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Se armó el trencito en plena calle Paraguay al 2400, en la capital, y allí está Angélica, en su silla de ruedas, encabezando la fila india y saludando con su mano derecha al compás de "Con dinero o sin dinero", serenata interpretada por un grupo de mariachis al aire libre. Seria pero enérgica, Angélica mira a su alrededor y levanta su mano derecha ante los bocinazos de colectivos y taxis que acompañan, a paso lento, el particular festejo de cumpleaños de la paciente más longeva de la residencia Carpe Diem.

En la primaveral tarde del lunes, Angélica celebró 110 años y pidió salir a la calle, por lo que quienes la cuidan le organizaron un festejo muy especial. "Sabemos que le gusta la música, entonces decidimos contratar un número de mariachis que ofreció un show en la puerta de la residencia", cuenta Mónica, una de las coordinadoras de Carpe Diem, que en su puerta de entrada colocó un "110" gigante hecho de globos de colores.

Habla poco y nada Angélica, aunque dice mucho con los gestos y las expresiones. "Necesita entrar en confianza para hablar", desliza Jazmín, que maneja su silla de ruedas. Sin embargo, Angélica toma de la mano de este cronista y la acaricia un buen rato, y su gesto adusto muta por una "pizca" de sonrisa, valga la figura. "Es muy sensorial, necesita entrar en contacto", traduce su auxiliar.

Lúcida, Angélica sabe que es su cumpleaños, aunque duda si son "102, 106 o 110". Es una fiesta ese tramo de la calle Paraguay, donde personal del geriátrico y residentes montan un espectáculo que disfrutan peatones, conductores y unos cuantos espectadores ocasionales que aplauden desde los muchos balcones de la zona. "¿Si estoy contenta? Estoy entera", toma envión Angélica, mientras le indica a Jazmín que mueva la silla "para bailar" al ritmo de "Y tu te vas", "La Adelita", "El Mariachi Loco", "La cucaracha" y el feliz cumpleaños como epílogo.

Coqueta, Angélica intenta acomodarse un mechón de su cabello que el viento le desordenó. Se ajusta la vincha celeste y emprolija el cuello del vestido sin distraer la atención de los muchos celulares curiosos que la están retratando. Es hora de volver a la residencia, aunque ella lo está disfrutando acompañada de amigos como Emilia, que la semana pasada cumplió 104, Alberto Sánchez que sopló 90 velitas y la artista del lugar, Carmen Moreno (94), la mamá de Charly García, que es una habitué tanguera y fue una reconocida productora televisiva, además de ser la madre de uno de los grandes genios de la música argentina.

Angélica Tiscornia es una suerte de leyenda en la residencia Carpe Diem, que en mayo de 2020 tuvo que derivar a la mayoría de sus pacientes por un brote de Covid. "Una de las que internaron en el Sanatorio Anchorena fue Angélica y la verdad, para ser sincera, pensaba que no volvía", recuerda Mónica, la coordinadora del lugar. "Tengo cuerda para rato", acota Angélica, que está atenta a cada detalle a su alrededor, como la porción de torta que vio pasar de largo y reclama con su índice levantado.

"Lastima bandoneón, mi corazón, tu ronca maldición maleva", entona Carmen Moreno, sentada unos metros detrás de Angélica, que va por su segunda porción de torta. "Son bravas, cada una a su manera", describe un enfermero de la residencia. "Las dos son encantadoras, pero Carmen es de armas tomar, de levantar la voz y Angélica es más clásica, tranquila y, hasta hace poco, siempre fue independiente, se las arreglaba solita".

Contrajo coronavirus a mediados de mayo de 2020 y volvió a la residencia dos semanas después. "Estaba entera, fuerte, nos sorprendió a todos, no imaginábamos que volvería así, casi sin síntomas. Llegó con una sonda nasogástrica y apenas entró a su habitación se la arrancó, no quería saber nada. Pidió comer su cena 'como siempre' y respetamos su decisión porque la vimos bien", cuenta Mónica, que agrega que Angélica "no usa pañales ni tampoco toma ninguna medicación. Es un caso maravilloso, que aquí hay en cuentagotas".

Nacida en Gualeguay, Entre Ríos, Angélica llegó a Capital en 1973. Ama de cada toda la vida, es la única sobreviviente de siete hermanos. Tuvo una hija, Marta, que murió por problemas cardíacos "y eso la tiró muy abajo, como era de esperar, aunque ahora la estamos repuntando... Su hija venía todos los días a la residencia y la empilchaba a su mamá para que luzca divina todo el día, además de peinarla y cortarle las uñas.
Fuente: Clarín

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