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¿Quién es Alejandro Aravena y por qué su quehacer puede ser de interés para nosotros? A ese respecto debemos comenzar por señalar que por una revista especializada que cayó por casualidad en nuestras manos, nos enteramos que Alejandro Aravena es un arquitecto chileno de 48 años, a quien se le ha otorgado recientemente el Premio Pritzker de Arquitectura. Todo un honor, según allí se destaca, porque se trata del premio más prestigioso en lo que arquitectura se refiere y porque normalmente suele ser entregado a una vida de trabajo en este rubro y Aravena aún tiene mucho camino por recorrer.

Pero como en esa misma publicación se destaca -luego de señalar hitos importantísimos en su vida profesional- lo realmente significativo en la carrera de Aravena es el haber mostrado su talento en su máxima expresión en proyectos, que no quedaron en eso sino que se tradujeron en obras que ha hecho para ayudar a los más pobres y desposeídos.

La misma publicación alude a ese enfoque arquitectónico que considera innovador, empleando una terminología que a primera vista suena, cuando no como estrambótica, al menos como horripilante, ya que se la designa como arquitectura incremental. Afortunadamente la idea de Aravena ha sido mucho más acertada que la manera de designarla.

Es que las llamadas viviendas incrementales que Aravena concibió, son la respuesta a un problema surgido en Chile hace de esto más de 10 años. El problema era el siguiente: el gobierno chileno no sabía dónde albergar a 100 familias que durante los últimos 30 años habían ocupado un territorio de forma ilegal en el centro de Iquique. Por ello, a Aravena se le ocurrió construir casas por la mitad o una casa que no estuviera terminada, aplicando el principio de incrementalidad. Les dejaba espacios vacíos para que los ocupantes pudieran completarlas según sus propias necesidades, o dejaba un espacio libre entre cada casa para permitir la posibilidad de que se expandan.

Por nuestra parte -y sin que ello signifique buscar en nada desmerecer a Aravena- quisiéramos señalar que en nuestra provincia se asistió en su momento en dos municipalidades por lo menos a intentos parecidos que se nos ocurre han quedado lamentablemente discontinuados. Es así como en La Paz, a los habitantes de las zonas costeras del Paraná, se procuró reemplazar sus precarias ranchadas, por lo que cabe denominar como "núcleo básico" consistente en una única habitación amplia, con baño adosado, y que se prolongaba en un espacio semicubierto -es decir con techo pero sin paredes- con piso de cemento y un fogón funcionalmente concebido. En el caso de Diamante la iniciativa se mostraba como más ambiciosa ya que a una vivienda mínima -de dos ambientes- se les agregaba los cimientos de dos habitaciones más que apenas sobrepasaban el ras del suelo, con el objeto de procurar que las ampliaciones futuras, la labor "incremental"-según la terminología de Aravena- se llevara a cabo siguiendo pautas que no quedaran libradas al capricho.

Y todo lo hasta aquí señalado viene al caso, en atención a lo que muchas veces se hace presente en materia del planeamiento y ejecución de planes sociales de vivienda en los que la exigüidad de los lotes y las superficies de las viviendas en ellas construidas -que ya desde el vamos es insuficiente para el número de personas que tienen que albergar- llega a provocar la impresión, al mirarlas en conjunto, que son poco más que un "campamento de refugiados". A lo que se agrega la pregunta de ¿cuántas de ellas se entregan con una "biblioteca mínima" ubicada en un habitáculo en uno de las paredes interiores? A lo que habría que agregar que resulta verdaderamente inexplicable -aunque quizás habría que decir lo contrario- que la construcción de los grupos de viviendas a las que nos referimos no vengan acompañadas de la plantación de árboles, tanto sobre el frente a la calle como en el fondo del terreno, ya en el momento de comenzar la construcción o por lo menos antes de que los mismas sean entregados. Una acotación más: se debe advertir que la calidad de vida, en lo que a la vivienda respecta tiene una relación mayor con el espacio disponible, que con las características de la construcción.

Los espaciosos ranchos de nuestra campaña rodeados de una frondosa arboleda sirven para comprender lo señalado.

Por otra parte, dando por concluida lo que no es sino una digresión; habría que agregar que no estaría demás que todos quienes se decidan a construir su vivienda, tengan presentes desde el vamos, ese "principio de incrementalidad", que no es otra cosa que una manera de ser previsores, y dejar de lado nuestras ínfulas de arquitectos aficionados, que está presente en nuestra idiosincrasia.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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