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El problema para los periodistas entrerrianos es complejo: conocemos a Juan Salzman, hace rato que este obrero de la cooperativa Coceramic denuncia situaciones graves, comprobables, desvíos que afectan a los trabajadores de esa empresa, y por eso su palabra es creíble.

Por Daniel Tirso Fiorotto

Salzman, tan pobre y humilde como desenvuelto, afirma que el gobernador Gustavo Bordet le reconoció en persona, en un diálogo mano a mano, que recibió cientos de millones de pesos de la nación el año pasado para comprar una fábrica destinada a los desocupados de Coceramic y la provincia gastó esos fondos en otra cosa.

Hecha pública esta conversación, a través de notas en diarios y revistas de Paraná, se podía esperar que el gobernador Gustavo Bordet desmintiera a Salzman y ofreciera otra versión, con detalles. Pero ocurre que el gobernador y sus ministros prefieren callar. Y el grito de los obreros de Coceramic tiene eco limitado en los medios masivos, por razones que Salzman ignora.

Como el que calla, otorga, según el refrán, al periodismo no le queda más que confirmar que la provincia embolsó ese dinero, y como le dijo Bordet a Salzman: lo desvió.

Ahora viene el problema: Juan Salzman recibió dos llamados de Daniel Arroyo, el ministro nacional de Desarrollo Social. El funcionario quería saber cómo avanza la producción de ladrillos. Salzman debió aclararle que la fábrica nunca fue comprada, que están desocupados, sin subsidio, sin nada. Entonces Arroyo lo invitó a una audiencia en Buenos Aires, pero los obreros no tienen cómo pagar un viaje…

Salzman quiere esclarecer el asunto, por una razón que para él es vital: dejar en claro que él y sus amigos no se quedaron con un solo peso; sencillamente el dinero nunca les llegó, se lo quedó la provincia, es decir: el gobernador Gustavo Bordet incumplió con su compromiso de comprar una fábrica de ladrillos. “Tengo miedo de quedar como un estafador”, dice Salzman. Pero además, el obrero quiere saber qué fue de ese dinero, es decir: no quiere quedarse con la espina.

Bordet le prometió que conseguiría el dinero, eso dijo en persona, y luego a través de terceros le pidió a Salzman que no viajara a Buenos Aires. Lo afirma el obrero y da detalles. Pero aquí otro problema: la fábrica ahora es más cara, si costaba 49 millones hace medio año, ahora cuesta 74; entonces Salzman dice que el mismo monto hoy no resuelve el problema a los 50 desocupados de Coceramic. “Yo quiero conseguir la fuente laboral, ese es nuestro objetivo, no hay otra cosa. Me han ofrecido trabajo pero yo no agarro porque hay 49 familias detrás mío”, sostiene. Toda su vida está unida a Coceramic, trabajó ahí desde gurisito; a Salzman no le meten el perro fácil.
Obrero en coma
Son tantas las horas que Salzman pasa haciendo trámites y esperando ser atendido por funcionarios de la provincia y del municipio de Paraná, que hace pocos días debió ser internado en el hospital San Martín, por un cuadro que, si se complica, lo puede llevar a la muerte y él lo sabe. El obrero paranaense sufre de diabetes múltiple y neuropatía agravada con tiroidismo y ha estado once veces en coma. La situación es preocupante, y Salzman vive en una situación de tormento que es permanente, por las frustraciones reiteradas, ante las expectativas que le generaron funcionarios políticos, gobernadores, ministros…

“Me dieron el alta, me dicen que tengo que estar tranquilo pero yo cómo puedo estar tranquilo si sé lo que está pasando”, explica.

Hoy se discute el destino del dinero enviado por el gobierno nacional. Para el ministerio de Economía de la provincia sería muy sencillo aclarar este embrollo. En el caso de que desmintiera al obrero, no sabríamos a qué atribuir las certezas de Salzman y su diálogo con el ministro Arroyo. Si no lo desmienten, deberán raspar la olla para ver de dónde sacan para devolver.

Al parecer el gobernador estaría haciendo tiempo para juntar esos fondos de nuevo. Mientras tanto, avanza un probable juicio abreviado de los obreros contra el empresario Acevedo Díaz por supuesto abandono de 42 personas, hurto de propiedad, incumplimiento de acuerdo, etc. A todo esto, los obreros de Coceramic sospechan que el empresario, también propietario de la ex cooperativa Cotapa, es testaferro de políticos, por una serie de indicios que ellos enumeran; hay que decirlo para tomar conciencia del estado de incertidumbre y abandono en que se encuentran, porque ellos sienten que enfrente tienen a poderosos empresarios y políticos. Su desasosiego es fácil de comprobar.

Por ahora, Salzman habla y denuncia, Bordet calla y otorga. Pero no es un juego: ¿llegó plata o no llegó? En cualquiera de los dos casos, es información pública. Si no llegó, convendría saber por qué Salzman está así, engañado. Si llegó, alguien tiene que dar respuestas sobre su destino, en detalle, despejar las dudas y dejar a salvo el honor de un obrero que no soporta siquiera que alguien sospeche siquiera que ha actuado en desmedro de la cooperativa. Lo positivo de todo este embrollo es comprobar que aún existen personas honestas, entrerrianos serenos y firmes, capaces de enfermarse en defensa de sus compañeros.

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