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No se puede decir que vivimos en una zona tambera, aunque no esté nuestra área rural exenta de establecimientos de este tipo. Es por eso que la crisis no nos golpea en la misma forma que en otras zonas de ese sector productivo, ni el ininterrumpido goteo de quienes van dejando la actividad. Distinto sería el caso se una situación similar se viviera en el ámbito de la avicultura, ya que el hecho que en los últimos años haya disminuido su número, no hace ni mosquear a la mayoría que quienes aquí vivimos, con la excepción de los afectados directos.

Pero el motivo de preocupación debería ser por nosotros compartido aun desde una perspectiva egoísta, ya que tomamos una leche que se ha vuelto cada vez más cara, y el queso sigue estando entre nuestras preferencias gastronómicas, a pesar de que su precio lo vuelva tantas veces imposible de ocupar un lugar, en lo que se nos ha inducido a designar como “la mesa de los argentinos”. Sin hablar del costo que alcanzan “mini raciones” de otro productos lácteos, cuyo caso nos lleva frecuentemente a sospechar que en el precio en las góndolas y mostradores tiene más incidencia lo que se gasta en propaganda que lo que se le paga a los tamberos.

Es por eso que no puede dejar de interesarnos a todos un reciente informe confeccionado por un dirigente ruralista y que ha sido recogido por algunos medios de prensa, en el que se efectúa comparación de lo que pasa en ese sector –y sus repercusiones en la economía hogareña- en nuestro país y en el Uruguay. Y en el que se llega a la preocupante conclusión que “con una producción lechera más chica, Uruguay les paga mejor a sus tamberos que la Argentina y, además, sus consumidores pagan más baratos los productos del sector en las góndolas.”

Conclusiones que son abonadas por una profusa información al respecto. Es así como se comienza señalando que “con una producción anual de 1850 millones de litros, Uruguay exporta el 68% de su producción y este rubro representa para sus industrias lácteas el 60% de su facturación. En tanto, la Argentina vende al exterior el 21% de su producción total, que el año pasado se ubicó en torno de los 11.200 millones de litros”

Haciéndonos en seguida conocer que “En julio pasado, el productor lechero argentino cobró por cada litro entregado a la industria el equivalente a 37 centavos de dólar. En tanto, el tambero uruguayo recibió de las usinas 44 centavos de dólar.

Y que en paralelo, mientras aquí la industria vendió el litro de leche a salida de fábrica a 67 centavos de dólar, en Uruguay las empresas lo hicieron a 61 centavos de dólar” Con el agravante que “la industria lechera argentina comercializó más caro a salida de planta, pero a los productores les pagó menos de lo que reciben los tambos en Uruguay: en julio, mientras la industria argentina vendió en planchada un 11% más caro que en Uruguay, al productor de nuestro país le pagaron un 18% menos"

De allí que el análisis prosiga dando a conocer que “en el vecino país los tamberos tienen una participación más alta en el precio de venta de la industria. Para el período marzo/julio esa relación dio un 77%, en tanto que en la Argentina el porcentaje del productor sobre el valor de comercialización de las industrias fue del 55 %”. Dicho de otro modo “si el productor argentino recibe 0,37 dólares, participa de un 33 por ciento del precio final en góndola. Por su parte, al cobrar 0,44 dólares en Uruguay el tambero se lleva el 52 por ciento del valor final.”

Mirando a continuación las cosas por el lado de los consumidores, también los del vecino país están mejor que nosotros, ya que aquí el precio que paga el público es de 1,10 dólares equivalente litro de leche, contra 84 centavos de dólar en Uruguay. (Cabria aquí efectuar dos aclaraciones. La primera es que del informe no surge cuál de los innumerables dólares con los que se opera en nuestro mercado de cambios en la realidad, es el utilizado para efectuarlo. La segunda, que los datos manejados son de julio de este año, y en la volátil situacion de la Argentina de hoy el trecho que va desde julio a octubre se nos presente como una eternidad).

Por nuestra parte no queremos entrar en la explicación contenida en el mismo informe acerca de las discrepancias que se observan en el estado de cosas que exhibe la lechería en ambos países. Limitándonos a señalar que se tiene por una de las principales a que en el vecino país al mercado de exportación no se lo considera competitiva, sino complementaria.

De donde partiendo desde una óptica totalmente opuesta a la de nuestro país, al parecer aciertan al entender que no se puede ver en una mayor exportación ya una amenaza, ya un peligro cierto del que hay que defenderse sino una circunstancia que viene a beneficiar indirectamente a los consumidores internos.

Tanto funcionarios gubernamentales como productores y empresarios del sector coinciden así en señalar que al constituirse las exportaciones el equivalente a las dos terceras partes de la facturación de las empresas industrializadoras, las mismas se encuentran en condiciones de atender al mercado interno a un precio menor.

Argumento que expresado de esa manera simplista no nos suena del todo convincente, independientemente del hecho de considerar que “algo estamos haciendo mal” para que con tierras mejores, tamberos formados, e industrias de una mayor escala, los resultados obtenidos sean diferentes.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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