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“No puedo mandar a todos al psicólogo”, fue la frase de Jorge Sampaoli unos meses atrás, con un dejo de impotencia, tal vez también resignación. En medio de una ronda de café, su amigo le planteaba por qué no buscaba una solución diferente para lo que cualquier observador mínimamente entrenado podía advertir: más que el juego, el problema de la selección argentina eran los vaivenes emocionales en los que se mecían sus integrantes. Nada novedoso, y por eso también tan grave: el tiempo pasó sin que los intentos de solución se corrieran de las viejas técnicas del vestuario: motivar, arengar.

¿Y qué hacer cuándo en medio del Mundial el bajón afecta al capitán de un barco averiado por el primer contratiempo? "Hablar, hablar, hablar", responden en la noche del lunes desde el Bronnitsy Training Centre, con la esperanza de que en las palabras esté el “remedio” que necesita Lionel Messi. Así de delicado es el asunto: en la antesala de un partido repentinamente decisivo, el que debe guiar a los demás todavía se lame las heridas por ese empate inicial que lo marcó más de lo imaginable. Y entonces hay que actuar: buscar la manera de aliviarlo y también despabilar al equipo con un golpe de autoridad dado sobre la mesa. En este pequeño pueblo ruso se viven momentos intensos: el técnico decidió ejercer sobre el césped y las cabezas de los jugadores, aunque no lleve el título de psicólogo. ¿Demasiado tarde? Cómo saberlo...

"Me hago responsable de lo que pasó", había expresado el 10 en tono solemne y el gesto duro en la zona mixta del estadio del Spartak de Moscú, después del 1-1 ante Islandia. Lo que primero pareció una exageración, más allá de que tuviera lógica por el penal fallado, con las horas se transformó en una preocupante realidad. Quedó a la vista del plantel el domingo, por ejemplo, cuando durante la tarde Messi eligió no sumarse a la celebración del día del padre junto a sus compañeros y las familias que llegaron al lugar. No estaba la suya, es cierto -Antonela, Thiago, Mateo y Ciro podrían llegar a Rusia esta semana, según dijo Celia, la mamá del crack, el sábado en Telefe, mientras miraba el partido en las tribunas del Spartak-, pero sí las de la mayoría de los demás. Un dato más, que pone en contexto esas ausencias: los Messi habían festejado el día del padre el lunes 19 de marzo, la fecha en que se celebra en España; de hecho, para pasar esa jornada en Barcelona, Leo llegó al día siguiente a Manchester a la gira de la selección.

¿Qué motivo había entonces para que la desazón por el empate se extendiera tanto, mientras en la delegación notaban que los demás ya empezaban a dar vuelta la página del 1-1? El primero remite a aquello que Sampaoli recién leyó la noche del empate (1-1) contra Venezuela en el Monumental en septiembre pasado, en medio de las angustiantes eliminatorias: a este grupo de jugadores le cuesta demasiado gestionar la adversidad, llámese un gol en contra o un resultado comprometedor.

"Es ahora o nunca", dijo Messi, con matices, en las entrevistas que ofreció en los meses previos a la Copa del Mundo. Y así vive. Con un grado de autoexigencia tan alto que un empate -incómodo e inesperado, sí, pero al fin de cuentas tan solo eso- en la primera fecha de la fase de grupos lo desestabilizó. Si había ilusión antes de saltar a la cancha, hubo una sensación de golpe fulminante después, aunque el calendario entregue dos posibilidades más en lo inmediato. Pero el empate también le dolía por sentirse su dueño; a él le gustaba la idea de juntar a Mascherano y Biglia detrás suyo, para sentirse más respaldado. Y si algo tiene con el entrenador es el canal de diálogo abierto. Algo parecido a lo que había ocurrido ante España en Madrid, la noche del 6-1 en contra, en marzo, aunque aquella vez se haya bajado por una molestia muscular a último momento; después de ese fiasco, Sampaoli había tachado a ese "doble cinco", que recuperó en los días previos al debut mundialista para fortalecer la espalda del capitán.

Entre el final del partido en Moscú y el comienzo de la preparación del que la selección jugará el jueves ante Croacia, el objetivo del cuerpo técnico giró otra vez hacia lo emocional. Enfocado especialmente en Messi: "Es más fácil trabajar sobre uno que sobre muchos. El tema es el 10, los otros lo siguen a él. Hay que acomodarlo, que sea libre", analizan, con la certeza de que la discusión por el esquema y los nombres propios es absolutamente secundaria. Con un Messi brillante la selección puede no ganar el Mundial, pero es imposible que lo consiga sin esa condición previa, se convencen alrededor de Sampaoli. Y en esa doble tarea andan ahora: tocar las teclas correctas para que el capitán se descomprima, por un lado, y por el otro armar un equipo que lo potencie.

El entrenador, después de idas y vueltas que llevan un año -su tiempo en el cargo-, entendió en esta hora crítica que debe ir a fondo. El escenario entonces cambió abruptamente. Las señales que entregó en la tarde del lunes responden a eso, como si hubiera decidido explotar sus plenos poderes, una tarea nada sencilla dado el peso específico de quienes dirige. Como Sabella, Martino y Bauza, sus antecesores, Sampaoli también -desde que llegó a Ezeiza- usó el olfato antes de precipitarse con ideas no compartidas por los históricos.

Hasta ahora: con el riesgo real de que la clasificación a octavos se ponga muy cuesta arriba, empezó a diseñar un equipo que le resulte reconocible a sus ideas. Por eso, en su hoja de ruta hasta llegar el miércoles a Nizhni Nóvgorod -epicentro del partido del jueves- contempla desentumecer el equipo. Adiós a la línea de cuatro defensores, la preferida por los jugadores; bienvenida la actualidad de Cristian Pavón por encima del prestigio no refrendado ante Islandia de Ángel di María; luz verde a introducir un interior de pase y juego (¿Maximiliano Meza, Enzo Pérez, Giovani Lo Celso?) en lugar de uno que duplique a Mascherano, como Lucas Biglia; vía libre para quitar a Rojo, uno de los pocos que jugó las tres finales, a cambio de colocar un volante más como Acuña, de la joven guardia... Las pruebas seguirán este martes.

¿Tanto y todo junto? Sí. ¿Recién ahora? Sí. Acostumbrada a vivir en los bordes emocionales, la selección transita el arranque del Mundial como si los límites geográficos del país se hubieran extendido hasta Bronnitsy: "La argentinidad al palo", canta la Bersuit, una de las bandas preferidas de Sampaoli.
Fuente: La Nación

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