“Después de mi operación de cadera tuve que seguir un tratamiento muy costoso de antibióticos durante 60 días. A una parte la fui pagando como podía, pero igual me quedó una deuda importante de farmacia y quise vender mi cámara para saldarla. Cuando se enteraron mis amigos a través de Facebook no me lo permitieron, entonces reunieron una parte ellos y yo con esta muestra intento arrimar la bocha de lo que falta”, comienza explicando para El Entre Ríos sobre los motivos del evento.
Las fotografías que formarán parte de la muestra “fueron tomadas en Colón y en el río, entre la década del ’90 y el año pasado. Es una veintena de fotos. Siempre me llamaron la atención los retratos de las alboradas y los ocasos, así que con eso se van a encontrar”.
Sobre sus comienzos en el mundo de la fotografía, cuenta que fueron “cuando iba a un colegio inglés en Quilmes (Buenos Aires), que me picó el bicho de registrar un momento que nunca más se va a producir, congelando un instante maravilloso. Es impresionante como ha cambiado todo en pocos años: hoy en día podes tomar fotos hasta con un celular si queres, pero el ángulo y la luz se tienen que respetar igual”.
La importancia que Charlie pueda conservar su cámara radica todas las vistas que tiene por retratar. “El barbudo te sirve en bandeja unos paisajes alucinantes. Una mañana temprano el cielo estaba rarísimo: parecía como adoquinado y, de repente, se abre una grieta entre las nubes que hacía escapar los rayos del sol. Fue la imagen más espectacular que vi en mi vida, pero no había llevado la cámara, por eso digo que hay que llevar siempre una cámara fotográfica encima”, recuerda como anécdota y menciona como máxima a sus alumnos, aprovechando la oportunidad para anunciar a través de El Entre Ríos un nuevo curso que comenzará a brindar en pocas semanas y la presentación de un libro de fotografía que está preparando.
