Según consta en la denuncia, el hombre se ganó la confianza del matrimonio y ayudaba en el campo de Colonia Caseros en distintas actividades, pero comenzada la pandemia por coronavirus en 2020 la anciana quedó sola por la muerte de su marido y su cuñada, lo cual habría sido aprovechado por el imputado.
La víctima no tiene hijos y siempre vivió en el campo. Primero, y hasta los 35 años, con sus padres en Colonia Rincón Angina, y luego con su esposo en Caseros. Ambos residían, junto a una cuñada, en el campo propiedad de su esposo. La mujer, que actualmente tiene 79 años, casi no tuvo instrucción escolar, por lo que sus habilidades de lectoescritura son reducidas. Su vida siempre transcurrió en las tareas rurales y, cuando su esposo comenzó a tener problemas de salud y fueron envejeciendo, “seguimos trabajando más despacio, pero seguimos”, contó ante el fiscal Jorge Gutiérrez.
El acusado, que trabajaba en la Policía en ese momento, se les acercaba a conversar y así se fue generando la confianza de sus vecinos. Durante la pandemia quedaron aislados porque la familia no tenía permiso para ir hasta el campo en Colonia Caseros a visitarla y fue en ese contexto que su esposo y su cuñada murieron. Ella quedó muy sola. “Se me estroló la cabeza”, confió.
Para la acusación, el hombre se ofrecía a ayudarla y parecía que lo hacía de buena fe, pero la fue aislando cada vez más y despojando de sus cosas. Incluso, y según señala la mujer en la denuncia, le vendió vacas, le decía que le iba a dar la plata, pero al parecer nada de eso sucedió.
“Él iba a ayudarme a hacer trabajos en el campo, teníamos una buena relación tanto conmigo como con mi marido. Yo le había dicho que le iba a dar una pequeña propiedad para él, para pagarle y devolver la ayuda que me daba, a modo de voluntad”, manifestó la mujer, aclarando que ese pago por sus trabajos y ayuda se trataba de “un pedacito de terreno” y “no todo el campo”.
Fue en ese contexto, y una vez que quedó sola, que el denunciado la llevó a Gualeguaychú para modificar el testamento ante una escribana de su confianza. El fiscal Gutiérrez expresa en su acusación que la damnificada fue trasladada “a firmar papeles con personas que ella no conocía como testigos y profesionales que no había contratado, que nadie se adaptó a sus necesidades intelectuales o auditivas”.
Además, agregó que “ella pensó que era por un pedacito (de terreno), que no escuchaba bien lo que le leían, ni entendía bien lo que decían y que luego cuando sus hermanos estaban por llevarla a Concepción del Uruguay porque ya no podía vivir sola, se enteró que el imputado la había ‘dejado en la calle’”, como ella calificó su situación durante la declaración.
En esa primera visita a Gualeguaychú estuvieron en una escribanía ubicada en pleno centro de la ciudad: “Me leyeron algo, pero yo escuchaba poco porque soy media sorda, no recuerdo qué es lo que me leyeron, estábamos presente él, yo, la chica (escribana) y dos testigos: un hombre y una mujer que yo no conocía. Ellos ya estaban esperando cuando nosotros llegamos, firmé dos papeles que yo pensaba que estaba firmando para darle esa pequeña propiedad”.
En su segunda visita, del 10 de febrero de 2021, el acusado la llevó a “firmar otros papeles” y la notaria “leyó algo, pero como yo no escucho ni veo bien, no sé bien qué era, me dijo que era el título de la pequeña propiedad que yo le estaba dando, firmé un solo papel”. “Quiero dejar asentado que esa no fue mi voluntad, yo solo quería darle una pequeña propiedad, no sabía qué era lo que estaba firmando en realidad”, afirmó la mujer en su denuncia.
En el juicio también saldrán a la luz los distintos informes psicológicos que se le realizaron a la damnificada, en los que se describe a una mujer vulnerable, angustiada, con fallas en la memoria, con una capacidad de atención limitada y un rendimiento cognitivo bajo, que sufrió un gran impacto emocional a raíz del aislamiento obligatorio en pandemia, además de las pérdidas de su esposo y su cuñada, que desencadenaron un proceso emocional depresivo severo.