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En medio de la preocupación mundial por el cambio climático, un equipo de investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agroindustrial (INTA) estimó la huella de carbono del cultivo de arroz, durante la campaña 2021-2022.

En rigor, en un lote experimental ubicado en la Estación Experimental Agropecuaria Concepción del Uruguay evaluaron, desde noviembre de 2021 hasta marzo pasado, la variedad Gurí INTA CL, uno de los cultivares largo fino más comercializados en el país. Sus resultados preliminares determinaron que la emisión fue de 0,804 kilogramos de dióxido de carbono (CO2), equivalente por cada kilogramo de semilla producida.

“Esto arroja estimaciones que suponen la emisión de 1,22 megatoneladas de CO2, equivalentes en la producción de variedades largo fino a nivel nacional”, detalló Susana Maciel, especialista en ambiente y desarrollo sustentable del INTA Balcarce, provincia de Buenos Aires.

Según explicaron, para este análisis del ciclo de vida de la producción de un kilo de semilla de arroz cáscara “se consideraron las emisiones generadas desde la preparación del suelo hasta la cosecha de la semilla de arroz”, donde el grupo de trabajo utilizó “la técnica de cámara cerrada o estática, la cual en su interior contiene alrededor de tres plantas, a modo de modelo”.

“Con una jeringa preparada con válvula de cierre se extrae del centro de esta una muestra de los gases condensados, los cuales son mezclados por un ventilador que se encuentra en su interior”, señaló Maciel, quien explicó que se trata de un trabajo de evaluación preliminar y que es una estimación en la que fueron consideradas “las variables entendidas como de mayor impacto”.

Además, agregó que “las cifras que componen esta evaluación tienen que ver con diferentes índices derivados de las emisiones por el uso de combustibles fósiles, aplicación de agroquímicos, fertilizantes, semillas, por los residuos resultantes de la cosecha y las emisiones por aplicación de urea y fertilizantes nitrogenados”.

Para la experta, es importante conocer lo que se emite durante “las etapas de producción primaria, primer eslabón de una larga cadena, hasta el consumo del producto final”.

“El 75% de la producción de arroz de la Argentina se exporta, por lo que conocer su huella permite agregar valor ambiental y generar ventajas competitivas a los productos y sistemas de producción”, indicó.

Si bien en el INTA informaron que el gas de mayor emisión en la producción de arroz es el metano, “se trata de un elemento que aumenta de acuerdo al incremento de la dosis de fertilización nitrogenada”.

“Cuando hacemos el balance de los datos obtenidos, el metano es quien más aporta a la huella de carbono convertido en toneladas de dióxido de carbono equivalente”, indicó la investigadora.

En esa línea, el organismo consideró que “el gas metano tiene un poder de calentamiento global, capacidad de retener la radiación solar emitida por la Tierra, hasta 27 veces más que el dióxido de carbono, el cual se acumula en la atmósfera terrestre y aumenta la temperatura del planeta”.

Por último, la investigadora adelantó que el siguiente paso tiene que ver con realizar un relevamiento de la producción a nivel país de la variedad Guri INTA CL, para inferir las emisiones de CO2 equivalente de esta variedad.

“Más allá de estos resultados, es imprescindible incorporar tecnologías que mitiguen el impacto ambiental. Esto significa, entre otros aspectos, disminuir el uso de combustible fósil, incrementar el uso de energías renovables, utilizar bombas de riego que combinen la energía eléctrica, aplicar nuevas tecnologías en motores que reciclen el dióxido de carbono generado, entre otros”, dijo.

“Esta investigación tiene que ver con la imperiosa necesidad de proporcionar una serie de indicadores esenciales y relevantes para una mejora en el medio ambiente y en la lucha por un mundo más sostenible que pueda mitigar el impacto ambiental. Es necesario continuar con el estudio de las emisiones de distintas variedades, para precisar si existen diferencias significativas de impacto entre estas”, señaló.
Fuente: La Nación / INTA

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