Desde temprano, tuvieron una bendición desde el cielo. La lluvia, que no dejó carpa sin gotear en el improvisado campamento ricotero del Parque Unzué durante los últimos cuatro días, se fue con la noche. Así, la ciudad del carnaval comparsero cambió su paisaje por la caravana interminable del Indio, con su uniforme deportivo de mil batallas. Pasadas las cinco de la tarde, la multitud ya se agolpaba contra las vallas. Entonces se abrieron las puertas y la caravana impaciente fue ingresando al gigantesco campo del Hipódromo, con una superficie equivalente a 16 manzanas.
Con la noche, el viento se hizo sentir. Y con el viento, el frío. Nada que pueda espantar estos tipos, que se bancaron un show con temperaturas bajo cero y aguanieve en la última ceremonia mendocina. Era la hora señalada y sólo faltaba que se apagaran las luces. Que salga el Indio y todo el año es carnaval, sonaba cada vez más fuerte. Y la hora llegó. Vas corriendo con tus Nikes y las balas van detrás (lo que duele no es la goma sino su velocidad), aulló Solari cuando las últimas mentes extasiadas aceleraban sus Topper de lona sobre el barro para ser parte de la gran misa ricotera. El show comenzó pasadas las 10 de la noche con Nike es la cultura, de El tesoro de los inocentes. Toda una postal sonora de un fenómeno artístico y popular que no tiene igual.
Chau mohicano, consigna emblemática de su nuevo trabajo, fue el himno siguiente. En la era de las redes sociales al mando de la construcción del pensamiento de las masas, el tipo desafiaba su alma endurecida mofándose de los Pajaritos, bravos muchachitos. Luego, se esperaba una larga lista de 27 canciones y dos horas de show, con un cierre para engalanar el mito de esta noche inolvidable con el pogo más grande del mundo y Los Fundamentalistas tocando espalda contra espalda con las viejas glorias Patricias.