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Estefanía nació en Gualeguaychú hace 33 años y, de chiquita, se fue a vivir con su familia a Verona, norte de Italia. Su vida cambió drásticamente esta semana, ya que quedó en la "zona roja" del coronavirus.

Los primeros efectos de la enfermedad en Italia comenzaron hace un mes en Lombardía, hoy la zona más crítica del planeta, con más de 2600 infectados y 135 muertos, y luego se expandió a todo el país, principalmente en el norte.

Estefanía cuenta que al comienzo no se entendió la gravedad del virus, la gente continuó con su vida cotidiana hasta que el gobierno no tuvo otra alternativa que extremar todas las medidas de seguridad.

“Tenemos que mantener un metro de distancia con otra persona, no podemos saludarnos ni abrazarnos, debemos lavarnos las manos todo el tiempo y evitar tocarnos la cara”, relata la gualeguaychuense, que no puede salir de su casa, salvo con una autorización para comprar alimentos o remedios, o por una urgencia médica.

Lo más preocupante es lo que ocurre en los hospitales: “en las terapias intensivas no hay lugar, no hay camillas ni respiradores y no dan a basto los médicos, muchos de los cuales se han contagiado. Las imágenes de las enfermeras son impactantes, tienen la cara quemada de estar todo el día con mascarillas, se quedan dormidas en el piso por trabajar más de 20 horas seguidas sin parar”.
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Sono i un'infermiera e in questo momento mi trovo ad affrontare questa emergenza sanitaria. Ho paura anche io, ma non di andare a fare la spesa, ho paura di andare a lavoro. Ho paura perché la mascherina potrebbe non aderire bene al viso, o potrei essermi toccata accidentalmente con i guanti sporchi, o magari le lenti non mi coprono nel tutto gli occhi e qualcosa potrebbe essere passato. Sono stanca fisicamente perché i dispositivi di protezione fanno male, il camice fa sudare e una volta vestita non posso più andare in bagno o bere per sei ore. Sono stanca psicologicamente, e come me lo sono tutti i miei colleghi che da settimane si trovano nella mia stessa condizione, ma questo non ci impedirà di svolgere il nostro lavoro come abbiamo sempre fatto. Continuerò a curare e prendermi cura dei miei pazienti, perché sono fiera e innamorata del mio lavoro. Quello che chiedo a chiunque stia leggendo questo post è di non vanificare lo sforzo che stiamo facendo, di essere altruisti, di stare in casa e così proteggere chi è più fragile. Noi giovani non siamo immuni al coronavirus, anche noi ci possiamo ammalare, o peggio ancora possiamo far ammalare. Non mi posso permettere il lusso di tornarmene a casa mia in quarantena, devo andare a lavoro e fare la mia parte. Voi fate la vostra, ve lo chiedo per favore.

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Estefanía confiesa que tiene “un nudo en la garganta de tristeza”, y expresa que “es una impotencia terrible no saber cómo va a ser el día de mañana, no tenemos idea hasta cuándo va a durar y cómo vamos a salir adelante, porque nadie puede ir a trabajar y esto es un daño económico terrible para el país, vivimos fuera del mundo”.

Para no caer en un desánimo generalizado, la gualeguaychuense y el resto de los vecinos realizan carteles y pinturas para darse fuerza mutuamente: “Todo va a estar bien”, rezan la mayoría de las pancartas que lucen en el frente de las casas para que el resto las pueda observar desde su ventana.

Por último, Estefanía destaca que “tenemos la gran responsabilidad de hacer el esfuerzo y cumplir con las medidas para que no muera nadie más, cuidando a la población de riesgo que son los mayores de 65 años”, y pide que “ojalá que a nadie le pase de llegar a este nivel”.
Fuente: Diario El Día

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