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Cuando ya era un médico anestesiólogo afianzado, Fabián Zitta llegó al mundo de la moda para revolucionarlo. No recuerda un instante especial ni un clic repentino. Fue un cambio más bien paulatino, un paso inevitable pero no inesperado. Sin abandonar nunca las prácticas médicas encontró en el diseño el equilibrio justo. Y lo que en un principio fue un hobby lo consagró como uno de los mejores diseñadores de la Argentina.

Con un concepto contemporáneo de la alta costura sumó materiales no convencionales a los géneros nobles, y proyecta, a corto plazo, lograr una vidriera en la moda internacional.

Quizá sí hubo algún indicio en su infancia, en Concordia. Dibujaba mucho y era bastante fashionista, "más que ahora", asegura. Pero con varios médicos en la familia su destino parecía señalado. "Mis padres no me presionaron, pero estaban encantados con mi carrera. Vengo de una familia tradicional italiana, y para ellos era una bendición". Nunca tuvo dudas, sabía que al terminar el colegio se mudaría a una pensión porteña para inscribirse en la Universidad de Buenos Aires. Y así fue. Comenzó a cursar un marzo, y terminó un diciembre, seis años después, y luego siguió con la especialización.

Así transcurría la vida del doctor Zitta hasta que un día una de sus hermanas, dueñas de una boutique en su Concordia natal, le encargaron que comprara algunas prendas, luego otras. Hasta que se encontró una tarde armando una colección completa que presentó en un desfile a beneficio en Entre Ríos. Sin estudios previos ni experiencia.

¿Cómo se filtró la moda en el mundo de un doctor?

Aunque parezca mentira casi todos los médicos tienen un hobby, mucho más apasionante que en otras profesiones. Es como una vía de escape, para estar más relajados. Algunos juegan al ajedrez en Kuala Lumpur, o les sacan fotografías a los pájaros. No quería quedarme sólo con esa profesión porque la medicina es un poco rutinaria y necesitaba hacer otras cosas. Primero pensé en ser chef, pero no avancé. La moda era algo que no conocía, era algo distante, diferente para mí.

Entonces comenzaste a diseñar.

Por mi forma de ser nada sucedió en un clic, todo fue evolutivo. Por eso empecé muy tranquilo diseñando; después decidí estudiar. Mi primera colección era muy sencilla, de pocas piezas. Pero notaba que para ser profesional tenía que tener conocimientos, que no era tan simple. Me relacioné con gente de la moda y conocí a la persona que me formó, la socióloga Norma Bertol, que había trabajado muchos años en París para Karl Lagerfeld. Me daba clases particulares teóricas y estilismo del diseño. También aprendí en la trinchera, y haciendo cursos de moldería, estampa, dibujo. Ella armó mi estilo, me dio un encuadre y me formó para defender una idea a través de los años, que es lo más difícil. Hasta el día de hoy me sigue curando las colecciones, los colores, la evolución.

¿Cómo conviven tus dos profesiones?

Las dos son muy importantes desde el punto de vista de la exigencia, y conviven amablemente. Son diferentes, y cuando termina una comienza la otra. No tengo una actividad médica en la cual deba seguir a mis pacientes. Mi acción comienza con la anestesia y termina cuando finaliza la anestesia. Entonces me puedo desconectar, venir a mi atelier, diseñar y volver a la medicina en forma alternada. Con mis dos actividades estoy pleno psíquicamente, me siento bien, pero es mucho trabajo. El hecho de hacer medicina implica un gran gasto de energía, es algo intenso y exigente.

¿Y cómo las combinás en el día a día?

Lo he ido afinando a través del tiempo. Al principio hacía prácticamente todo el tiempo medicina, y ahora, diseño. Esa transición se produjo de forma natural, fui cercando la medicina a menos cantidad de tiempo y lo otro fue progresando. La medicina me lleva un par de mañanas durante la semana, y el resto es todo diseño.

El Zitta médico amanece temprano. Las mañanas que trabaja como anestesista llega a la clínica privada de Olivos a las 8, puntual, y se pone al día sobre las intervenciones, dialoga con sus colegas, prepara sus instrumentos y se deja mimar por las enfermeras. En cambio, Zitta diseñador arranca a las 11, en la tienda de Quintana 10. "Empiezo tarde porque tengo un ciclo de día y noche muy raro, termino a las 2, 3 de la mañana. A esa hora diseño, dibujo, es mi momento más creativo, cuando más despierto estoy."

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¿La alta costura está en crisis?

Sí, definitivamente. Si las colecciones son muy estrictas, muy rígidas, aburren. Tengo el tilde de hacer ropa más exclusiva para usar una vez en un solo momento. Por eso cada vez más intento incorporar una línea de prêt-á-couture que sea más easy, más rápida, para usar en ocasiones menos formales. Prendas cancheras con una impronta couture suave. Mi idea es generar una segunda línea, de prendas con zonas de ajustes diferentes a las de alta costura. Estoy trabajando en dos polos internaciones, San Pablo y París. Ya tuve buenas experiencias en New York y Milan Fashion Week, que me permitieron ordenar mi visión sobre qué es lo que quiere el mercado internacional.

¿Qué opinás del mercado de la moda local?

Lo veo mal por varias razones. La primera y principal es que no tenemos materias primas, y eso hace que juguemos con pocas herramientas. Otro problema son los talleres, que están en situaciones muy informales y no tienen una formación ni equipamiento. Eso hace que el producto terminado en la Argentina sea de calidad intermedia. Conseguir un taller bueno es muy difícil, y está el problema de los clandestinos. Sería importante generar una conciencia de formación de hechura de ropa en forma coherente.

¿Y cómo se logra?

Con muchas políticas. No puede haber una remera que salga 30 centavos de dólar en un lugar y en otro, 5 dólares. A alguien le están pagando menos por su trabajo, u otro está cobrando mucho. Hay que sincerar la moda y poner un precio de mercado. Las marcas low cost han generado situaciones que hacen trabajar a la gente en condiciones muchas veces infrahumanas y haciendo ropa a mansalva. Pero también se ve lo opuesto, que por marketing o por una tendencia sincera de la moda hay marcas que trabajan con ropa reciclada, o productos naturales que no dañan el medio ambiente.

En pareja desde hace 18 años con Charly Fonseca, su marido y coequiper, dice que lograron un buen equilibrio. "Como nos manejamos con una estructura muy chica, estamos muy cerca de todo lo que queremos. Armo mi vidriera, sé cómo van colgadas mis perchas. Es todo muy cercano, relajado y estricto a la vez. Charlie maneja la prensa, el primer contacto con las clientas, la parte contable y administrativa. Él me guía un poco en lo que opinan las clientas."

¿Cuánto te influye la opinión de tus clientas?

Soy de una escuela más ortodoxa del diseño. Yo hago un tipo de prenda, de silueta y de diseño, y es a la clienta a quien le tiene que gustar. A diferencia de una marca que tiene que seguir la tendencia.

¿Y no seguís las tendencias?

Mientras estudiaba medicina me dije: "Elijo el diseño pero para hacer lo que quiero, no para amoldarme a una tendencia, un color, una moda". La clienta es la que me elige, pero sin dejar de tener una visión femenina de la construcción de las colecciones, pensando en que lo usará una mujer que se quiere ver linda, sexy, moderna, sofisticada. Las ideas conceptuales de algunos diseñadores fracasan porque están basadas en una tenacidad de no adaptarse a una situación femenina. Visto todo tipo de cuerpos o edades, nunca me gustó encuadrarme en un cliché de qué mujer vestís. Es una concepción muy antigua, no existe más. Es un concepto old fashion. La idea del diseñador tiene que ser más integradora, pensar en una silueta femenina y en función de eso definir cómo quiere que se vea.

¿Y en relación con los medios?

Uno hace un tipo de ropa, que gusta a algunos y a otros no. En mi caso la base de ser alguien conocido está fundada en generar productos diferentes a los del mercado. Además, exponerse implica sí o sí una opinión, es inevitable. Es una exposición y uno tiene una devolución. A mí me interesa cuando la opinión es genuina.

¿El diseño argentino debería tener una mejor vidriera hacia afuera?

Pasamos muy inadvertidos, y hay mucho talento argentino y diseñadores buenos que bien nucleados y comandados podrían llegar a representarnos. Nucleados por curadores de moda, periodistas o sociólogos especializados en moda, o diseñadores que no ejerzan su profesión y que tengan una visión cosmopolita de lo que podría venderse afuera. Y en ese marco invitar a periodistas extranjeros para que hagan una crítica curadora, y que los diseñadores podamos escucharlos.

¿En la clínica te encontraste con alguna clienta?

Muchas veces. A la gente le encanta, porque todo lo que hago fuera de la medicina es una actividad muy placentera: un diseñador que hace ropa para fiestas, en una situación de felicidad. Eso rompe muchas veces el hielo. Una vez tuve una clienta un sábado, y al sábado siguiente la vi en la camilla por entrar en el quirófano. Se sintió muy cómoda al verme, le di tranquilidad.

Como diseñador consagrado, ¿evaluás dejar de ejercer la medicina?

Lo pensé muchas veces, pero por ahora no. Estoy cómodo y me gusta hacerlo. Reduje mi actividad a una menor carga horaria semanal, lo que me permite dedicarme a la medicina y seguir teniendo esa pasión que tenía al principio. Además, productivamente te satisface más psíquicamente cuando realizás varias cosas, siempre midiendo las energías y los tiempos. Como no hago urgencias, no dependo del teléfono, como sucede en otras especialidades. La anestesia comienza y termina cada día, no queda un pendiente.

Recuerda con una sonrisa la noche que recibió la llamada de la producción de Francis Ford Coppola en su atelier. Había sido seleccionado entre 70 diseñadores para vestir a parte del elenco de Tetro. Al día siguiente estaba en el Palacio Sans Souci, de smoking con moño, con seis modelos y listo para filmar.

Fueron seis madrugadas intensas de rodaje, pero una experiencia inimaginable. También confeccionó el vestuario de unas cuantas obras de teatro y films. Vistió a Elena Roger en La Voz, y a Hilda Bernard, Graciela Dufau, Verónica Llinás, Carola Reyna, Muriel Santa Ana, María Socas y Silvana Sosto en la obra Seven, dirigida por Teresa Costantini. Ahora le hará el vestuario a Carlos Casella para su próxima obra en La Trastienda.

Su próximo desafío: París. "Es hacia donde apunto y tengo los contactos más avanzados, no es una improvisación ni un deseo. Tengo los proveedores consolidados, los talleres que trabajan esos productos, hechos en la Argentina con telas y calidad internacionales. Con un handicap y una mano muy cosmopolita, muy actual, pero mía. Es mi trampolín. Llego o llego."
Fuente: La Nación

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