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Sin embargo, se trata de una gira que demanda la mayor atención, más por el futuro que por el presente. Muy poco o nada de lo comprometido por ambas partes se alcanzará en los diez meses que les restan a las actuales autoridades. El paquete pasará al próximo período y serán otros los responsables de cumplir los compromisos asumidos.

Esto es normal en cualquier democracia del mundo porque la vida no se interrumpe cuando cambian cada tanto los cuadros dirigentes. Claro que en la enorme mayoría de los casos, al aproximarse el fin del período, si es necesario actuar, los gobiernos que terminan acuerdan con las demás fuerzas políticas -oficialistas y opositoras- los pasos a seguir. El consenso es una herramienta valiosa de la democracia; un recurso inteligente cuando se piensa en el país, no en un sector. Entre nosotros desde hace años el diálogo y el consenso son valores inhallables.

Nadie duda de la importancia de los acuerdos internacionales. Por distintas razones, principalmente la distancia, la ideología y la cultura, China y la Argentina han vivido en mundos diferentes. Alfonsín fue el primer presidente argentino que visitó el país asiático en 1988 firmando allí acuerdos comerciales y técnicos. Por entonces, fallecido Mao Tsétung en 1976, China había flexibilizado sus posiciones políticas y comenzaba a llamar la atención por sus índices importantes de crecimiento y su acercamiento al mundo occidental. Más tarde Menem y Néstor Kirchner también visitaron el país asiático.

Intercambio y obras
Tanto esas relaciones como la demanda china de productos primarios -principalmente soja- favorecieron a nuestro país hasta 2008. Ese año comenzó a cambiar la balanza, inclinándose en beneficio de los asiáticos, a tal punto que en 2014 el desequilibrio comercial rozó los 6.000 millones de dólares a favor de los chinos. Se supone que revertir esa tendencia implicaría un objetivo incuestionable además de posible, porque en el mismo lapso Brasil aumentó un 33% su comercio con China.

Usamos el potencial porque no se conocen en su totalidad, menos en detalle, los convenios suscriptos esta semana por los presidentes Cristina K y Xi Jinping. A través de la información lo que primordialmente se sabe está referido a obras que realizarán empresas chinas mediante adjudicación directa, sin licitación y financiadas por bancos chinos, principalmente el ICBC. Una curiosidad: en caso de controversias, éstas serán resueltas conforme a la legislación inglesa.

Dentro de ese marco se han confirmado, entre otras, las obras de construcción de dos represas en Santa Cruz por 4.700 millones de dólares y dos acueductos en Entre Ríos por 430 millones de la misma moneda. Respecto de los acueductos, el costo calculado por funcionarios entrerrianos en julio del año pasado oscilaba entre 87 y 90 millones de dólares.

Notable avance
Un convenio anterior, formalizado en Buenos Aires hace seis meses, en oportunidad de la visita del presidente Xi Jinping, cedió 200 hectáreas en la provincia del Neuquén al gobierno chino para la instalación de una base espacial. El área otorgada ha sido eximida de impuestos por 50 años y tanto los trabajos como las actividades del lugar se regirán por la legislación china. ¿Dirá algo el acuerdo acerca de misiles? ¿Hasta qué punto se garantiza que no será una base militar?

Es inevitable vincular esa cesión territorial con las actividades que el Instituto de Investigación Polar de China viene realizando en la Antártida desde hace varios años a través de cuatro bases con personal estable. Por ahora no opera en territorio argentino, pero no se descarta que lo haga, pues está proyectando una quinta base a instalarse antes del próximo invierno.

No se detienen ahí las preocupaciones. La explotación de los yacimientos de Vaca Muerta (Neuquén) mediante el cuestionado método del “fracking”, se presenta al alcance de la mano. El mes pasado el presidente de YPF, Miguel Galuccio, acordó con la Petrolera Sinopec, de capitales chinos, las operaciones en Vaca Muerta. La Presidenta lo confirmó esta semana en Beijing.

Entre Ríos participa de manera destacada en este proceso. Además de los acueductos ya mencionados y de las ventas de Cotapa y el frigorífico San José a la empresa Cartipam, de capitales chinos, concretada hace cuatro meses, acaba de sumarse la transferencia de la Citrícola Ayuí a la misma compañía. Entonces, ya tienen leche, carne, citrus. También quieren Puerto Ibicuy, pues en la gira presidencial se confirmó la construcción de la nueva estación fluvial por parte de empresas chinas. Aún se desconocen las condiciones de la operación.

Hasta la segunda guerra mundial, nuestro país respondía al imperio británico. Cambiado el mundo como consecuencia de aquel conflicto, pasamos a la órbita del imperialismo yanqui. No nos hemos desprendido del todo (recuérdese Chevron y su acuerdo secreto con YPF, miremos a Monsanto) y aparece el imperialismo chino con todo su potencial.

Tanto suelen nombrar algunos dirigentes a Arturo Jauretche que bien podrían leerlo hasta encontrar uno de sus pensamientos orientadores: “La idea no es cambiar de collar, sino dejar de ser perro”.

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