Pero aquí aplico la expresión no a individuos o a grupos, sino a una palabra. Que al parecer en una desnaturalización de uso, no sé si arrabalero, pero de cualquier manera grosero en cuanto hasta hace muy poco sonaba a "palabrota" y ha logrado ahora una sobrevaloración, por el empleo que de ella ha venido a darse en los ámbitos políticos.
Y que sirve para poner énfasis a una orden, como es en el caso de que la expresidente la utiliza cuando le hace una manda a Parrilli; o que suena a despecho, rencor, reproche y hasta miedo, cuando la utilizan Aníbal Fernández o Luis de Elía.
De ser las cosas así, se habría instalado un abismo entre el concepto de "pelotudo" y el de "boludo", que hubo momentos en que se mostraban como intercambiables, en una evolución que había hecho que la utilización de ambas estuviera referida a un tonto o, más grave aún, a quien sin serlo era objeto de ese maltrato que ahora conocemos como "bullying". Hasta transformarse en una referencia casi, o del todo, amigable y hasta cariñosa de un chico o muchachote o de una chica o muchacha -más en esta época en que éstas no parecen esquivar las "palabras fuertes", por no decir sucias-, al referirse a otra que está junto a él con quien comparte experiencias.
Aclaro que no se hace aquí ningún juicio de valor, sino que me limito a observar lo que acontece en nuestro entorno. Y mientras tanto, ¿habrá quién se acuerde del término "huevón"?