Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Este jueves llega a Concordia un grupo peregrinos de los Hogares de Cristo, organización surgida de los curas villeros para procurar dar respuesta a personas enfermas por las adicciones. En la capital del citrus funciona uno de esos hogares, el Centro Barrial “La Gruta”.

“Es una bendición de Dios que podamos acompañar a esta realidad dolorosa de nuestro tiempo. Recibimos a unos 30 jóvenes diariamente, los acompañamos de lunes a viernes, desde las 9 hasta las 16 en algunos días y en otros hasta las 14”, explicó el párroco de Gruta de Lourdes, Daniel Petelín.

“Es un acompañamiento en el orden humano -precisó-, porque nosotros entendemos que la realidad de las adicciones se debe abarcar en comunidad, en un ambiente de recepción, de afecto y, para quienes formamos parte de los Hogares de Cristo, una de las características es recibir la vida como viene. Ciertamente, quienes llegan a los centros barriales de todo el país son personas muy golpeadas por distintas realidades”.

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Presbítero Daniel Petelin, párroco de Nuestra Señora de Lourdes, en Concordia Agrandar imagen
Presbítero Daniel Petelin, párroco de Nuestra Señora de Lourdes, en Concordia
Petelin recordó que “el Papa Francisco, cuando era todavía Cardenal Jorge Bergoglio, dio comienzo una celebración de un Jueves Santo lavándole los pies a un grupo de personas que estaban en adicciones y dijo "estos son los nuevos esclavos de nuestro tiempo". La esclavitud se ha abolido hace mucho y sin embargo tenemos esclavos, esclavos de quienes trafican con la droga y necesitan de esos esclavos que consuman para mantener a los traficantes y su negocio. ‘Nosotros nos vamos a encargar de ayudar a quienes están en la esclavitud en este tiempo’, dijo Bergoglio y para eso nacieron estos Hogares de Cristo, que como modalidad se ha extendido a todo el país”, explicó el sacerdote de Concordia.

- ¿Cómo funciona el centro? ¿Con voluntarios, profesionales?

- Tenemos un grupo de personas, algunas profesionales: psicólogo, psicólogo social, terapeuta. También tenemos voluntarios y un grupo de jóvenes que sirven en el centro barrial y que han hecho su proceso de rehabilitación en Juan XXIII, en Estancia Grande. Quienes han hecho ese proceso, que conocen la realidad desde adentro, no tocan de oído, ellos están colaborando y ayudando a otros jóvenes para que puedan salir de las adicciones.

- ¿Es posible salir

-Sabemos que es difícil, pero se puede salir. Nosotros decimos que quien está en adicciones no es alguien que queda curado como si fuera una enfermedad física, porque afecta a toda la persona, lo psicológico, lo social, lo espiritual, lo anímico. La persona está siempre luchando por estar de pie o estar limpio como decimos nosotros. Uno siempre tiene el riesgo de volver a caer, como en las adicciones a las bebidas, al juego, a las sustancias químicas. Siempre está en peligro de volver a caer y por eso es tan importante el sostenimiento.

Hoy en Gruta estamos recibiendo a treinta personas, varones y mujeres de distintas edades. También hay menores de edad, que vienen con algún mayor que los acompaña. Hemos tenido de 14 años, varones y chicas. En este momento también hay mayores. Lamentablemente hemos tenido las tres generaciones, el abuelo que consume, el hijo y el nieto que también consumen. Cuando hay alguien que consume, toda la familia sufre, no es sólo quien está en consumo, todos sufren por el comportamiento de quien está en las adicciones.

- ¿Es exagerado decir que las adicciones en las barriadas más humildes son algo así como una epidemia?

- No sólo entre las personas más postergadas sino en toda la realidad social. Sólo que, quienes más se acercan a los centros barriales sí son los más pobres, porque es muy fácil que queden en la calle y no tienen posibilidades ni siquiera de comer, de bañarse, ni de lavar su ropa. Nosotros tenemos también una casa que es un hogar de tránsito, Casa de Emaús, para recibir a quienes están en situación de calle.

- La condición de esclavo lleva al adicto a comportamientos extremos... ¿Podrías contar tu experiencia cuando fuiste a bendecir una casa?

- Uno de los miembros de la familia, adicto, se llevaba todo y lo vendía. Robaba y vendía. Encontré una casa sin nada y pregunté quién vive acá. No tenía puertas interiores, ni camas. Habían quedado colchones en el piso. No había mesitas de luz. Quedaba la mesada porque no se podía sacar. Todo lo que se podía sacar ya no estaba, no había cocina, no había garrafa, no había sillas. ¿Y dónde se sientan?, preguntó. 'Tenemos dos sillas', me respondieron. ¿Y el resto? Sobre el colchón. Pero es imposible vivir así. "Queremos que nos de una bendición para poder estar mejor", me dijeron. Pero no es cuestión de una bendición, aquí hay que hacer un tratamiento mucho más profundo. Son realidades extremas. Por ejemplo, alguien va a bañarse y mientras se baña, que se saca las zapatillas, la persona que está en consumo las lleva y las vende. El que sale de la ducha ya no tiene zapatillas, ya no tiene ropa... Es un dolor tan grande, que solamente quienes lo atraviesan saben cómo subsistir. Muchas veces no saben qué hacer porque han hecho denuncias, denuncias y más denuncias, y no hay organizaciones que puedan ayudar a salir de las adicciones. Lamentablemente, nosotros decimos que quien está en consumo, si la persona no busca ayuda, o termina en la cárcel o en el cementerio. Es muy doloroso. Se pierde el control de la vida y llega un momento en que al adicto no le importa nada, ni la vida, ni la familia, porque es tanto el sufrimiento interno y la dependencia de la adicción que no le importa vivir, morir... Son capaces de cualquier cosa, el robo, lo que sea.

Uno se acuesta a dormir y deja la ropa cerca de la cama. Despiertas y ya no está la ropa ni tampoco está quien se la llevó, que tal vez no reaparezca por varios días. A veces prefieren no volver a la casa. Es un gran dolor.

Por eso en los centros ayudamos a vivir dignamente, a recuperar la relación con la familia, sostener para que la persona pueda avanzar en medio de su flagelo. Algunos han podido salir, ayudar a su familia, pero no todos salen. Algunos están bien un tiempo y luego recaen. Ciertamente, teniendo la posibilidad de un Hogar de Cristo, al menos la persona puede vivir bien y puede, desde su cabeza, pensar en restablecerse, porque necesita alguien que lo acompañe, que le dé un abrazo, que lo pueda sostener, y eso no es tan fácil encontrar en nuestra sociedad. Donde vemos personas con adicciones, todos los que estamos ocupados en nuestros trabajos no tenemos tiempo para acompañar y encima a riesgo de que a ese que ayudas después te robe. Entonces, se prefiere levantar el muro más alto.

- ¿Reciben algún tipo de asistencia del Estado para el hogar?

- Nosotros en la Gruta tenemos una colaboración de Sedronar, que viene a través de Caritas Nacional. Nos sostenemos de esta manera, además de colaboraciones voluntarias de quienes brindan su tiempo y otras ayudas. Damos desayuno, almuerzo y merienda, además de los talleres y de los capacitadores a quienes hay que pagar.

- Varios años atrás se había anunciado desde el gobierno provincial la construcción de dos centros de internación para adictos, uno en Paraná y el otro para Concordia...

- Sí, yo estuve en ese momento en Paraná, porque me invitaron al acto del anuncio, donde se mostró el proyecto. Pero bueno, no se avanzó.

- ¿Siguen haciendo falta centros de internación? No creo que Juan XXIII pueda dar abasto ante tantas necesidades.

- Los centros de internación son buenos. Ahora se ha abierto otro aquí sobre avenida Eva Perón, relacionado a El Prado, de Concepción del Uruguay. Siempre ayudan. Se necesitan, sin dudas.
Fuente: El Entre Ríos - Oíd Mortales Radio

Enviá tu comentario