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María Fernanda fue siempre “la hermana pesadilla” de Elbio Eduardo Araujo Penón, soldado clase ‘62, de la compañía B del Regimiento Nº 7. Diez años menor, se adoraban, ella lo seguía adónde iba y él siempre le tuvo mucha paciencia. Si al fin de cuentas había llegado al mundo por su insistencia de tener un hermanito.

Ese lunes 18 de marzo de 1991, bien temprano, junto a un multitudinario grupo de familiares de caídos en la guerra, abordó junto a su papá Elbio Laureano y su mamá María del Carmen un Boeing de Aerolíneas Argentinas de dos pisos, con el nombre “Argentinas” convenientemente tapado de acuerdo a las exigencias británicas. Para muchos, era la primera vez que volarían. Solo podían viajar tres personas por familia.

Elbio había nacido en Colón, el 2 de septiembre de 1962. Era muy extrovertido y divertido. “Hasta a los jefes militares se tentaban cuando le llamaban la atención, por sus reacciones”, remarcó su hermana. Era el “cabezón”, “ñato”, “Eduardito”. Sus compañeros de la secundaria le habían puesto “Dady”. Al momento de enlistarse, estaba terminando el secundario en una escuela para adultos en la localidad bonaerense de Avellaneda.

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El avión de Aerolíneas Argentinas, minutos antes de despegar hacia Malvinas, ese 18 de marzo de 1991. Se ve cómo la palabra Agrandar imagen
El avión de Aerolíneas Argentinas, minutos antes de despegar hacia Malvinas, ese 18 de marzo de 1991. Se ve cómo la palabra "argentinas" está semi tapada. Foto de Gustavo D'Antiochia publicada en la Gaceta Aeronáutica.
Minutos antes de llegar, el piloto les anunció que los británicos exigían mantener cerradas las ventanillas durante el aterrizaje. Todos simularon obedecer, aunque dejaron hendijas por donde espiaron esa tierra argentina donde descansaban sus seres queridos. María del Carmen, mamá de Elbio, tiene 84 años y también es entrerriana como su hijo, pero nacida en San José. Describió que ver las islas “fue muy fuerte. Al espiar, parecían dibujadas en el océano. Sentí una gran emoción al pisar su suelo, el mismo que pisó mi hijo”.

Al aterrizar en la base de Mount Pleasant los alojaron en galpones calefaccionados, con ventanas con los vidrios cubiertos. Supervisaban militares de uniforme, mientras que personal vestido como chefs, con gorros incluidos, les ofrecieron de comer. Fueron divididos en grupos, a los que identificaron con colores. A los Araujo les tocó el azul. Por tandas, los hicieron abordar helicópteros muy grandes. María Fernanda recordó que la máquina se sacudía mucho y tuvo a maltraer a Antonia, la mamá, muy anciana, del teniente Juan Domingo Baldini, que se descompuso.

Elbio estaba de novio con Nora. Al despedirse, él le besó la nariz y le prometió casamiento a su regreso. Con el tiempo, ella formó su familia, y en las noches se despertaba llamándolo. Cuando enfermó de cáncer, dijo que entendía todo, que Eduardo la venía a buscar. Falleció en 2003.

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La madre del soldado Araujo (con anteojos) y de espaldas su hija María Fernanda, en el cementerio de Darwin. Agrandar imagen
La madre del soldado Araujo (con anteojos) y de espaldas su hija María Fernanda, en el cementerio de Darwin.
En medio de una profunda desolación, llegaron al cementerio. “Recuerdos traumáticos son los que tengo de aquel momento”, afirmó María Fernanda. Solo se escuchaban gritos de dolor y llanto de los familiares frente a las tumbas, la mayoría sin nombre, aunque de pronto alguien sorprendía con un “¡Aquí está!”, al hallar el nombre de su familiar. Aquellas tenían la leyenda, en inglés, de “Soldado argentino conocido por el Señor”.

María del Carmen, acompañada por las madres de los soldados Miguel Arrascaeta y Miguel Ángel González, decidieron rezarles a tres tumbas que no estaban identificadas, ubicadas una al lado de la otra. “Las hicimos nuestras”, explicó. Años después sabrían que la elegida por María del Carmen descansaba los restos del Perro Cisnero.

Fue el domingo 11 de abril de 1982 cuando, a fuerza de insistir ante las autoridades militares, vieron a Elbio en la plaza de armas del Regimiento Nº 7. Fue el último abrazo. “Volveremos”, prometió. Elbio moriría por una bomba que impactó en su trinchera el 11 de junio en Monte Longdon. Su papá nunca pudo sobreponerse. Murió en 2012.

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Los Araujo en la tumba, con las cruces originales, que habían elegido para rezarle a su hijo. Años después se enterarían que allí está sepultado Mario Cisnero. Agrandar imagen
Los Araujo en la tumba, con las cruces originales, que habían elegido para rezarle a su hijo. Años después se enterarían que allí está sepultado Mario Cisnero.
María Fernanda había llevado una pequeña bandera argentina, que había ocultado en su corpiño. En el tiempo que estuvieron en el cementerio, la mantuvo enterrada en la tumba, y al partir la desenterró y se la trajo de vuelta, impregnada con tierra de Malvinas.

Los propios ingleses se sorprendían y ayudaban a los familiares a recoger puñados de esa fría turba malvinera, que se llevaban al continente. Fue triste enterarse que, una vez que partieron, los británicos retiraron las placas y recordatorios que habían dejado en las tumbas colmadas de flores artificiales y rosarios. En mayo de 1983 un reducido grupo de familiares intentó llegar a las islas en barco. Cuando en Puerto Madryn se enteraron de la advertencia inglesa que usarían todos los medios a su alcance para evitar el desembarco, se juramentaron no solo llegar a las islas, sino además construir un monumento en el cementerio en Darwin y colocar en una ermita una imagen de la Virgen de Luján. “En el combate muchos soldados pedían por sus madres y nos pareció adecuado llevar a la Virgen, la madre de todos”, explicó María Fernanda. Esa imagen, antes de llegar a las islas, realizó un extenso peregrinaje que empezó en La Quiaca, cruzó todo el país, incluso pasó por la Antártida. En el 2004 se la colocó en una ermita en el cementerio en Darwin y el 10 de octubre de 2009 quedó inaugurado el monumento.

María Fernanda es la actual titular de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Dicha comisión ya lleva realizados una treintena de viajes a las islas, dos al lugar donde fue hundido el Crucero General Belgrano, pero en sus 39 años de existencia aún ceja por conseguir un espacio físico propio. “Aún no pudimos llegar a las autoridades del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que nos ayude a conseguir un lugar. Contamos con la invalorable ayuda de Eduardo Eurnekian, padrino de nuestra institución, quien ha financiado los viajes, el monumento y permanentemente nos acompaña”, remarcó.

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Elbio Eduardo Araujo Penón, el soldado que era pura alegría y extroversión. Agrandar imagen
Elbio Eduardo Araujo Penón, el soldado que era pura alegría y extroversión.
Los restos del “cabezón” o “ñato” Araujo, que en la trinchera se la pasaba cantando “Colina de la vida” (León Gieco) ayudado por la percusión en una lata de dulce de batata, ocupa la cruz 16 del sector B3 del cementerio de Darwin. Cuando fue identificado, su mamá recibió las pertenencias con las que había sido enterrado: una imagen de la Virgen de la Merced; una medallita de la Virgen de los Milagros enlazada en un cordón de borceguí; dos páginas amarillas de la Biblia; una libreta del Ejército; una cédula de conducir y el comprobante de pago de la cuota de la escuela donde estaba finalizando el secundario. En la plaza de su Colón natal hay un busto que lo recuerda, el primero a un conscripto veterano de Malvinas.
Fuente: Infobae / Adrián Pignatelli

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