Antes de convertirse en un ícono de la escena tropical, trabajaba como maestra jardinera; fue esposa, madre y dedicaba su tiempo a las tareas domésticas, lo que se esperaba socialmente para la mujer. Sin embargo, se animó a romper los mandatos y estereotipos para luchar por su sueño: cantar arriba del escenario y que la gente se enamore de sus canciones.
Miriam logró vencer las barreras de su entorno, de los productores e incluso del público: “Yo no tengo drama con mi cuerpo, aunque fue una traba muy fuerte para ser aceptada en la movida tropical. Se usaban mucho las rubias espectaculares tipo vedette y yo con mi cuerpito y mi cara no daba ni ahí con lo que se esperaba. Por eso al comienzo se me cerraron muchísimas puertas. Esta garganta y este corazón hicieron que la gente me quiera como soy”, había manifestado.
A los 29 años fue a un casting convocado por Juan Carlos “Toti” Giménez, quien terminó siendo el productor que la llevó al estrellato y también su último amor. Es que la vida de artista, ir de baile en baile, viajar por toda la Argentina, desembarcar en Bolivia y Perú (dos mercados muy importantes para la música tropical) no fueron compatibles con el modelo de esposa clásico, Gilda estaba cambiando y separarse del padre de sus hijos fue una consecuencia natural de esta crisis.
Muchas de las canciones de la cantante de cumbia fueron versionadas por bandas y artistas de diversos géneros musicales, como Attaque 77 o Los Enanitos Verdes. Incluso, traspasó fronteras y todas las barreras culturales para llevar amor, música y fiesta. 24 años después, Gilda sigue presente en el corazón del pueblo.