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Esteban Pérez Esquivel vive en el ingreso de Colón, en un barrio que concentra buena parte de la oferta más reciente de predios dedicados al hospedaje de turistas. Su taller de luthería está precedido por un Gandhi en tamaño natural que saluda con las manos unidas bajo un árbol. A una distancia prudencial, Gandhi da el aspecto de estar vivo, quieto en la sombra. Fue esculpido por su padre, Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la paz.

La madre de Pérez Esquivel es la artista y compositora Amanda Guerreño. La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos presentó en marzo de 2018 un concierto dedicado en buena parte a una de sus obras. En aquella ocasión, Esteban estuvo en la Vieja Usina acompañando a su madre junto a su pareja, la actriz Carina Resnisky.

Tiene 53 años, una historia atravesada por el arte y los viajes que convoca esa fascinación. La primera vez que salió del país, sin embargo, no fue por vocación sino obligada por el exilio familiar. Nació en San Isidro, Buenos Aires, vivió en Ecuador, en México, en diferentes países de Europa, también en Uruguay y hace casi 15 años eligió instalarse en Colón.

Esteban Pérez Esquivel es de oficio luthier. Comenzó a construir instrumentos inspirado en las tradiciones andinas, con maestros que le ofrecieron las herramientas para realizar sus propias creaciones, su modo de hacer y sonar.

Desde el origen, menciona, hay un tono de herencia. “Mi madre es compositora, eso influye mucho y mi padre es escultor, también artista. Los dos de carreras y trayectorias muy largas. Yo empecé con los instrumentos étnicos, me cautivaron mucho esos sonidos donde uno puede encontrar la variedad de colores, de historias, la afinación del instrumento con la persona. Toda esa historia que se mantiene desde el origen del hombre”.
Un largo camino
El recorrido es amplio y profuso en instancias de formación: van desde maestros orientados a la experiencia de la cultura originaria de pueblos americanos, a la escuela clásica europea. Pérez Esquivel atravesó cada una de esos desafíos, tomó sus elecciones y hasta creó una escuela de luthería en Buenos Aires.

“Hay dos áreas en las que trabajo: de luthería clásica, con instrumentos antiguos, guitarras de jazz, clásicas, copias de instrumentos de museos. La otra parte es llevar la profesión a los diferentes contextos sociales. En los lugares en que le van a dar una utilidad”, define.
Luthería para todos
Desde 1987 se empeña en acercar la luthería a grupos de personas que de otro modo difícilmente podrían acceder a un instrumento. No es una idea que flota como una quimera, es teoría y práctica creada por Esquivel, con bajadas didácticas en publicaciones y manuales sencillos. ¿Querés hacer tu guitarra? Acá están los secretos. Se trata, en definitiva, de una técnica que vuelve posible un universo complejo. Y es, a la vez, más que eso.

“Es producto de una investigación propia, una técnica que utiliza la pasta de aserrín. Es un reciclado de la madera, papel, talco y aserrín. Todo material reciclado, que contiene una mirada sobre la conciencia ecológica”, detalla.

Pérez Esquivel ha dado sus talleres de luthería en diferentes lugares del mundo y lo hizo también en Entre Ríos, a través del Consejo Federal de Inversiones. Hasta 2018, sin embargo, nunca había aplicado todos sus saberes a la hora de enseñar en la comunidad donde vive y trabaja con la custodia de un Gandhi de estatura natural, parado en la puerta de su taller, orando.

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Durante siete meses, el luthier trabajo junto a 20 chicos y más de 50 personas en total, en dos espacios comunitarios de Colón: San Gabriel y barrio El Ombú. Una vez por semana, Pérez Esquivel se dedicó a enseñar, paso a paso, la construcción de los instrumentos, con niños desde los 7 años y personas adultas.

Durante ese tiempo, en los talleres, se realizaron 15 guitarras clásicas, tres cuatros venezolanos y dos charangos. Los músicos que comenzaron a visitar el espacio de trabajo, se dedicaron a enseñar el modo de ejecutar las creaciones, afinar, cantar y comenzar a crear una orquesta donde antes no había instrumentos, ni melodías.

“Fue felicidad plena, ni en el día que Argentina jugaba por el Mundial faltaron los chicos. Los músicos de la zona les enseñaron a tocar, a afinar, a cantar. Ahí se dieron cuenta que el instrumento era una parte de ellos. Son barrios humildes, donde no hay muchas posibilidades de adquirir un instrumento de música. Hubo una transformación ahí en varios chicos”.

Pérez Esquivel emprende viaje, otra vez, este año: ofrecerá clases en México y también estará en España durante algunos meses. Los gurises de Colón, ahora, necesitan que el Estado municipal de continuidad a la iniciativa, generando las condiciones básicas para que la orquesta pueda funcionar.

Para Esteban Pérez Esquivel, en principio, enseñar a construir instrumentos es un modo de propiciar la independencia, una forma de terminar con la espera de que tal o cual programa se decida a bajar instrumentos para enseñar música desde algún organismo estatal. Por esa razón él se arremanga, deja por un tiempo la compleja realización de instrumentos antiguos y enseña los secretos de la luthería, con material reciclado, a niños y adultos: para que la música pueda fluir, en cualquier territorio, más aún en los más postergados, a pesar de todo.
Fuente: Entre Ríos Ahora

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