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Crédito La Nación
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"No se puede sonreír." Con esas cuatro palabras, Paolo Goltz frustra el intento del fotógrafo del diario La Nación por romper esa imagen de hombre serio que exhibe el Nº 2 de Boca dentro y fuera del campo. Esa que, según afirma en la charla, está lejos de ser una pose, y que le ha valido llamados de atención hasta de sus hijos, que le reclaman que sonría más. Minutos después, cuando se le pide que pise una pelota para la foto, responde que eso sí lo puede hacer, pero que en la cancha jamás, y, finalmente, le da permiso a sus dientes para que vean la luz del día.

Luego de otra jornada de trabajo en el complejo Pompilio, el zaguero entrerriano que llegó hace seis meses al club de la Ribera para acomodar la última línea, se relaja para analizar su carrera y el buen presente de Boca.

-Siempre fuiste serio, muy centrado dentro y fuera de la cancha. ¿Qué cosas te divierten?

-La verdad que sí, soy serio. Trato de tomar con mucha responsabilidad lo que hago, pero en el vestuario soy muy divertido y te lo podrán ratificar mis compañeros. Siempre estoy tratando de mantener el buen humor, el buen clima, de hacer chistes. Hay que ser serio en donde se tiene que ser serio, y hay que divertirse también porque son reglas fundamentales en la convivencia del equipo.

-Pero no parece ser una pose.

-No, para nada. Soy serio. Me lo dicen mis hijos a veces (se ríe) "¿Por qué estás tan serio? ¿Por qué no te reís un poco más?". Soy así: trato de tomarme todo con mucha responsabilidad. Pero también soy divertido.

-Se dice que el Nº 2 de Boca tiene que tener cara de malo e imponerse en lo físico. ¿Creés que tus características te jugaron a favor para ganarte a los hinchas?

-(Se ríe) Habría que preguntarle a ellos. Yo sé que tengo que rendir siempre dentro de la cancha. Uno puede decir cualquier cosa ante las cámaras, pero después tenés que demostrarlo en el campo. Si no rendís ahí, al hincha no le llegás. Y eso es lo que intento hacer yo: jugar al máximo durante los 90 minutos, como lo hice en cada club.

-¿Ya te adaptaste al "Mundo Boca"?

-Llegué a un grupo muy bueno, y eso me ayudó mucho en los primeros meses. Lo mismo el hecho de conocer desde antes al cuerpo técnico. Me simplificó la adaptación.

-¿Qué riesgos implicó sumarse a un equipo que venía de ser campeón y sostenerse en lo más alto?

-Lo veía como una desventaja. Era todo un desafío para mí, pero el equipo está con hambre de más gloria desde el primer día que llegué. Ganas de superarse. Y lo mismo el cuerpo técnico. La exigencia la mantuvo al máximo siempre, con grandes objetivos que se renuevan.

-El estilo ofensivo que imponen los Mellizos obliga a una última línea muy atenta, en la que los relevos deben funcionar a la perfección. ¿Cómo se logra eso?

-Con mucho trabajo, aunque creo que Barrios es clave. Hace todos los relevos, está en todos lados, ayuda muchísimo. Para nosotros, tenerlo adelante es fundamental. Igual en Boca no solo defienden los defensores, sino que también vemos que Pavón baja hasta nuestra área para ayudar. Todos trabajamos para recuperar la pelota lo antes posible. Los once atacamos y los once defendemos.

-Se viene San Lorenzo y, en marzo, la final con River. ¿Cómo se prepara y cómo se vive un clásico?

-Creo que se vive de un modo muy especial, no solo en el club sino afuera. La gente te habla, te cuenta, te da palabras de aliento. Desde mucho tiempo atrás ya se espera el clásico. Igual, antes de la Supercopa hay otros partidos muy importantes, como el del domingo y el debut en la Copa.

-¿Ganar la Libertadores es el máximo objetivo?

-Tenemos un plantel muy competitivo y completo, con grandes variantes. Todos los que entran, rinden. Eso es muy bueno. Boca tiene jugadores de selección, de gran nombre. Tenemos plantel para pelear la Copa.

-¿Qué recordás de los clásicos que viviste?

-A mí los clásicos me marcaron mucho. En Huracán me tocó hacerle tres goles a San Lorenzo. Son partidos que marcan mucho la carrera de un futbolista y su relación con los hinchas.

-Los goles valen igual, pero en los clásicos más.

-Siempre valen uno, pero en los clásicos te marcan para siempre. Los hinchas te recuerdan como el que hizo el gol en tal clásico. Y eso marca a fuego la carrera de cada uno.

-¿Te hacés cargo de la palabra "referente"?

-Sí, sí. Me hago cargo pero también considero que todos somos referentes dentro de un equipo y todos tenemos que tratar de sumar y aportar una voz de mando. No es algo de uno o dos. Hay muchos capitanes dentro de un equipo, más allá del que lleve la cinta.

-Fuiste capitán de Huracán a los 23 años. ¿No hay edad para ser referente?

-Creo que no. Siempre traté de hacer lo mismo. Estar siempre concentrado y en cada detalle. No es solo de lo que haga uno, sino de cómo lo reciban y cómo te respeten tus compañeros. Estuve en equipos en donde me han hecho sentir líder y es lo que traté de hacer siempre.

-Tenés 32 años. Es evidente que ya jugaste más tiempo del que te queda por jugar. ¿Desde qué edad el futbolista empieza a pensar en la vida después del fútbol?

-Hay momentos en los que pienso mucho en el tema. Y después trato de sacármelo de la cabeza porque siento que todavía me queda cuerda. Pero es inevitable. En todo momento se te cruza por la cabeza que puede pasar algo, que queda poco, y qué vas a hacer. Lo pensé mucho, pero aún no decidí qué haré. Tampoco me puse una edad límite, porque en la carrera del futbolista uno no sabe qué puede pasar. Trataré de estar bien físicamente. Mientras yo sienta que puedo seguir jugando, así lo haré.

-¿Hay tiempo para disfrutar a lo largo de la carrera o la vorágine te pasa por arriba?

-Lo disfruto mucho. Pero con mucha seriedad y responsabilidad.

-¿Extrañaste en México?

-Muchísimo. Uno cuando está afuera extraña y quiere volver. El argentino en convivencia es especial. Vos podés estar en cualquier lado, y en donde hay un argentino te juntás a tomar mate, algo que colegas del exterior seguramente no hacen. Nosotros somos muy sociables.

-¿Por qué Duval de segundo nombre?

-Me lo pusieron en homenaje a un amigo de mi papá, que falleció poco antes de que yo naciera.

-¿Qué te dio y qué te quitó convivir con tu mujer desde los 19 años y haber sido padre a los 21?

-Romina me dio muchísimo. En la vida de un deportista es fundamental llevar una vida ordenada, y en eso mi señora me ayudó en la vida diaria, en el cuidado personal. Tengo dos hijos hermosos: Maitena (11) y Simón (6). Están en las buenas y en las malas, siempre con palabras de aliento y de apoyo. "Donde vos vayas, vamos nosotros", me dijo siempre. Incondicionales. Son fundamentales en mi vida.

-¿Sos ciudadano ilustre de tu pueblo, Hasenkamp?

-Me enorgullece. Trato de que me reconozcan por lo que hago dentro y fuera de la cancha, pero que lo hagan de esa forma, y en donde vos naciste, es muy especial.

-¿Qué encontrás cuando vas y qué extrañás de allá?

- La amistad, la sencillez de ir a tomar un mate con un vecino, un amigo. Es un pueblo donde hay muchísima buena gente. Yo me crié ahí, conozco a la mayoría desde chico y con ellos se genera algo que quizás pasa mucho tiempo sin vernos o sin hablarnos, y después voy y es como si no me hubiera ido nunca. Ahí es donde soy Paolo realmente.
Fuente: La Nación

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