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Doce viviendas y doce historias de mucha lucha. Un grupo de mujeres se sumó al programa municipal de autoconstrucción en Gualeguaychú y esperan tener su barrio listo antes que llegue el invierno. Cuentan con asistencia municipal y destacan que todo lo que logran es el resultado de su esfuerzo, revela un informe de la periodista Mónica Farabello, para el diario El Día.

El trabajo comienza a las 6 de la mañana; hacen un descanso para el almuerzo y retoman desde las 14 hasta las 18. Todo está súper organizado y controlado: desde las planillas de turnos y asistencia, hasta el cuidado de los materiales.

Nadie duda de la capacidad de trabajo de una mujer cuyo objetivo es brindarles un techo digno a sus hijos.

Laura, Blanca, Vanesa, Gaby, Carolina, Paola, Laura, Anyi, Pilar y Natalia, son algunas de las mujeres que se sumaron a la autoconstrucción como resultado de más de una década esperando en los listados del IAPV.

Ahora, cuentan con su terreno y las doce viviendas ya tienen colocadas las aberturas, rejas, techo, carpeta y revoques. Trabajan de lunes a sábado y siempre tienen serenos para cuidar las casas, las herramientas y los materiales.

ElDía visitó el barrio ubicado en calle 1º de Mayo y Jauretche, donde también está ubicado el primer grupo de viviendas autoconstruidas por mujeres que fue entregado en 2017.

Con mucha garra y emocionadas por lo logrado, contaron que sus parejas también ayudan. El marido de Carolina, una de las vecinas, es albañil. Él está dispuesto a enseñarles y por supuesto, a trabajar a la par de todas.

“Nosotras revocamos, acarreamos materiales, arena, hicimos los pozos, levantamos paredes, hacemos de todo”, contó Carolina.

Además, el grupo cuenta con personal de las Cooperativas de la Municipalidad que trabaja por las mañana y ayudan con los revoques de afuera, “pero la carpeta del piso por ejemplo la hicimos nosotras”, aclara Carolina.
Todo a pulmón
Para hacer las conexiones de agua caliente necesitaban dinero. Entonces, el grupo decidió hacer una rifa de un lechón y así juntaron lo que necesitaban. También conformaron un fondo común donde ponen 100 pesos por mes para la compra de herramientas y todo lo que haga falta como baldes, cucharas, fratachos y hasta una hormigonera.

“Son decisiones que tomamos entre nosotras como grupo. Además contamos con capacitadores que son excelentes”, resaltaron las chicas.

Las historias de vida son tan distintas pero siempre con un denominador común: la falta de un techo digno. Una de ellas estuvo trece años inscripta en el IAPV sin ninguna suerte. “Ahora estoy trabajando acá y estoy feliz”, expresó.

“No sé cuál va a ser mi casa, por eso todas le ponemos la mejor onda y la mejor energía al trabajo de todas las viviendas por igual”, aclararon. Así, el grupo se hace cada vez más sólido.
Poner el lomo
“Nadie te regala nada. Todo lo vamos a pagar en cuotas y el lomo lo ponemos nosotras. Hay muchas compañeras que trabajan mejor que cualquier hombre”, dijo Carolina súper orgullosa de los avances.

Las conexiones de agua y cloaca ya están listas y el armado de los sanitarios va a ser lo último. Mientras, trabajan en la colocación del cielorraso y las aberturas.

Como en cualquier emprendimiento, la opinión pública se manifiesta a favor, en contra y hasta critica sin la información suficiente. Este no es un problema que afecte a las chicas del barrio. “Vemos cómo nos critican y nos da impotencia porque nadie sabe por lo que nosotras hemos pasado; y acá estamos, poniéndole el lomo de sol a sol. Y si queda alguna duda, que vengan y pasen un día con nosotras para ver cómo nos ganamos nuestra vivienda”, contestaron.

El frío viene acercándose, y el apuro también. El objetivo de estas mujeres es poder mudarse antes que llegue el invierno. “Nadie merece pasar frío en un rancho de chapa”, dijeron. Ahora, sólo resta seguir trabajando y esperar que el clima acompañe para no perder el ritmo de trabajo.
Fuente: Diario El Día

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