de asado peronista, cuando de repente la animada tertulia enmudeció. De pantalón beige y saco azul, Carlos Zannini , secretario de Legal y Técnica, y hombre de máxima confianza presidencial, entró al quincho del predio militar, en Las Cañitas, donde los caciques se habían citado anteanoche para discutir el futuro partidario rumbo a 2015 .

Unos segundos eternos tardaron los mandatarios, sorprendidos, para caer en la cuenta de que el funcionario, resistido por el PJ ortodoxo que aún le enrostra su pasado comunista, había arribado sin invitación para ocupar una silla en la cena reservada que tenía como objetivo "repatriar" a dirigentes alejados del kirchnerismo. Más distendido que el resto, o eso pareció, el "Chino" saludó a los comensales y, a su turno, tomó la palabra para ensayar una defensa de la gestión de Cristina Kirchner.

Ayer, después de haberse sacado una foto de unidad, la mayoría de los gobernadores peronistas no disimuló su malestar por la visita inesperada, según confiaron seis de los asistentes a la cumbre. La irrupción de Zannini generó diversas interpretaciones: desde que ofició de "comisario" enviado por la Presidenta hasta que se presentó para equilibrar una postal sin componente K, ya que faltó el entrerriano Sergio Urribarri, cercano al paladar de Olivos, de viaje en el exterior. Hubiera sido, según esa lectura, una vidriera a la medida de Daniel Scioli, que busca el respaldo de sus colegas para su plan presidencial.

En la Casa Rosada le bajaron el tono a la reacción y, además, remarcaron que se "coordinó" desde allí.

El disgusto lo dejó en claro el cordobés José Manuel de la Sota, un crítico del Gobierno, que aceptó el convite que le planteó con insistencia José Luis Gioja, de San Juan, el más activo en la convocatoria. "Yo soy respetuoso, pero la reunión era de gobernadores. Guardé un tiempo prudente y me fui", sostuvo a Radio La Red. De hecho, De la Sota se retiró pasadas las 22.30, sin comer el postre, lo que le valió una escala en una heladería cercana.

Cercano a Scioli, el mejor posicionado hoy en las encuestas, el cordobés comenzó un tibio acercamiento al PJ, pero sin que eso implique un apoyo al Gobierno. Ayer, sus allegados dijeron que si bien no se cerró la puerta para sumarse al proceso de renovación del partido, previsto para el 9 de mayo, quedó resentido el vínculo. "No pudieron garantizar reglas claras ni para un asado", era la conclusión. Una especie de disculpa por el mal trago -Zannini y De la Sota son comprovincianos y enemigos íntimos- le esbozó Gioja ayer por teléfono, con el fin de sanar heridas.

De cara al nuevo diseño de la cúpula del PJ, los gobernadores saben que les aguarda un trabajo de artesano. Cuentan con que otro díscolo, como el santacruceño Daniel Peralta, será de la partida y apuestan a la inclusión, más difícil, de Claudio Poggi, heredero de los Rodríguez Saá. El puntano había comprometido su presencia en la cena, pero, pocas horas antes, hizo circular una carta durísima para argumentar el desplante. Quizás influyó un acuerdo semi- cerrado que cerca de Sergio Massa, el líder del Frente Renovador, dicen haber abrochado con los hermanos en su visita a San Luis, en enero.

Para poner paños fríos, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se comunicó ayer por teléfono con Poggi y concertó una reunión para el próximo miércoles, en su despacho.

"No pudimos hablar, nadie se sintió cómodo", se quejó un gobernador del Norte, que se sintió vigilado. Sí se explayó Capitanich, durante más de 15 minutos, en un discurso que englobó desde cifras económicas hasta el conflicto de Crimea. Eso también provocó fastidio: algunos colegas ven que el chaqueño, incorporado desde noviembre al Gabinete, no defiende a sus pares. De hecho, fue invitado como gobernador de Chaco en uso de licencia.

Unos pocos exhibieron autocríticas. El salteño Juan Manuel Urtubey, que coquetea con lanzarse a la carrera presidencial, pidió por un peronismo que incluyera a más sectores. Dio un ejemplo casi personal al decir que su intención era que su archirrival provincial, el senador Juan Carlos Romero, juegue por adentro de la estructura partidaria.

¿Por qué accedieron a fotografiarse? Primó el intento de que no se rompiera la cumbre y sobreviniera un escándalo mayor. No hubo cruces, pero tampoco entusiasmo. Eso sí: no se ubicaron al azar. Scioli se apartó, celular en mano, mientras el resto se acomodaba y luego eligió el lugar: entre De la Sota y el mendocino Francisco Pérez, y bien lejos de Zannini.
Fuente: La Nación

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