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"En Colombia hay tantas situaciones que reclaman a los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz." Ese fue el mensaje que Francisco, al volver al tema central de su visita a Colombia, envió ayer a más de un millón de personas que participaron en una misa en Medellín.

"La renovación no nos debe dar miedo", dijo Francisco, que exhortó a "ir a lo esencial, a renovarse y a involucrarse, aunque para algunos eso parezca ensuciarse, mancharse".

El Papa, que volvió a alentar a los colombianos, castigados por décadas de conflicto, habló así en un altar montado en la explanada del aeropuerto Enrique Olaya Herrera, justo en la pista donde murió Carlos Gardel, el 24 de junio de 1935.

Con tres millones de habitantes, Medellín, "la ciudad de la eterna primavera", es la capital de Antioquia y la segunda ciudad más poblada de Colombia. Es también conocida como la "capital católica" del país por la cantidad de vocaciones, seminarios e institutos religiosos. Tierra de fuertes contrastes y de Pablo Escobar, aunque no sufrió como otras la violencia de las FARC, sí quedó estigmatizada por el narcoterrorismo. En los últimos años logró importantes avances sociales, de infraestructura y educativos, pero aún le cuesta quitarse la herencia maldita de los años dominados por los carteles.

Medellín es también bastión "uribista": aquí nació el senador y ex presidente Álvaro Uribe, máximo opositor del acuerdo de paz firmado el año pasado por Juan Manuel Santos y las FARC. En el referéndum de octubre pasado, de hecho, en Medellín ganó el no al tratado.

Fiel reflejo de la polarización existente en torno a este tema, Uribe, asistió a la misa del Papa junto a su familia. Estaba enfundado, como la mayoría de los fieles, en un poncho de plástico para protegerse de la lluvia. No hizo lo mismo Santos. "Aquí él no puede venir porque lo chiflan", explicaron locales.

Francisco aterrizó a las 9 (hora local) procedente de Bogotá, y revolucionó a esta ciudad rodeada por los Andes, en la cual, a pesar de los aguaceros intermitentes, durante la jornada miles de personas salieron a saludarlo con pañuelos blancos.

Al arribar al lugar de la celebración eucarística, el mismo que usó Juan Pablo II en 1986, la multitud estalló. "¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!", gritaba la gente. Todos habían pasado la noche a la intemperie. "Uno no siente nada porque el estado interior es de júbilo, y está por encima de la lluvia", dijo Luz Elena Pérez, ingeniera agrónoma. "No dormimos. Cantamos, rezamos", agregó su amiga María Luisa Bermúdez.

Ante la imagen de la Virgen de la Candelaria, patrona de Medellín, Francisco recordó que "el discipulado no es algo estático, sino un continuo movimiento hacia Cristo".

"Como Jesús zarandeaba a los doctores de la ley para que salieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es zarandeada por el Espíritu para que deje sus comodidades y apegos. La renovación no nos debe dar miedo. La Iglesia está siempre en renovación. No se renueva a su antojo, sino que lo hace firme y bien fundada en la fe", señaló.

Invitó también a los católicos a no permanecer indiferentes ante el sufrimiento: "Son muchos los que tienen hambre. Hambre de Dios, de dignidad, porque fueron despojados. No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de «prohibido el paso» (...) La Iglesia no es nuestra, es de Dios. No es una aduana, tiene las puertas abiertas."
Fuente: La Nación

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