Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Uno de los tipos de encuestas de opinión que se lleva a cabo entre nosotros, tiene por objetivo específico la búsqueda de un orden de prioridades entre los problemas o necesidades que nuestra población considera que exigen atención.

Invariablemente en las encuestas a que se hace referencia ocupan las primeras ubicaciones, aunque en un orden no siempre invariable, ya que se producen subas y bajas, o adelantos y retrocesos la seguridad, el comercio y consumo de drogas, la falta de trabajo, el estado de la economía y la tasa de inflación que la misma acusa, la educación o la salud, el drama de los jubilados, además de otros tópico significativos.

Aunque si algo llama la atención, es la ignorancia que en esa serie se hace de aquello que cabría designar como la cuestión institucional, un tópico al que por lo visto se esquiva. Con el añadido que una referencia adecuada a esta cuestión, implica desplegar el concepto de institucionalidad, de manera que se aluda a una que sea consensuada, es decir que resulte la expresión de un acuerdo entre la totalidad de los factores de poder que integran la nación, comenzando, obviamente, por la atención privilegiada que es necesario dar a los puntos de vista y aspiraciones del pueblo.

Pero alcanzar una institucionalidad consensuada, es tan solo el primer paso en la dirección adecuada, ya que si allí se agota el proceso no se logra el objetivo final, cual es el de la estructuración de una comunidad equitativa y armoniosa que se proyecte a lo largo del tiempo. Dado lo cual se hace necesario lograr lo que no solo una institucionalidad consensuada sino que además funcione y dure.

Una afirmación de este tipo puede sonar a una perogrullada (en cuanto en apariencia, es obvia), aunque para demostrar que no lo es resulta útil apelar a situaciones similares como es el caso del matrimonio, el cual contra lo que se piensa sin pensarlo, no es en realidad un compromiso único, sino que se trata de uno que exige de su renovación a diario. De allí que vengan al caso las reflexiones de un pensador francés el que al tratar de describir a una nación lo hace aludiendo a una empresa tanto con un pasado común como con la determinación de seguir haciendo cosas juntos en el futuro, todo ello en función de un plebiscito que se viene a renovar sistemáticamente en forma cotidiana.

La primavera árabe y su fracaso en Egipto

Para ilustrar la afirmación precedente con un ejemplo si cabe todavía más adecuado, se puede aludir a lo sucedido en Egipto luego que allí llegó ese proceso extendido por el territorio del África de las orillas del Mediterráneo el que, desencadenado por la caída en Libia de su mandamás Kadafy, se extendió primero a Egipto y luego tuvo emergencias mucho más débiles en otros países árabes.

En el caso concreto de Egipto, esa eclosión de primavera puso fin al régimen autocrático del ya decrépito militar Mubarak,y abrió la posibilidad de que se sancionara una Constitución acordada con la participación de la mayoría musulmana y de la minoría de religión copta (cristiana) y los sectores que no pertenecen a ninguna de esas creencias, es decir, a los laicos.

Fue así en lo que apareció como un feliz comienzo, una vez refrendada la Constitución por el voto popular y apelando de nuevo al mismo, asumió un gobierno en el que los musulmanes ocupaban una posición predominante, por no decir casi hegemónica. A reglón seguido comenzó por parte de ese gobierno la adopción de medidas de todo tipo que implicaban su "islamización", es decir que llevaban a la impresión de que se iba en camino a la transformación de hecho del Estado, en uno en el que iban a regir las normas derivadas de El Corán en forma exclusiva.

El resultado fue que se produjeron crecientes manifestaciones de protestas protagonizadas por los sectores que no solo se sentían excluidos sino hasta en juego su supervivencia: situación ante la cual (existen quienes dicen que hubo aprovechamiento de ella) las fuerzas armadas se hicieron del poder, desplazando y proscribiendo a las organizaciones musulmanas e inclusive mandando a prisión a muchos de sus dirigentes, arribándose así un estado de cosas del cual todavía no se ha salido. Es decir que se asistió a un matrimonio celebrado y que a poco de puesto en marcha fue abruptamente dado por terminado, por no haberse asistido a esa necesaria actualización cotidiana del consenso a la que nos referíamos.

Dónde estamos parados

Nuestro caso no llega a esos extremos. Aunque se ha avanzado de una forma tan alarmante en la demolición de nuestro sistema institucional, que estamos jugando su futuro y el nuestro al borde mismo de la cornisa. Porque se asiste al intento en gran medida ya logrado de avanzar en la instauración de un régimen autoritario, prueba de lo cual la existencia de un Poder Ejecutivo que puede manejarse a través de decretos de necesidad y urgencia, gracias a la declaración de un inexistente estado de emergencia. Y una administración pública colonizada con la ocupación de puestos claves en ella de los integrantes de una "nueva clase" como son quienes componen La Cámpora (aparte del aluvión de empleados de menor jerarquía incorporados a la misma administración a través de la virtual agencia de empleos que funciona como una sección de esa misma administración). Como también lo es este Congreso de las mayorías automáticas y de las leyes exprés, al que de una manera merecida y por ende no agraviante se lo califica de Escribanía. A lo que se agrega a jueces en gran parte domesticados y cooptados por el oficialismo gobernante, y una Procuración General de la Nación que no es otra cosa que un apéndice del Poder Ejecutivo. Con una estructura de propagada oficial que solo tiene parangón con la de los regímenes totalitarios de otrora, que medra en un escenario en que se utilizan mil y un recursos para acallar a los restos del ámbito de medios de comunicación social que no le son adictos. La enumeración de ingredientes de esa labor sistemática de demolición podría continuar, pero con ello es suficiente para dejar en claro que asistimos a un intento todavía no consumado, pero tampoco aventado, de convertir una democracia republicana, imperfecta y no del todo consolidada como lo es la que emergió en 1983, en un régimen de ribetes claramente autoritarios.

Voto útil versus voto institucional

Cuando entre nosotros aludimos al voto útil en unas elecciones, lo que en realidad estamos queriendo decir que todo voto que no sea por quienes se consideran como menos malos, es un verdadero desperdicio, con lo que de esa forma se viene a mirar de una manera que cabe calificar hasta de despectiva a lo que se entiende por voto testimonial. El que no es otro que el que se lo hace en favor de los candidatos que mejor expresan la postura del votante frente a la realidad y a lo que entiende como un buen gobierno, pero que de cualquier manera tienen escasas, por no decir nulas, posibilidades de imponerse.

Pero el dilema que significa la forma de valorar al voto útil, no es lo que está en juego en esta ocasión. Ya que lo que aquí se hace presente es advertir que de nosotros lo que se reclama es el ejercicio de un voto en miras al avance hacia la consolidación de nuestra institucionalidad, porque es precisamente ella la que está en juego en la elección del próximo domingo. Dado lo cual no se hace presente en la ocasión el dilema del voto útil, sino que se debe tomar conciencia de la necesidad de ejercitar el voto institucional. Algo que dicho en buen romance no significa otra cosa que el domingo próximo votar por la fórmula presidencial que abra la posibilidad de que se dé una segunda vuelta a ese nivel eleccionario.

Porque resulta claro que la fórmula presidencial del oficialismo no nos asegura lo que en su caso sería una reversión en su camino en materia institucional. Dado que lo más que puede esperarse de un triunfo del actual oficialismo es que de poder vencer la custodia del relato, en más de una ocasión hemos hecho referencia a las palabras del ultra franquista Blas Piñar luego de la asunción al trono del rey Juan Carlos y la manera en que este procedió, cuando dijo que Franco había dejado todo atado y bien atado, sin contar con la traición. Un relato que no da garantías de un progreso institucional, sino tan solo la posibilidad de una apertura en materia económica y fiscal que deje atrás la irracional política de tierra arrasada aplicada por el actual gobierno en ese ámbito (el anticipo del nombre de Silvina Batakis, alias "la griega" para ocupar la cartera de Economía debe reconocerse como una buena señal en lo que hace al manejo de las finanzas públicas).

Consideraciones que se vuelven más que adecuadas verdaderamente acuciantes a la luz de un sondeo que se hizo público en el último coloquio marplatense del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), según el cual ocho de cada diez argentinos consideran que el país vive al margen de la ley y se considera como transgresor o desobediente, aunque al mismo tiempo da cuenta de que el mismo número manifestó respetar a la Constitución, al mismo tiempo que estimaba que los que no lo hacen son los otros. Dado lo cual analistas políticos llegaron a la conclusión que vivimos en una anomia antidemocrática, que es lo mismo que decir que la nuestra es una democracia sin normas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario