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Emilio Aroldo Eduardo Castrillón dejó de integrar, este martes 11, el Superior Tribunal de Justicia (STJ), y dejó su silla vacante en la Sala Civil y Comercial tras haber accedido a la jubilación. Los registros de la Caja de Jubilaciones y Pensiones dan cuenta que inició el trámite el 29 de abril y ya para el viernes 7 de mayo todo estaba resuelto: Castrillón es hoy un hombre que integra la larga lista de jubilados en Entre Ríos. Su paso al costado le permitió zafar de un trámite de juicio político que había dado inicio en la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados. La denuncia la formuló el periodista Daniel Tirso Fiorotto.

En un escrito de 34 páginas, Fiorotto fundamenta su solicitud en una serie de hechos y situaciones atribuidas a Castrillón, en las que el juez habría incurrido en “mal desempeño”, sea por “violencia de género”, en varios casos, como también por “reiteradas conductas demostrativas de falta de mesura, equilibrio, autocontrol, decoro, deferencia, circunspección y compostura para el ejercicio de sus funciones como miembro del Superior Tribunal de Justicia”.

«Emilio Castrillón estaba como ese jugador con tarjeta amarilla, y se metió en un entrevero en La Paz; creo que ese tropiezo le costó el puesto, porque es lógico que se le anudaran otros momentos anteriores en los que mostró su carácter enojadizo. Pero no me asombra: entiendo que los políticos toman un poder más efímero que en otros oficios y a veces son conscientes de ello. Por otro lado, nuestras comunidades suelen sorprendernos con sus expresiones. En este caso, me considero un eslabón de una cadena; hubo colegas que informaron los hechos, como los de la revista Análisis, hubo jueces del Superior Tribunal que sugirieron que eso daba para la comisión de juicio político, y yo obré en consecuencia», dice ahora Fiorotto, en una entrevista con la Agencia de Informaciones Mercosur (AIM). -Hubo un tiempo en que los obispos católicos eran elegidos por los fieles. ¿Será conveniente o posible que los jueces también sean electos, es decir, participen de la política partidaria y al mismo tiempo conserven la imparcialidad?

-Si los jueces entraran en el juego electoral, partidizados, se presentarían otros vicios. Hay empresarios, políticos, sindicalistas, corporaciones, muy metidos de mediadores haciendo favores, entre comillas, y son obstáculos para la vida comunitaria. La participación comunitaria, vecinal, sería sí muy sabia. Si en nuestra sociedad abrimos los ojos a los saberes sin compartimentos estancos, si nos emancipamos, lo demás se dará por añadidura. A veces el sistema colonial se muestra como un chaleco de fuerza.

-¿Podrías extenderte en esa referencia que hacías en tu presentación sobre las tradiciones comunitarias?
-El sistema occidental moderno es peleador, busca pleito. Cuando hay una diferencia, medio que nos obliga a la denuncia. Es un régimen militar donde unos ganan y otros pierden, y nuestra tradición dice que, si uno gana y el otro pierde, ambos pierden. Hay principios y rituales comunitarios muy distintos, en el altiplano con la coca, entre mapuches con el canelo, aquí con la yerba; Occidente menosprecia los saberes ancestrales que permiten superar los problemas por consenso, con diálogo. Las instituciones están separadas de esos saberes milenarios y vigentes, y por eso nos vamos chocando. Como dice Amaro Villanueva, una palabra saca la otra y esta otra saca el cuchillo. Es una pelea interminable. Yo no me resigno a este sistema. Hay otros modos más edificantes. Pero en este caso acudí a las instituciones que tenemos. -¿Se terminó en realidad el partido, como dijiste, o es ocasión para seguir jugando con más chances?
-Los legisladores dieron los primeros pasos para un juicio político y todo se aceleró con la vía de la jubilación, que es tan legal como el juicio político. Creo que todos obramos de acuerdo a la ley en este caso, incluido el juez. Esas son las reglas de juego. Pero es cierto que no era un juicio penal ni civil sino político, y el resultado fue bastante previsible. Tal vez el juez encuentre un lugar menos estresante donde pueda hacer valer mejor sus conocimientos, que los tiene. Más allá de su carácter y sus modos que ya expusimos en muchas páginas, hay que reconocer que Castrillón es un personaje que suele decir verdades que le dan picazón al sistema.

-¿Por qué una persona que no tiene ninguna cualidad para ser juez llega a la máxima magistratura y es protegido y defendido por otros políticos?
-No sé si hay acuerdo sobre las cualidades necesarias para ser juez. Hoy predominan las prerrogativas de los abogados, pero quizá podríamos buscar una formación integral y una condición de otra naturaleza. Así como a algunos ingenieros agrónomos les ha costado integrar la producción de alimentos en la biodiversidad, a algunos abogados les cuesta comprender a las personas en la cultura, en la biodiversidad. Si tuvieran un horizonte más amplio verían que no es justo cobrar 700 mil pesos mensuales cuando el 60 por ciento de los niños vive bajo la línea de pobreza, los trabajadores en la informalidad son mayoría, y un jubilado común cobra 20 mil pesos. Ese solo dato demuestra que los jueces están ignorando el estado de su propia comunidad, de manera que hay mucho para conversar cuando hablamos de justicia y república. Por otro lado, por ahora los poderes, sea en el Estado o en los medios masivos de comunicación, parecen muy atados al sistema, a los intereses capitalistas, y ese servicio es caro. Eso explicaría tanto manoseo de estos servicios. -¿Cuál es la razón por la que los argumentos de Julio Majul contra la designación de Castrillón en el Superior Tribunal hayan sido desoídos a la hora de votar por los otros legisladores, que no obstante concedían razón a Majul?
-En política partidaria mandan por ahora los compromisos personales, los mandatos del jefe. La política partidaria debe ser revisada por los propios miembros de los partidos creo yo, muchos de ellos bien intencionados pero atrapados en el laberinto de los intereses menores. En nuestra presentación ante los legisladores hicimos hincapié de entrada en las 100 mil vidas que costó la república en el país, el mar de lágrimas que precede a un puesto en la legislatura o en la justicia, las vidas de jóvenes que costó este sistema. Desde ese lugar es más fácil obrar, porque nos genera un gran compromiso, una sensibilidad especial. Nuestros pueblos ancestrales tienen principios que llaman a estar atentos al conjunto, a la vecindad, incluidas otras manifestaciones de la vida.

-¿Qué reformas habría que introducir para dificultar la elección de incompetentes?
-Tengo algunas ideas, pero los jueces podrían responder que en el periodismo también habemos incompetentes y no hallamos el modo de superar ese problema. Pienso que en una sociedad partidizada cada grupo está esperando desgastar al otro, de ahí que el consenso sea muy difícil. Quizá si los jueces cobraran un sueldo razonable, y no estas cifras exorbitantes, la selección sería más serena, sin tantos ganadores y perdedores como vemos hoy. Algunos jueces podrían ser elegidos en la comunidad, otros podrían salir por azar, los jurados de gente común son interesantes también, y si nos atenemos al sistema actual sin dudas el compromiso de las organizaciones y las personas puede afinar la puntería. La primera palabra que usó José Artigas cuando trazó franjas rojas en la bandera fue la palabra república. Es un homenaje a la sangre derramada. Si miramos con más detenimiento nuestro mayor símbolo nos bañaremos de buen criterio para los momentos superiores. Claro que la república debe ser mirada con amplitud, para ver al ser humano en su entorno. Así no separamos al que ha tropezado, porque tanto el que tropieza como el que muestra enorme talento forman parte de nuestra comunidad, somos nosotros.
Fuente: Ente Ríos Ahora

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