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Samurio, el sanducero que juega para Argentina.
Samurio, el sanducero que juega para Argentina.
Samurio, el sanducero que juega para Argentina.
Carmen, su esposa, tiene debajo del mostrador del gimnasio la medalla y la mascota del Mundial de waterpolo que se disputó en Corea del Sur. Y segundos después de que la saca a relucir, el “Poliya” se acoda en el mostrador y desde el alma exterioriza un “nunca en mi vida había visto una medalla de un Mundial. ¡Nunca!”.
Con el waterpolo desde Paysandú
Oscar Samurio, referente de la disciplina no solo en Paysandú, llegó desde Corea del Sur con un tercer puesto en el Mundial Master de waterpolo, integrando el equipo argentino “Los Pampas”, la selección albiceleste de la categoría.

Pedirle que resuma la experiencia es casi imposible. Porque el “Poliya” es de esos tipos que deja para atrás sus logros para darle para adelante a lo que venga, y es capaz de motivar hasta al más vago. Y, de yapa, le gana la pasión por goleada. “Mirá: nunca fui bueno en natación. Pero salí cuatro años campeón nacional en resistencia. ¿Sabés por qué? Porque era perro. A sangre no me iban a ganar, porque sabía que tenía que trabajar mucho para igualar al resto. Y hasta ahora sigo con la cabeza de que todo se puede. ¿Por qué no? Te dicen que se llega a una edad que no se puede adelgazar, por ejemplo. Pero lo que se pierde en realidad ¡es la voluntad para poder adelgazar!”.

Ahora le tocó ser protagonista. Otra vez, en realidad. Pero lo suyo pasa siempre a segundo plano. Y habla de sus alumnos, de los gurises a los que de manera mágica les transmite el amor por el deporte y, en este caso en particular, por el waterpolo. A tal punto que hoy Paysandú tiene la base de la selección uruguaya Sub 16 masculina, pero también de damas y varones mayores.

“He puesto las ganas de que esto no se caiga, de saber que si yo me voy no hay nadie que ame tanto esto. No es la capacidad, sino que nadie quiere agarrar la posta porque es un fierro caliente”, admitió y agregó que “tengo la experiencia de saber cómo se maneja un grupo en el tiempo, y de tener y transmitir la motivación de no caerme, y demostrar en lo personal que cuando vos querés, podés”, dice a lo largo de la charla, en la que recién sobre el final se acordó de contar la experiencia vivida del otro lado del mundo.

Está sentado en uno de los tantos aparatos del gimnasio, y llega gente a entrenar. Pero nadie se olvida de acercarse para saludarlo con un beso. Y entonces, antes de contar la experiencia en Asia, firma que “la vejez viene de la cabeza”, y que “me meto a jugar con los gurises y me ‘judean’, pero no la llevan de arriba porque tuve la constancia de no quedarme mucho, ya que han pasado años sin entrenarme”.
El camino hacia la medalla con “Los Pampas”

El “Poliya” respira pasión. Se posesiona, al punto que parece un pastor religioso que habla con una convicción enorme. Y que, por encima de todo, pregona con el ejemplo. “Hace seis años entrenaba, jugaba un poco acá y me divertía. Y gente de mi edad, que había jugado contra mí en Argentina, me invitó a formar parte de Los Pampas, una selección argentina que jugaba en categorías mayores”, contó a modo de introducción.

El grupo afrontó primero un torneo en Brasil, como para ensamblar las piezas, y después se tiró de cabeza al Mundial de Canadá, que pasó sin pena ni gloria. Pero se sumó experiencia. En el siguiente Mundial, el de Hungría, el equipo terminó sexto. Y luego siguió en rodaje en el Panamericano. Antes de viajar, Oscar ya había confiado que el equipo estaba para pelear arriba. Porque se había reforzado y porque contaba con un par de entrenadores importantes.

Y como quien no quiere la cosa, se le dio pelea a los vigentes campeones y vices, ante los que se pararon de igual a igual: “Estados Unidos nos ganó por cinco goles, y Alemania solo por uno”. En el camino se dejó a Canadá, España y Australia. “Ha habido una evolución muy grande, y conseguimos un entrenador que sabe mucho, y sabe ensamblar piezas que no se encontraron nunca. Hace el waterpolo muy simple. Es Juan Pablo Gil, que tiene a su cargo las selecciones juveniles argentinas”, dijo el “Poliya” sacándose el sombrero.

Después contará que se peleó ante Alemania por el segundo puesto pero se terminó perdiendo. Pero desliza como queriendo que pase desapercibido que le anotó a los teutones, y que fue el goleador de Los Pampas con siete dianas. “Yo estaba muy entrenado para este campeonato. y no salía de la cancha. Era el que no salía nunca, y tenía más velocidad de reacción que el resto, por jugar acá con estos gurises”, reconoció.
¿Por qué lo comparan con Mascherano?
Y prácticamente se le escapó que sus compañeros de equipo lo apodaron “el Mascherano de Los Pampas”, porque nunca dejó de nadar y pelear cada pelota. Pero solo se limita a decir que “a nivel personal es una satisfacción muy grande, porque yo me entreno solo, y no es fácil. Cuesta mucho”.

Rápidamente vuelve a lo suyo. A darle para adelante a sus jugadores, por los que vive. Y que son, en definitiva, los que lo mantienen como siempre, con las ganas intactas de afrontar nuevos desafíos. Ya sea en el Canal de la Mancha o en la piscina, nadando firme con la pelota atada a su lado.
Fuente: Diario El Telégrafo de Paysandú.

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