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Y por nuestra parte queremos ser sinceros

Elecciones extrañas las del próximo domingo. Las que ni siquiera son de las que llamamos "elecciones generales", ya que en ellas en apariencia no se hace otra cosa que seleccionar candidatos para los verdaderos comicios, a celebrar en octubre. Todo ello a un costo enorme, para lo que no viene a resultar –salvo casos aislados- otra cosa que una encuesta.

Una forma de "despuntar" resultados para esas elecciones de octubre, lo que convierte a estas "primarias", como son las PASO, en la encuesta más cara de la historia del mundo. Algo que debería llevarnos a reflexionar si estamos en condiciones de darnos esos lujos, despilfarrando dinero que podría ser aplicado de mejor manera atendiendo a tantas necesidades sociales insatisfechas, comenzando por la desnutrición de tantos de nuestros niños. Pero así somos, y así nos va por serlo.

Las de octubre –no las de ahora- son lo que en los Estados Unidos se conoce como "elecciones de medio término". En las que se renueva en principio la mitad de la Cámara de Representantes –nuestra Cámara de Diputados- y un tercio del Senado. Pero que así no pudieron ser consideradas entre nosotros hasta la última reforma constitucional, dado que el mandato presidencial se extendía por seis años –al menos en teoría- y no por cuatro como ahora, circunstancia que de paso cabe destacar, solo fue realidad con Menem y los Kirchner. Esperemos –algunos no lo hacen y honestamente aunque también malévolamente no lo dejan en claro- que sea también el caso de Macri. Ya que de no ser así, no solo resultaría una mala señal, sino un signo tremebundo de lo que nos puede esperar.

Elecciones extrañas –lo repetimos- las del domingo. Extrañas por lo raras. Con candidatos que por lo general, a pesar de ser todos ellos nuestros compatriotas y a algunos haya quienes los tratan como vecinos son –prescindimos de lo de "ilustre", porque ese calificativo configura un sarcasmo - desconocidos para la gran mayoría.

Candidatos que cuando no se esconden, tan solo se muestran esforzándose en mantener la boca cerrada. A lo que se debe añadir que de propuestas poco y nada, lo que hasta cierto punto es un alivio, porque existe un cierto hartazgo en el escuchar las que no de una manera ocasional suenan a disparate, sin hacer sonrojar a quienes las formulan.

Pero, en realidad las elecciones del domingo – si así podemos llamarlas dado lo que antes hemos dicho- son extrañas en cuanto raras, en otro sentido.

No porque sus resultados pronosticables, a estar a aquello que vaticinan algunos encuestadores que se atreven a publicar conclusiones en ciertos distritos, hablan de desenlaces "cabeza a cabeza" en un cuadro comparativo de lo obtenido globalmente por cada partido o coalición. Ya que acierten o yerren esas encuestas, la relación de fuerza en las Cámaras del Congreso, en lo que hace a su composición, no tendrá modificaciones significativas.

Es que son raras y extrañas porque los resultados del domingo más que una selección de candidatos previa a la elección, puede llevarnos a vislumbrar – y decimos "vislumbrar" porque "las cartas quedarán echadas" en realidad recién en octubre- hasta cierto punto al menos, porque no es cuestión de dramatizar por más que la sensación de drama se encuentre presente, en qué dirección queremos rumbear como sociedad.

Y para hacerlo, nada mejor que partir de una celebérrima frase de Carlos Saúl Menem quien en un momento además de decir "síganme que nos lo voy a defraudar", fue el autor de aquello de que "estamos mal, pero vamos bien". Ya que allí está el meollo de la cuestión, que el domingo se enfrenta -pero no se resuelve y que en realidad desde diciembre del 2015 venimos enfrentando- la que quedará recién definida en octubre.

Dicho de la manera más cruda posible, la cuestión se bifurca por dos caminos diferentes que después vienen a converger en uno solo. Es que el primer aspecto de la cuestión pasa por preguntarnos "si estábamos mejor cuando gobernaba Cristina, o ahora cuando lo hace Mauricio". Pero, de cualquier manera, la respuesta que se dé a esa pregunta va a ser tan incompleta como la pregunta misma.

Ya que a la vez, inexcusablemente, se hace presente otra pregunta que tiene que ver "con el futuro que nos espera si le seguimos dando "crédito" a Mauricio – algo que no quiere decir dar la vida por él, sino tan solo "hacerle el aguante" como dicen futboleros y rockeros fanáticos- o si vuelve esa Cristina ahora vestida, cuando se asoma, de mansa ovejita.

Todo ello haciendo abstracción de esa invitación a "mirarnos en el espejo de Venezuela", a la que podría considerarse un golpe bajo. Y dejando de lado a todos los latrocinios imputados –y algunos de ellos ya materia de condenas- aplicados tanto a "pingüinos" y a los que así se los veía, aunque en realidad no lo fueran.

Por nuestra parte a la hora de pronunciarnos sobre el dilema planteado de esa manera completa, debemos admitir que sí es nuestro deseo esperanzado que a Mauricio Macri le vaya bien en su gestión, ya que, en la medida en que así sea, de esa manera nos va a ir, en definitiva, bien a todos; además de lo que sí estamos convencidos es en no desear que Cristina y los que ahora la siguen, vuelvan. Por más que si volvieran deben ser aceptados.

Dicho esto conscientes de que podemos lastimar a algunos de sus acérrimos y hasta fanáticos seguidores, a los que apreciamos como personas y a los que respetamos en su manera de pensar, por más que estemos en las antípodas; y muchos de los cuales no solo son lectores nuestros, sino que, además, no creemos errar al sentirlos como amigos.

Es que a Cristina y a su régimen podemos llegar no solo a comprender sino hasta disculpar muchas cosas y hasta casi todo, pero lo que no podemos dejar de recordar es la atmósfera mágica y tenebrosamente opresiva producto del relato mentiroso en el que por su causa vivimos por largos años.

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