Ubicado y esposado, no por la eficiencia de ningún detective sino por habérsele puesto precio a su cabeza. No habrá que resucitar el cinematográfico personaje del caza recompensas. Aunque pensándolo bien sería de balde, si no encontráramos una figura de la misma eficacia para hacer Justicia.
Entonces, ocuparse de eso parece hasta superfluo. Aunque no el preguntarse si no comienza a echar raíces aquí, una nueva categoría de cuñados: los cuñados tóxicos.
Quienes son la expresión de una peligrosa forma de nepotismo. Que es consecuencia que no les importa hacerse de un cargo público. Aunque admitan que no les viene mal como una yapa. Porque lo que le interesa, hermandad política mediante, es su poder de hacer desaparecer la ley y las trabas burocráticas. En casos acotados y con vueltos grandes; y valiéndose de funcionarios que miran para otro lado o simplemente no miran.
De cuñados tóxicos conocía un solo caso histórico. El de Juan Duarte, de quien no puede decirse que tuvo un final feliz. Hay quien dice que en nuestras tierras existe otro ejemplar, hermano de la mujer de un exgobernador. ¿Cuántos más habrá, entre los que efectivamente lo son o consiguen hacerse pasar por tales?