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Las cifras del desempleo en el mundo muestran hoy un panorama que afecta alrededor de 1000 millones de personas que no tienen trabajo. El problema existe y no se puede ocultar, sobre todo a la luz del creciente impacto que está teniendo el acelerado proceso de destrucción de empleos manuales que genera la robotización. El nuevo paradigma parece tener como máxima la frase que advierte que "Toda aquella tarea rutinaria que pueda ser automatizada, será automatizada".

¿Robots vs. Humanos?

Hoy, ya es un hecho que la influencia de la automatización ha generado el aumento de las tasa de desempleo. A manos de la robotización se incrementará la destrucción de miles de empleos al año, en una espiral que crece de manera exponencial en la medida que avanza la tecnologización de los procesos industriales y productivos.

En las últimas décadas "la industria europea, ha invertido la mayor parte de su presupuesto en maquinaria y robótica" y "se estima que en los próximos años la cantidad de robots en Europa y EEUU aumentará notablemente".

En cuanto a los robots, se prevé que sus capacidades y versatilidad continúen expandiéndose y sus precios bajen. Según la previsión de diversos expertos, a largo plazo el número de las actividades realizadas por los robots alcanzará el 80% de todos los sectores de la economía.

¿Qué hacer frente a esto?

El desafío de la destrucción de empleos rutinarios y manuales no representa un problema exclusivo del escenario local o regional, pero el impacto que tendrá en sectores de mano de obra intensiva (como el que hoy muestran los frigoríficos avícolas) abre un signo de preocupación que los Gobiernos Locales deben atender de inmediato, antes que la catástrofe se exprese con toda su fuerza.

El impacto que tendrá en el sector avícola es inminente, con una noria que hoy requiere de cientos de trabajadores por turno, que en breve serán reemplazados por una máquina que hará el trabajo igual o mejor, sin problemas físicos, enfermedades o regímenes de licencias laborales.

Entre Ríos aparece al tope de la producción primaria avícola, con una participación del 42% del total país (2015) y lidera el sector industrial de la cadena de producción, con una participación cercana al 30% de los frigoríficos presentes en la provincia. Ello representa un sector que emplea a unos 20.500 trabajadores en todo el país (2015), de los cuales Entre Ríos cubre una porción muy significativa.

¿Se puede frenar este proceso? Es poco probable, y eso requiere tomar cartas en el asunto para prever la situación a tiempo (si es que ya no es demasiado tarde).

¿Qué hacer?

Qué hacer parece ser la gran pregunta. Por lo pronto, se impone generar un nuevo ecosistema que garantice futuras oportunidades a todos aquellos que quedarán desplazados del sistema laboral actual. En este contexto, los Gobiernos de la Costa del río Uruguay se ven empujados a imaginar nuevas salidas para atacar un problema que, lejos de demorarse, parece estar a la vuelta de la esquina.

A esta altura vale preguntarse: ¿están anoticiados los jefes comunales del tamaño del desafío que afrontan? El reciente proceso electoral parece haber pasado por alto el asunto, más bien enfocado en todo caso en abrir las compuertas de la flexibilización laboral para hacer más elástico el proceso y menos costoso para las empresas. Pero, por lo que parece, no tenemos agentes ni agencias que estén pensando en promover los cambios que la situación amerita.

No existen Usinas de ideas que promuevan la innovación. Las universidades van "lento" detrás del proceso. Las agencias mixtas que nuclean a actores del sector público y privado están desactivadas, y la preocupación central parece ser cómo ganar elecciones antes que pensar salidas de fondo a este problema. Como verán, el panorama es complicado?

¿Por dónde empezar?

Se ha proyectado que una persona surgida a la luz del siglo XXI tendrá, al menos, siete trabajos diferentes a lo largo de su vida. Eso implica poner en marcha cambios drásticos en varios frentes: una educación formal más dinámica y con capacidad para adoptar procesos de aprendizaje permanente (La Universidad está revisando seriamente su futuro); estructuras estatales más abiertas que impulsen la innovación; nuevas fuentes de capacitación para los desplazados; y un ecosistema sólido que acompañe a los emprendedores que parecen ser la única salida cierta al problema del desempleo.

¿Qué mejor que apostar a equipos altamente motivados que se reúnen para emprender, impulsar nuevas iniciativas y promover el autoempleo? Este cuadro de situación, que se hace evidente para aquellos que estudian en profundidad las salidas que ensaya el mundo, no parece ser parte de las perspectivas de los Gobiernos locales de la región que siguen absorbiendo la creciente desocupación con más empleo público (innecesario) que sólo funciona provisoriamente como barrera de contención.

Pero más allá de esta salida cortoplacista, no parece haber una ingeniería social que esté preparada para afrontar el problema. Las iniciativas de apoyo a emprendedores siguen una estructura clientelar en Entre Ríos, se parecen más a un subsidio de desempleo que a un incentivo para el desarrollo personal y productivo. Y las opciones que se han generado, no han prosperado en la medida que el apoyo estatal no logra vislumbrar que está frente a un gran problema que debe afrontar. Parecen olvidar que con el desempleo sobreviene una avalancha de otros problemas tan graves como el crecimiento de la delincuencia, aumento de la violencia, crisis emocionales y una comunidad desmotivada que termina de hundirse.
Los emprendedores, hacedores por naturaleza y persistentes aún frente a los fracasos, no piden mucho: créditos blandos, facilidades legales y fiscales para iniciar sus proyectos, un poco de visibilidad para insertarse en los mercados y una oficina pública que los atienda y los entienda.

Si las ciudades no crean estos anticuerpos que permitan potenciar las iniciativas que, aún con esta falta de apoyo, se esfuerzan por salir adelante, la gravedad de la crisis del empleo promete hacer estragos en todo el corredor del río Uruguay.

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