El bigote a través de la historia ha sido considerado símbolo de hombría y virilidad, pero también fue un indicativo de clase, sabiduría, autoridad o poder, según el momento y la sociedad donde se le ubique.
El rasurado con cuchillas de piedra era técnicamente posible desde el Neolítico, aunque una de las representaciones más antiguas mostrando a un hombre afeitado y con bigote es la del mayordomo Keti, que vivió durante la dinastía VI (tercer milenio adC).
Estuvo de moda siglos atrás en los ejércitos de numerosas naciones, con gran variedad de estilos. En general, los hombres jóvenes y los de grados inferiores llevaban pequeños y menos elaborados bigotes; los oficiales de alta graduación y los veteranos portaban espesos mostachos. En algunos países, como en Entre Ríos, fue obligatorio para los soldados dejar crecer el bigote.
El ejército británico, por ejemplo, prohibió el rasurado del labio superior, en todos los grados, desde el siglo XIX hasta que el reglamento fue abolido mediante una Orden del ejército de 6 de octubre de 1916.