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Todas las personas recibieron cuidados alguna vez. Todas necesitan y necesitarán ser cuidadas por alguien en algún momento de sus vidas: cuando nacen, mientras crecen, cuando envejecen. La contribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es enorme: representa entre un cuarto y un quinto del PBI de los países, según un informe que se presentó en el contexto de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer en América latina y el Caribe, un evento organizado por ONU Mujeres y la Cepal. Y el 74% de ese aporte lo realizan las mujeres.

En el documento se enfatiza en la necesidad de valorar la economía del cuidado e invertir en ella. Para tener una idea, si se lo considerara formalmente una actividad económica, en la Argentina el trabajo de cuidado representaría el 15,9% del PBI y así pasaría a ser la principal actividad del país, según señala el informe, por encima de la industria (15,7% del PBI) y del comercio (15,5%).

“Son las mujeres quienes amortiguan los efectos de las múltiples crisis mediante una intensificación del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado”, apunta el texto. Y confirma que durante la pandemia esta brecha de género se agigantó. Por ejemplo, en la Argentina y Chile, debido al aumento de horas dedicadas a las labores domésticas y de cuidados, la estimación económica del trabajo no remunerado pasó a ser del 25,6% y el 21,8% del PBI, respectivamente.

“La magnitud del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en relación con el PBI muestra la relevancia de este trabajo a nivel económico y esto se contradice con la poca valoración social que tiene y con el escaso uso que se le da a esta información para la toma de decisiones en términos de políticas económicas”, dice el informe, que fue presentado en el salón Libertador del Hotel Sheraton por el secretario ejecutivo de la Cepal, José Manuel Salazar Xirinachs.

El foco de la Conferencia Regional sobre la Mujer este año es la sociedad del cuidado. La propuesta es ¿cómo transformarnos en una sociedad en la que el cuidado de las personas deje de ser invisible, asumido en silencio y sin protestar por las mujeres, con una dialéctica de que se trata de una tarea amor y que no involucra a otros actores como la comunidad, el Estado o el sector privado?

“Estamos en una situación de transición demográfica en la que cada vez será mayor la población que requerirá cuidados, tanto de niños como de personas mayores”, advirtió Salazar Xirinachs.
Un telescopio 24 horas
“Si hubiera que poner a una persona a reemplazar la tarea que a diario realiza una madre, se necesitaría contratar a cinco personas de tiempo completo. Eso si el hijo generara el mismo trabajo que un telescopio que requiere 24 horas diarias de atención. Pero sabemos que es mucho más. Son jornadas extremadamente largas, que ningún acuerdo sindical contempla. Nadie te dice que vas a tener que seguir trabajando en Navidad y hasta cuando estés enferma”, aseguró María Ángeles Duran, una investigadora española especializada en el análisis del trabajo no remunerado, invitada a la presentación.

¿Cuántas personas se necesitarían para realizar las tareas de cuidado no remuneradas? El documento señala una media para la región: se necesitaría un 84,1% de puestos de trabajo adicionales a tiempo completo para cubrir el trabajo no remunerado que se realiza en los hogares en relación con la población ocupada. En la Argentina el aumento debería ser del 174,6%. Estos datos surgen del documento, pero están construidos sobre otros aportados por los gobiernos.

Dicho de otra manera: en el país hay unos 11 millones de personas ocupadas, y semanalmente se dedican 740 millones de horas a las tareas de cuidado. El 76,2% de esas tareas las hacen las mujeres. Quiere decir que se deberían crear 19 millones de nuevos puestos laborales de tiempo completo para realizar ese mismo trabajo. Algo similar ocurre en los demás países de la región.

Según la última encuesta de uso del tiempo, en 2021, el 84,8% de los hogares del país requiere trabajo no remunerado por tener demandantes de cuidado: de hijos a adultos mayores. En el 93,3% de los hogares esa tarea es realizada por mujeres y en el 74%, por hombres.

El informe de la Cepal señala que a nivel regional, las mujeres dedican entre 6,3 y 29,5 horas más por semana que los hombres a tareas de cuidado. “Esto hace que, en todos los países y todos los grupos de edad, la carga total de trabajo de las mujeres sea superior a la de los hombres, con diferencias que varían entre 2,4 y 20,8 horas semanales”, señala.

Según la Encuesta de Uso del Tiempo 2021, en la Argentina la tasa de participación en el trabajo total de las mujeres es superior a la de los varones: 9,2 horas diarias, frente a 8,4 horas. Además, cada día realizan casi tres horas más de tareas de cuidado que los hombres: ellos dedican 3,4 horas por día a trabajo no remunerado y ellas, 6,3 horas.

“Pese a su vital importancia, el lugar central del cuidado en la provisión de bienestar ha permanecido invisible. La economía ortodoxa solo valoriza el trabajo remunerado, mientras que oculta el no remunerado. El mercado laboral limita los tiempos para el cuidado de otros, el cuidado del planeta y el autocuidado, como si las personas que desempeñan funciones laborales no tuvieran necesidades propias de cuidados, ni responsabilidades sobre el cuidado de otras personas y de su entorno. Esta omisión, además de obstaculizar la autonomía de las mujeres, niega el valor económico de los cuidados y reproduce desigualdades”, señala el informe.

“Debemos poner en el centro de las decisiones el cuidado. La tarea de reconocer el derecho al cuidado requiere una práctica que el feminismo ya ha transitado: tomar algo fuera de la conversación política y empezar a emplazarlo. Tenemos que desnaturalizar algo que se venía como dado. Se requiere transformar el modelo de desarrollo, nada más ni nada menos. Necesitamos incorporar al sector privado en esta discusión”, apuntó Antonia Orellana, ministra de la Mujer y Equidad de Género de Chile.

Pero no se trata solamente de un cambio que se requerirá en los próximos años, porque el cuidado es un derecho de quien lo da y de quien lo recibe. “Hay que dimensionar el costo que representa para las mujeres y el que significa para un sistema productivo, que puede ser más productivo, porque puede descansar en servicios de cuidado”, dijo Natalia Gherardi, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una organización feminista que junto a Unicef impulsa un programa que se llama “Empresas que cuidan”. Del programa participan firmas comprometidas con políticas que contemplen el cuidado como algo que no solo involucra a mujeres, sino a hombres y a la propia empresa, que se dispone a facilitar licencias, permisos y entornos que hagan que el cuidado de las personas dependientes no sean una carga exclusiva de las mujeres. “Ya hay más de 40 empresas comprometidas y para ellas los resultados son positivos. Porque invertir en el cuidado es redituable”, afirmó.
Razones
“La sobrecarga de trabajo no remunerado de las mujeres representa un obstáculo para su autonomía y plena participación en el mercado laboral y para impulsar procesos de desarrollo económico con igualdad en la región. Por tanto, liberar el tiempo de las mujeres y garantizar su autonomía económica produce externalidades positivas que repercuten en el resto de la economía y, por ende, en la recaudación fiscal”, señala el documento, y sostiene que invertir en políticas de cuidado puede ser una buena decisión económica, tanto para el Estado como para las empresas.

“En un estudio realizado para Colombia, se estimó que si el Estado y el mercado asumieran los cuidados que hoy se realizan de forma no remunerada, este nuevo sector productivo pasaría a contribuir con el 33,7% del PBI. Por otra parte, la inversión en sistemas de cuidados es particularmente estratégica, ya que no solo permite romper con el círculo vicioso de pobreza y exclusión, sino que puede transformarse en un círculo virtuoso: aportaría a aliviar la sobrecarga de las mujeres respecto de los cuidados, a disminuir el costo de oportunidad y, por consiguiente, a promover procesos de autonomía económica. En segundo término, la inversión en el sector de cuidados tiene la capacidad de generar puestos de trabajo y de dinamizar otros sectores interrelacionados de la economía (como el de las obras públicas).

“A su vez, toda esta mayor actividad económica puede amortizar en parte la inversión inicial en la forma de una mayor recaudación fiscal. Por último, la inversión en sistemas de cuidados contribuye de manera directa al bienestar de las personas, especialmente si se regula y controla la calidad de los servicios comunitarios, públicos y privados que brindan cuidados. En el caso específico de la inversión en cuidado infantil, esta también traería beneficios en el largo plazo a través de un mayor desarrollo físico y cognitivo de niñas y niños, especialmente aquellos en situación de pobreza. En este contexto, las políticas de cuidado, con una ampliación de servicios públicos, tienen el potencial de transformarse en uno de los motores de una recuperación”, concluye el texto.
Fuente: Evangelina Himitian para La Nación

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