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La palabra dada entre Panozzo y Peccín
La palabra dada entre Panozzo y Peccín
La palabra dada entre Panozzo y Peccín
"Consensuamos con Peccín, puertas adentro, y puertas afuera era todo peleas". Tal la confesión del expresidente del Consejo General de Educación, José Luis Panozzo, al revelar las complejas relaciones con AGMER y su amigo Fabián Peccín, por entonces Secretario General del gremio.


Este y otros episodios de la vida política inspiraron al periodista Daniel Tirso Fiorotto para reflexionar sobre el valor liberador de la verdad, reconocido por las culturas de los pueblos originarios y las grandes religiones:

Hace algún tiempo mantuvimos una entrevista con María Celia Saucedo, de la comunidad Güe Guidaí Berá, en el barrio San Roque de Maciá, y con sus familiares y vecinos. Recordamos esta respuesta de la Taita de los charrúas, a quien los familiares llaman "la Mingo", a nuestra pregunta sobre la identidad de nuestros pueblos: "Somos más solidarios y tenemos una característica que es el valor de la palabra que das. Si le digo a Guadalupe 'voy a ir a ayudarte', yo le tengo que cumplir con lo que dije. Si no, de tu boca no tiene que salir nada. No digas nada. Cuando empeñás la palabra tenés que cumplir".

La palabra, una joya que no está en venta. El poeta Linares Cardozo describe en el mismo sentido al entrerriano: "En un apretón de manos se va toda mi amistad", canta. Es el valor de lo auténtico, del paisano sin dobleces. Su padre Lindolfo era oriental, su madre Delicia, correntina. Allí tenemos una región, un clima criollo, charrúa, chaná, guaraní, por encima de fronteras ficticias.

Las distintas culturas suelen encontrar un punto de intersección: los europeos llegaron con una Biblia bajo el brazo y allí también, el valor de la palabra. En el antiguo testamento es herramienta de Dios para la creación; en los evangelios es Dios mismo, el Verbo.

Pueblos originarios, criollos y gringos de fe judía o cristiana, cada cual puede actuar con todo tipo de virtudes y simulaciones, es cierto, pero eso no deslegitima las tradiciones que mandan sostener la palabra empeñada. La verdad nos hará libres, podríamos repetir. La verdad como conocimiento profundo y coherencia entre lo que se manifiesta y lo que está adentro.

En otro orden


Un ex funcionario de la provincia señaló días atrás que solía acordar en privado con un sindicalista amigo y luego ese sindicalista no sostenía lo mismo en público. La denuncia puso el foco en un tropiezo de la dirigencia. Los militares tienen cañones, los políticos leyes, los banqueros dinero, los trabajadores la palabra, ¿qué más?

Por mostrar una victoria pasajera solemos transgredir una línea esencial. Grave confusión. Es preferible perder el 10 por ciento del salario y sostener la palabra. Los modos de la lucha obrera obedecen a estrategias y tácticas; la verdad está en otro orden, no es una ficha del ajedrez que se entrega según la conveniencia.

Los mapuches tienen razón cuando señalan el millón de hectáreas de Benetton y lo contrastan con el hacinamiento de tantos despojados. Es evidente la masacre de mediados y fines del siglo 19, madre de todos los conflictos actuales. ¿Con qué vamos a recuperarnos de esos azotes? Con nuestras esencias, y entre ellas el valor de la palabra.

Mahatma Gandhi prefería la derrota con la verdad antes que la victoria con la mentira.

Vemos entonces que en las más diversas culturas la palabra tiene una energía superior y a nosotros esa condición nos viene por varias vías. Entonces, ¿se equivocaron algunos jóvenes mapuches, al forzar quizá algún testimonio sobre el destino de Santiago Maldonado? ¿Qué ganaron dando pistas tal vez no del todo ciertas cuando los hermanos y los padres imploraban por la verdad? Decir la verdad no ponía en juego siquiera sus justos reclamos, y la represión no dejaba de ser tal.

Claro: somos humanos y podemos cometer errores. Vale conversarlo para evitar nuevos tropiezos con la misma piedra.

David Choquehuanca suele repetir una palabra del altiplano que, dice, es la más larga que ha escuchado: aruskipasipxañanacasakipunirakispawa. Dialogar siempre, comunicarnos porque somos hermanos, comunicarnos pase lo que pase, cueste lo que cueste, no hay otro remedio, podríamos decir. Los entrerrianos tenemos en la voz "hermano" una tradición que se pierde en el fondo de los tiempos. Incluso cuando nos peleamos decimos "pero no, hermano", "estás equivocado, hermano, fijate bien". Aún en las diferencias preservamos el "hermano", un tejido, y ese "nosotros" no se va a romper por desacuerdos del día.

Dialogar, comunicarnos, decirnos las cosas sin sacrificar la hermandad: he ahí un legado antiguo y vigente, como el apretón de manos, fuente de la emancipación.
Fuente: Diario Uno

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