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Señora directora:

Leí eso de las gracias a Bordet de su Benicio Faenas. Al que no tengo el gusto de conocer, y me parece que se esconde detrás de un seudónimo. No es que me queje, porque lo mismo haré yo. Pero acordándome de Benicio se me salió la idea de contarles de mi viaje de esta mañana saliendo de San José, dando la vuelta por El Colorado, para terminar aquí en Colón.

Todo muy bien a la salida de San José, dejando de lado esos semáforos de porquería, que obligan a detenerse por su lucecita roja, y a esperar como un pavo, en tanto no pasa nadie por las otras bocacalles.

Del estado de la ruta mejor no hablar, sobre todo ahora que Gustavo y Pablo se han puesto por fin de acuerdo en volverla a pavimentar. En verdad, hablar de ruta es una forma de decir, porque en parte, aunque no se puede, sería mejor andar por la banquina. El camino a El Brillante impec. Se ve que Irma Monjo le pone garra. Cuando pasé por allí, casi a 90, la moto niveladora estaba trabajando, y creo que no hacía falta. Tomé luego el flamante camino de Liebig a lo de Celestino. Grande Sergio (¡¡!!) Petiso de oro (!!).

Casi sobre Colón me hicieron desviar apuntando al puente viejo del Artalaz. Y ya fue como si estuviera en Colón, porque el aristocrático barrio de los Altos del Artalaz tiene las calles, si es posible imaginar, en peor estado que las de esta ciudad entre los bulevares. Hasta llegué a pensar, recordando el pedazo de camino sanjosesino entre El Brillante y El Colorado, si las calles de los Altos, han sabido alguna vez de las caricias de una motoniveladora. Pero todo tiene su pro y su contra y así, quienes viven en los altos, han de tener la impresión de que viven en lo agreste. Saludos.

Sandalio Regalado Sánchez
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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