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Uno de los jóvenes que acusó al sacerdote Ilarraz fue citado como testigo en una presunta investigación interna de la Iglesia, la noche anterior a su declaración en el juicio contra el cura, reveló el periodista Germán de los Santos, para el diario La Nación.

El auto frenó suavemente cerca de las 19 en la puerta de la casa de los padres de Maximiliano Hilarza. El sol parecía raquítico, mientras terminaba de atardecer en esta ciudad. Él esperaba, con angustia. Sin previo aviso le habían comunicado que ese domingo debía declarar como testigo en el juicio diocesano contra Justo Ilarraz, el cura que es acusado como su abusador -y de otros seis niños de 12 y 13 años- cuando estaba internado en 1993 en el seminario Nuestra Señora del Cenáculo.

Hilarza lo denunció en el Arzobispado de Santa Fe en 2013 y también se presentó en la Justicia de Entre Ríos. Cinco años después, la Iglesia lo convocó para declarar un domingo a la noche. Subió al auto y a los pocos segundos se sorprendió de que tomaran hacia el sur, por lo que decidió preguntar adónde iban. Le dijeron que lo llevaban a declarar al seminario, el lugar donde Ilarraz habría abusado de Maximiliano y de los otros chicos.

En el camino se quebró, contó. Fue un llanto desolador. En su cabeza se asomaban las imágenes de aquella época, los olores, las palabras de Ilarraz. El horror. "Me negué y les dije que no podía volver a ese lugar porque me hacía mucho daño", relató. Le propusieron que le tomarían la declaración dentro del auto, pero también lo rechazó. Al otro día empezaba el juicio en los tribunales de Paraná contra Ilarraz, en el que este joven declaró por más de tres horas y reveló los abusos que sufrió durante su paso por el seminario.

Veinticinco años después de haber sido una víctima de abuso y luego de que esa historia quedara todo ese tiempo sumida en la oscuridad, por la supuesta complicidad de las autoridades eclesiásticas, como denuncian cuatro exsacerdotes, este joven volvía a ser blanco de otra intimidación, más sutil, pero -según él- "perversa".

Tras enterarse de lo que le había pasado a una de las víctimas horas antes del inicio del juicio, representantes de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico presentaron una denuncia en el Ministerio Público Fiscal de Paraná contra el presidente y secretario del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano, los sacerdotes Hugo von Ustinov y Matías Barrueta, respectivamente, quienes fueron -según la presentación- artífices de la maniobra.

"Que convoquen a Maximiliano a una supuesta entrevista un domingo a la noche en ese lugar, a horas de que tenga que declarar, es algo realmente macabro", resumió Liliana Rodríguez, psicóloga de esta organización.

La maquinaria de la impunidad parecía seguir activa. El pasado y el presente no se podían desligar en ese encadenamiento de complicidades. Pero la historia afloraba por decisión de las propias víctimas: Hilarza, Hernán Rausch y Fabián Schunk y otros cuatro muchachos cuyos nombres permanecen en reserva.

El actual arzobispo de Paraná Puiggari deberá declarar en el juicio esta semana. Lo hará por escrito, de la misma manera que sus predecesores Estanislao Karlic y Mario Maulión. Puiggari era rector del seminario cuando los jóvenes fueron abusados. Su dormitorio, recuerdan las víctimas, estaba al lado del de Ilarraz, donde llevaba a los niños a pasar la noche y a abusar de ellos.

La única reacción pública del Arzobispado de Paraná ante el juicio fue la difusión de un comunicado en el que pide perdón y lamenta "profundamente el dolor y el sufrimiento padecido por las víctimas, sus familiares y allegados".
Vínculos familiares
Tres días después de declarar ante el tribunal, Maximiliano está sentado en un banco del parque Gazzano. En el fondo hay una laguna que brilla por los destellos del sol, y bandadas de loros que tapan su voz. En un banco en el centro del parque, este joven que vive en Rancagua, Chile, está casado y tiene una hija de cinco años, resopla y dice que tras declarar en el juicio revivió. "Yo tenía vergüenza de contar lo que había sufrido. Por eso estuve en silencio hasta 2012, hasta que la revista Análisis empieza a publicar la historia de abusos en el seminario. En ese momento se lo conté a mi madre", recordó. "Ella se puso muy mal, porque Ilarraz era su amigo. Nos había ido a visitar a Chile dos veces y hasta bautizó a mi sobrino", reveló.

El periodista Daniel Enz, quien reveló esta historia en el semanario Análisis en 2012 y luego publicó el libro Abusos y pecados, asegura que Ilarraz mantenía una relación "perversa" con las familias de los seminaristas abusados. "Muchos de ellos eran chicos de pueblos del interior de familias muy humildes y religiosas. Les decía que si lo denunciaban él iba a decir que el chico era homosexual", apuntó. El exsacerdote José Dumoulín, junto a otros tres curas, fue desde dentro de la Iglesia quien más luchó para que se investigaran los abusos en el seminario. " La Iglesia nunca tuvo voluntad de llegar a la verdad ante estos hechos aberrantes. Durante 20 años hubo distintas maniobras para evitar que esto saliera a la luz".

La primera investigación por los abusos de Ilarraz contra chicos del seminario se originó en 1995. Fue el propio arzobispo emérito Estanislao Karlic quien hizo una investigación, que se cerró un año después sin ningún resultado. La Iglesia no avisó a las familias de los abusados que se realizaba una pesquisa contra Ilarraz, quien un año antes fue enviado a estudiar a Roma. Tras regresar en 1997, el Arzobispado de Paraná lo envió a Monteros, Tucumán, donde estuvo 17 años. Ahora puede ser condenado a 15 años de prisión.
Fuente: La Nación

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