Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
El agujero negro por el que se resisten a ser tragados algunos jubilados

Vamos comenzar contando un cuento. Que a la vez es poco menos que hilachas de una utopía fallida. Se trata de otro "había una vez. . .". Que hacía referencia a un reino, en que un grupo numeroso de ricos llevaba la gran vida, a costa del resto que la pasaba mucho más mal que bien –en realidad terriblemente mal- a vista y paciencia de un rey estúpidamente presumido. Quien un día murió. Siendo su trono ocupado por su hijo.

Educado desde su tierna infancia por un viejo filósofo, elegido por la reina y lleno de ideas raras. Que al día siguiente no más de ser coronado, dictó un real edicto, por el que, de allí en más, todos sus súbditos iban a ser iguales y medidos por la misma justa vara. Y es allí donde el relato parece enloquecerse. Porque ¿quiénes fueron los más enojados y hasta dando muestras de un gran enojo e indignación por esa decisión?

En una reacción que asombró al rey hasta el espanto, satisfecho por haber llevado a cabo las enseñanzas recibidas de su anciano maestro. No fueron los privilegiados – los "señoritos", para graficarlo como en tiempos idos, pero no tan lejanos, se los conocía en España- que lógicamente no estaban contentos, y se los veía exhibiendo un contenido enojo que apenas disimulaba sus ganas de llevar al rey puesto y volverlo depuesto.

Eran, sorpresa de las sorpresas, los más indignados quienes hasta ese momento la pasaban muy mal y a los que, desde allí en más se les reconocería igual de trato, condiciones y posibilidades que al resto de los súbditos.

¿Qué es lo que les pasa? ¿Qué es lo que no entiendo?, les preguntó a ellos el rey. Y la respuesta fue escueta, clara y simple: lo que nosotros pretendíamos y no se nos ha concedido, es que de un momento en más pudiéramos vivir como los señoritos, mientras que los señoritos pasaran a vivir como lo hacíamos nosotros. . . El cuento termina relatando que el joven rey miró a su madre, buscó los ojos de su viejo filósofo y maestro y. . . lloró.

Hay quien alarga la historia diciendo que "después se marchó, dando muestras de que se iba sin entender lo que había hecho y mal, y refunfuñando que mal se arreglen como pudieran".

Y colorín, colorado. . . Pero el cuento no ha terminado. Ya que este nos debería servir para ponernos a pensar, hasta qué punto nos parecemos y hasta qué punto nos diferenciamos de los habitantes de ese fabuloso reino.

Y se nos ocurre que deberíamos concluir diciendo que lo que en realidad quisiéramos es que todos pudiéramos ser ricos, y con la posibilidad de vivir hastiados hasta la enfermedad de una abundancia que tiene mucho de obscena, aunque no siempre se lo perciba. . .

Todo lo cual puede parecer una exageración –y evidentemente lo es, ya que exagerar se debe a una intención didáctica- y en grandísima medida lo es, pero que de cualquier manera contiene una insignificante dosis de verdad. Ejemplo de lo cual lo encontramos en la indignada "revuelta semiblanda" de la planta de personal pasado y actual – y porqué no futuro- de los funcionarios y empleados bancarios jubilados y por jubilarse en el futuro, del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

El caso es simple: esos bancarios están afiliados a una caja a la que cuesta llamar previsional –ya que por lo visto "pre-visiona" poco y mal y a la vez es ventajera y aprovechada-que funciona o al menos así es como se dice, pagando beneficios de retiro al personal de ese banco, por montos más altos, y a una edad más temprana que al resto de los trabajadores del país, con exclusión obvia de otros que ostentan parecidos y aun mayores privilegios.

Todo lo cual se logra no como pretendían hacerlo los alquimistas cuando fallaban en sus intentos de trasformar cualquier metal en oro, sino de una manera admirablemente astuta por su gran simplicidad, cual es que para el pago de esos beneficios, los trabajadores bancarios en actividad contribuyen con el aporte de una pequeña porción, y que se complete el resto faltante, no con los fondos de esa Caja, sino que el gobierno provincial contribuya poniéndole la mano en el bolsillo de todos los bonaerenses.

Demás está decir que no sufrimos de un encono especial para con los bancarios de ese banco, ni de ningún otro de nuestro país, sino que estamos valiéndonos de ellos para ejemplificar lo que hemos mencionado más arriba.

Y que si así lo hacemos, es porque ellos se han bajado al ruedo al protestar por una reforma a su régimen jubilatorio que como también vemos de tal tiene muy poco, y que seguramente si estuviéramos en condiciones y nos propusiéramos buscar y mencionar otras, nos toparíamos con casos mucho más escandalosos.

Pero, la verdad sea dicha, escrita y proclamada que existe el hecho real es que, en lo que respecta al banco de la provincia de Buenos Aires, tiene un universo aproximado de ocho mil aportantes activos para unos dieciséis mil pasivos, o sea una ecuación de 0,7 activos por cada pasivo. Lo que significa que para que ellos cobren jubilaciones que van de los cuarenta mil a los ciento cincuenta mil pesos, habría que decir en verdad -con más propiedad- que el resto de los bonaerenses tienen que contribuir con una masa de dinero cuya magnitud anual, al momento, es equivalente al costo de la construcción de tres autopistas entre Buenos Aires y Mar del Plata.

Es frente a esa situación donde se hace presente, no la disconformidad de todos los bonaerenses, sino de esos bancarios jubilados o con perspectiva de hacerlo en algún momento, ante una reforma convertida en ley en esa provincia, que debería sonar a risa, ya que por su lentamente estirado gradualismo, en realidad para que sus efectos comiencen a observarse, según indican voces autorizadas, habrá que esperar al año 2050. . .

En fin, un botón de muestra. Lo que lleva no sólo a preguntarnos cuándo vamos a comenzar "a pensar en serio", o simplemente a hacerlo. Mientras es posible preguntarnos, sin ánimo de ofender a nadie, a dónde podemos llegar a ir parar de seguir pensando y comportándonos de la forma expuesta en el cuento y coronada en el ejemplo.

Enviá tu comentario