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Rojo dominante, chamamé estridente y calor galopante dominaban la jornada del viernes pasado. No se trataba de una fecha más para los devotos de Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, una figura religiosa que es objeto de devoción popular en la Argentina.

Nacido alrededor del año 1840 en el paraje correntino de Pay Ubre, cerca de Mercedes, fue asesinado el 8 de enero de 1878 a unos 8 kilómetros de la misma ciudad donde comenzó un inmenso legado de controversias, amores y odios que se mantienen intactos a través del tiempo, de quien en realidad se sabe poco con certeza.

Sin embargo, el GPS marcaba 375 kilómetros de distancia (unas 5 horas de viaje) del santuario construido en un emplazamiento cercano al lugar de la muerte de este santo pagano, que cada año recibe a cientos de miles de peregrinos en esa fecha.

Era Colón, Entre Ríos, no Corrientes. Detenerse e ingresar en “Tranquera abierta”, un campo ubicado a la vera de la ruta 135 que conduce al puente internacional, significaba adentrarse en el mundo del Gauchito Gil, pero también en el legado de quien soñó con él y lo llevó hasta allí: Luis Dantaz.

Un viaje dejando de lado los prejuicios propios y ajenos, con el único propósito de conocer de cerca qué generan ambas figuras en cientos y cientos de seguidores.
Una historia de sueños y mandatos
Pese a las dos décadas que transcurrieron desde su repentino fallecimiento, el nombre del curandero de origen oriental Luis Dantaz (1942-2001) aún sobrevuela en la costa del Uruguay.

“La gente lo sigue recordando”, afirma su hija Belén, orgullosa, quien inmediatamente revela ciertas curiosidades: “Pasan muchas personas por acá y, cuando se enteran que soy su hija, me cuentan historias de milagros y curas que les ha hecho mi papá. Algunas vienen directo a su estatua, hecha por la misma gente, donde le siguen pidiendo cosas”.

“Mi papá fue una persona que le hacía el bien a los demás, porque siempre estuvo para atender cualquier necesidad y ayudar a la gente, sin pedir nada a cambio”, cuenta a las nuevas generaciones.

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Belén Dantaz posa junto a la estatua que recuerda a su padre Luis. Agrandar imagen
Belén Dantaz posa junto a la estatua que recuerda a su padre Luis.
El lugar que simboliza el legado de Dantaz consta de unas dos hectáreas abiertas al público -de allí su nombre, “Tranquera abierta”-, lindantes a lo que era su residencia familiar. Mesas con asientos, parrillas, una populosa arboleda, juegos infantiles y hasta un escenario, forman parte de un predio que fue furor en la década de 1990.

“Él vivía en la casa principal, pero después tuvo que construir un lugar aparte para poder curar: llegaba tanta gente, multitudes, colectivos de todas partes del país, que decidió armar este espacio para que la gente pudiera venir y esperar tranquila”, dice Belén.

“Primero trajo al Gauchito, a raíz de un sueño en el que se le apareció pidiendo que lo trajera a este lugar y prometiéndole que si lo hacía, él iba a ayudar a su gente” y, una vez cumplido ese mandato, “hizo hacer el Cristo de la Esperanza, después trajo la Virgen Desatanudos y colocó estatuillas en las otras ermitas”.

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"Tranquera abierta", ubicada sobre la ruta internacional 135, nunca cierra.
20 años después de la muerte de Dantaz, el lugar que “soñó y fue armando de a poco” continúa en pie gracias al acompañamiento de su gente y la tarea asumida por su hija, quien depende de la ayuda que sus seguidores depositen en una alcancía junto al Gauchito Gil para financiar el mantenimiento del predio.

“Después que falleció papá, nos volvimos al Uruguay y el predio estuvo un poco dejado, por temas económicos y de distancia. Hace un tiempo, me habló a través de un sueño y me pidió que lo recreara. Le hice una promesa y aquí estoy, levantando nuevamente el lugar a lo que era y como él hubiese querido”, asegura.

“Es un lugar de mucha fe”, define Belén, dejando las puertas abiertas a todos los credos: “Están quienes le piden cosas a la estatua de mi papá, los que le rezan al Cristo y quienes son devotos del Gauchito”.
Las 3 teorías del Gauchito
El culto a Antonio Gil se ha extendido desde la provincia de Corrientes hacia el resto del país, pudiéndose observar a lo largo de caminos urbanos y rurales, santuarios del Gauchito Gil caracterizados por poseer banderas y cintas rojas.

Sin embargo, no está comprendido dentro de la liturgia católica ni evangélica por considerarse objeto de idolatría, al dedicarle rezos y devoción a alguien que no es Dios.

Ello no le impidió traspasar las fronteras del país, pues hay santuarios del Gauchito en Chile, en la carretera Austral (Región de Aysén); en Uruguay en la ciudad de Mercedes y en las afueras de la ciudad de Barcelona, España, en el kilómetro 5,5 de la ruta BP-5002, como así también en Bolivia, en el departamento de Tarija.

Aunque con leves diferencias, hay más de una teoría sobre el origen de la historia de Antonio Gil -cuya tumba se encuentra en el cementerio de Mercedes-, entre las cuales prevalecen tres versiones.

Primera versión

Antonio Gil fue un gaucho trabajador rural, que tuvo un romance con una viuda adinerada. Esto le hizo ganar el odio de los hermanos de la viuda y del jefe de la Policía local, quien había cortejado a esa misma mujer. Como consecuencia del peligro que implicaba, Gil dejó el área y se alistó para pelear en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Al regresar, fue reclutado por el Partido Autonomista para pelear en la guerra civil correntina contra el opositor Partido Liberal, pero desertó. Dado que la deserción era un delito, fue capturado, colgado de un pie en un árbol de espinillo y degollado. Antes de ser ejecutado, Gil le dijo a su verdugo que debería rezar en nombre de él por la vida de su hijo, que estaba muy enfermo; al principio, el verdugo desconfió del gaucho, pero cuando regresó a su hogar, encontró a su hijo casi agonizando y, desesperado, le rezó a Gil y su hijo sanó milagrosamente. Él le dio al cuerpo del Guachito un entierro apropiado y las personas que se enteraron del milagro construyeron un santuario.

A partir de allí, se toma la tradición de envolver con banderas rojas o pintar de rojo los santuarios de veneración al Gauchito Gil, dado que es el color que caracteriza al Partido Autonomista en Corrientes.

Segunda versión

Esta teoría relata que Antonio Gil era un cuatrero que se congració con los pobres. Reclutado para combatir en la Guerra de la Triple Alianza, desertó y fue perseguido. Cuando lo capturaron por los delitos cometidos, un comisario estaba a punto de dispararle debajo de un árbol y el gaucho le dijo: “No me mates, que ya va a llegar la carta de mi inocencia”. El comisario respondió: “Igual no te vas a salvar” y el Gauchito manifestó: “Cuando llegue la carta vas a recibir la noticia de que tu hijo está muriendo por causa de una enfermedad; cuando llegues, rezá por mí y tu hijo se va a salvar, porque hoy vas a estar derramando la sangre de un inocente”. En esa época se creía que invocar la sangre de un inocente era milagroso. Al llegar a su casa en Mercedes, el comisario encontró a su hijo enfermo, rezó por él en nombre del Gauchito Gil y su hijo se curó. El comisario volvió a donde estaba el cuerpo y le pidió perdón.

Tercera versión

El Gauchito Gil dirigía un grupo de matones autonomistas que iban de pueblo en pueblo saqueando, robando a los ricos y matando a todo liberal que se cruzara en su camino. Fue capturado por un grupo de hombres del Partido Liberal y degollado cerca de Mercedes.
El gran día había llegado
El tan ansiado 8 de enero finalmente llegó para los devotos del Gauchito Gil, aunque no sería como otros años. Con el santuario nacional cerrado por la pandemia de Covid-19, “Tranquera abierta” se convirtió en un punto de referencia para buena parte de la costa del Uruguay.

Unos gauchos a caballo habían mantenido una vigilia desde la noche anterior en el lugar, quienes al amanecer decidieron pasarle la posta en la custodia del santuario a otros devotos que habían salido caminando -a las 6 de la mañana- desde el velódromo de Colón.

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Imagen en tamaño real del Gauchito Gil en el santuario de Colón. Agrandar imagen
Imagen en tamaño real del Gauchito Gil en el santuario de Colón.
“Venimos a saludarlo y agradecerle por los favores que nos hizo, porque nunca nos dejó en andas”, contaron los integrantes de la familia Gallardo Buris, oriundos de la localidad bonaerense de Tigre. “Cuando tenía 20 años me contaron del Gauchito, le he pedido favores en momentos de la vida en que parecía tocar fondo y me los ha cumplido, sobre todo cuando necesitábamos plata o faltaba el trabajo”, confió el padre de familia, mientras dejaba una ofrenda: “Hemos traído vino y otros le han traído cigarrillos, que es lo más común, pero en realidad va en lo que cada uno pueda y quiera ofrecerle como devolución”.

Banderas, banderines y cintas -todo rojo furioso, claro-, ofrecían el marco ideal a quienes llegaban con cigarrillos, incontables botellas de vino y velas (también rojas) encendidas, entre más placas, carteles y algunas flores (rojas) en señal de agradecimiento, que pasarán a sumarse a las ofrendas -desde vestidos de novia hasta alhajas, dinero y grandes tesoros personales- que alberga el museo “Antonio Gil”.
Ofrenda musical al Guachito Gil en el santuario de Colón
“Todos los años venimos en esta fecha porque somos devotos, así compartimos y tocamos un rato: el Gauchito siempre fue puro chamamé y aquí estamos”. Rodrigo (guitarra) tiene 14 años y Matías (acordeón) cuenta tan solo 11, pero su corta edad no les impidió encarnar una sentida ofrenda musical al santo pagano de su familia. “Siempre uno trata de aferrarse a algo y el Gauchito nos ha hecho milagros, por eso venimos a agradecer, estar presentes y dejarle una ofrenda”, narró el padre de los hermanos Galarza, de Colón.

Así transcurrió toda la jornada, con música amplificada pero también improvisando mini festivales en vivo en torno a la imagen del Gauchito Gil, cuyos seguidores no quisieron estar ausentes en una fecha tan especial para ellos y se las arreglaron para hacerse llegar, aunque más no sea por unos minutos, a “lo de Dantaz”.

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Velas rojas, botellas de vino y cigarrillos encendidos en torno a la figura del santo pagano. Agrandar imagen
Velas rojas, botellas de vino y cigarrillos encendidos en torno a la figura del santo pagano.
El caso de Patricia, que viajó desde Concepción del Uruguay, también es particular: “Soy creyente del gaucho a través de mi hija, que siempre fue muy devota y nunca la dejó sola”. Agradecida y emocionada hasta las lágrimas por ella, afirmó que “la ha ayudado mucho cuando se sentía derrotada, por eso cada vez que la veo desanimada le digo, ‘pedile a tu gaucho, que seguro te va a ayudar’”. Y agregó: “Nunca nos ha soltado la mano, por eso cumplimos en venir y traer alguna ofrenda en agradecimiento: prendimos un cigarrillo y una vela”.

Un nuevo 8 de enero, aunque particular, llegaba a su fin. Cada devoto retornaba a su casa tras una larga jornada en el santuario o luego de unos pocos minutos que había podido hacerse para cumplir y compartir con otros seguidores, identificados entre sí por la enorme fe y el eterno agradecimiento a la figura del Gauchito Gil.
Fuente: El Entre Ríos

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