Así viene a quedar corroborado mi aserto, materia de una anterior entrega, en la que me refería a la circunstancia -de la que habría que bucear en su explicación- de que palabras groseras, propias de lo que se tildaba como "lenguaje de carrero", han sufrido una suerte de empoderamiento que las lleva a ser incorporadas y utilizadas por cualquier personaje circunspecto, en la más refinada tertulia que se pueda imaginar.
Leí hace mucho, y ahora lo volví a hacer, que quilombo (del kimbundu, una de las lenguas bantúes más habladas en Angola) responde a la siguiente definición: kilombo o también cumbe y palenque es un término usado en Latinoamérica para denominar a los lugares o concentraciones políticamente organizadas de negros esclavos cimarrones en lugares con fuente de agua y cuevas, con alcaldes que ejercían su autoridad en el interior de los mismos. Además, los palenques eran asentamientos donde se refugiaban los esclavos negros que se rebelaban o se fugaban de su vida de esclavitud.
En Argentina y Uruguay, el término quilombo fue utilizado en el lunfardo desde el siglo XIX para referirse a los prostíbulos -que incluían prostitutas de remoto origen africano- para clientes de menor poder adquisitivo. Por esa razón, el significado trasmutó a gresca, y actualmente tanto a un desorden, o a cualquier problema de difícil solución.
De donde lo de Massot "impec", como ahora he escuchado decir, aunque con reparos, ya que si cierto es que "nuestro país es un quilombo" es porque así lo hemos convertido entre todos, independientemente que las culpas sean desparejas, repartija que no viene al caso y con la que lo mejor es no meterse.