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Todos la conocimos como “Marita Serre”. En realidad, hablando con propiedad, su nombre completo es María Delfa Zuccherino de Serre. Pero dirimir estos detalles no tiene trascendencia alguna. Como Licenciada en Filosofía que fue, ella me diría que la esencia no está en lo nominal.

Este domingo 5 de enero partió de este mundo Marita, durante 10 años “rectora organizadora” –como muy bien la define su gran amiga Elisa Rey- del Instituto de Profesorado Hermano Septimio, baluarte en la formación de excelencia de las profesoras de nivel inicial en Entre Ríos.

Como si ya eso no fuera suficiente para resaltar su figura, a posteriori también fue rectora del otro centro de formación terciaria que funciona en el mismo edificio, el pionero Instituto de Profesorado “Concordia”, con sus 7 carreras que preparan docentes de diferentes disciplinas, más una tecnicatura que forma profesionales en comunicación social.

No soy la persona más apropiada para escribir estas líneas, que por tanto necesitarán ser completadas por quienes revisten mucho mayor autoridad, porque recorrieron un camino más extenso con ella.

Pero me animo a decir que a poco de tratar con Marita, algunos rasgos de su personalidad quedaban expuestos sin tapujos: su vocación intelectual vivida con apasionamiento, su fuerte compromiso con la calidad educativa, la innegociable exigencia a sus alumnos, como camino para elevarlos, aunque esta última faceta de su fuerte carácter hiciera que más de un estudiante sintiera ante su presencia una mezcla de temor y reverencia. Tal vez sin llegar a imaginarse toda la ternura de la que era capaz.

Haber compartido con ella reuniones de gestión me permitió apreciar cuán relevante puede ser una formación filosófica sólida como la que ella poseía a la hora de tomar decisiones. No porque garantice aciertos –eso sería inhumano- pero sí porque permite buscar fundamentos, actuar con racionalidad, ya sea para elegir un camino como para corregirlo, de ser necesario.

Además de la filosofía, Marita amaba la literatura infantil. Aún recuerdo con especial cariño haberla visitado en la señorial casona que habitaba en el noroeste de Concordia, donde la encontré rodeada de libros y más libros, papeles, recortes. Todo allí destilaba saberes, conocimientos, erudición.

Había enviudado siendo aún muy joven. Sin embargo, era frecuente que mencionara a su esposo, en el medio de una conversación, como si recién hubiera hablado con él, con naturalidad, tal vez –se me ocurre pensar- porque siempre lo siguió teniendo presente en su corazón.

Cualquier semblanza de Marita no puede dejar fuera el único vicio que tal vez tuvo, ese maldito cigarrillo del que no se apartó por más que quienes la rodearan se lo recomendaran una y otra vez. Era perfectamente consciente de las consecuencias, pero...

Lejos están estas palabras de rendir un homenaje como ella merece, pero al menos están inspiradas en el afecto que despertó en mí y en el deseo de acompañar en este difícil trance a sus hijos (Miguel, María y Juan Serre); a sus hijos políticos (Cristina, Enrique y Mariana) y a sus nietos (Lola, Valentina, Nicolás, Ramiro y Felipe).

Sus restos son velados este lunes en Casa Dri de Concordia y el sepelio está anunciado para este día de los Reyes Magos, a las 15:00, en el Cementerio Pinar del Campanario.

Por pedido de Marita, se sugiere donar el importe de arreglos florales a ‘‘Casa Javier’’, el hogar de niños ubicado en calle Salta N° 490.
Fuente: El Entre Ríos