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"Estoy mal de la cara y no quiero fotos", pidió Robert De Niro. Mauricio Macri había concurrido sin fotógrafo oficial, pero el que sí se paseaba con una cámara era el hijo de Jack Rosen, el anfitrión de la exclusiva cena que brindó en su mansión de varios pisos en el Upper East Side, frente al Central Park de Nueva York. Juliana Awada se abrazó con el actor y con su esposa Grace, pero si hubo registro fotográfico se mantendrá prudentemente en reserva. Los 25 inversores e invitados especiales a la cena acordaron que todo lo que ocurriría en esa cumbre sería confidencial.

Rosen preside el Congreso Judío Americano. Es un hombre demasiado poderoso, dueño de la compañía inmobiliaria Rosen Partners, amigo de ricos y famosos, una lista que va desde el propio De Niro hasta Bill y Hillary Clinton, pasando por Barack Obama y George Bush. Con Macri se conocen desde 1991. Se vieron muchas veces en Estados Unidos, en Buenos Aires (el empresario vino a la asunción de diciembre de 2015) y en Jerusalén, un año antes de las presidenciales, cuando el entonces jefe de Gobierno marchaba tercero en las encuestas. En la gala del martes, Rosen le dio la bienvenida y se jactó de haberle dicho que tenía que ser presidente de la Nación.

La velada arrancó con un cóctel en el primer piso, un amplio espacio vidriado con vista a patios y jardines y al que los invitados llegaban subiendo por escalera. Era como un paseo en sí mismo: la comitiva argentina que integraban también el canciller Jorge Faurie, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, el diputado Facundo Garretón y los gobernadores opositores Miguel Lifschitz (Santa Fe) y Gustavo Bordet (Entre Ríos) se sorprendían por la cantidad de cuadros modernistas (algunos gigantes) que decoraban el lugar. Se paraban en especial ante los de Andy Warhol, Keith Haring y Jean-Michel Basquiat, estrellas del arte pop norteamericano. La comida era minimalista y abundaba el buen vino: franceses, españoles y argentinos. Un detalle: entre la variedad de tintos seleccionados había de la bodega Susana Balbo. "¿Saben que la dueña es diputada del PRO?", le preguntó uno de los visitantes argentinos a un veterano inversor. Después de que De Niro se transformó, aun en un ambiente en el que todo parece transitar con naturalidad, en la atracción del cóctel, los invitados descendieron a la planta baja para lo que sería el plato principal: un bife de lomo.

Una editora de la revista Times interrumpió a Jack para preguntarle si no se podía demorar el servicio de mesa para que todos pudieran hacerle preguntas a Macri. "Desde luego, pero siempre que todo quede en secreto", contestó el dueño de casa. Había banqueros, ejecutivos de empresas y financistas. Entre ellos: Leonard Blavatnik,el dueño del holding Access Industries, con operaciones en petróleo, entretenimiento, aluminio, petroquímicos, telecomunicaciones, medios y bienes raíces; Michael del Giudice, de 74 años, background en política y negocios, que durante 20 años se desempeñó como jefe de Gabinete de varios gobernadores neoyorquinos y hoy es director de varias compañías; y el pakistaní Munr Kazmir, un médico, emprendedor y filántropo miembro del directorio del American Jewish Congress.

Macri aprovechó las preguntas para tratar de atraer inversiones. "Muchachos, Estados Unidos ha sido el inversor más fuerte de Latinoamérica y Argentina en los últimos 100 años. No dejen que los asiáticos les saquen ese lugar", dijo. Cuentan que el Presidente les habló en ese tono amigable "porque se sentía uno más y entre ellos siempre hablan de igual a igual", a decir de un hombre que siguió la velada desde Buenos Aires y para quien esa cita fue, tal vez, de lo más importante que hizo Macri en su estadía de tres días en Nueva York.

Los invitados estaban sentados en cuatro mesas. A quienes acompañaban al jefe de Estado les llamó la atención el nivel de las preguntas, demasiado incisivas para tratarse de gente amiga. Arrancaron preguntándole por sus desafíos y su plan de gobierno, pero no tardaron en detenerse en la inflación y el déficit fiscal (cuestiones en las que Macri le pidió colaboración a Caputo), en el rol de la oposición y en el futuro del peronismo.

Macri se mostró seguro de que su proyecto tendrá continuidad y dijo que su plan es de "un reformismo permanente" en el que no está en duda que irá por la reelección. "Mi proyecto es de continuidad. Me quedan seis años de gobierno", enfatizó, casi como si la próxima elección fuera un trámite. Lifschitz diría luego de su regreso a la Argentina que el primer mandatario respondió en ese mismo tono en varias charlas reservadas. Es, en rigor, lo que Macri tiene en la cabeza. Por eso apura las medidas más antipáticas para lo que queda de este año y principios de 2018. Quiere llegar a finales de 2019 en ascenso.

Uno de los inversores quiso saber cómo hará Cambiemos para gobernar sin mayoría en el Congreso y con el peronismo siempre al acecho. "Ya lo hice como alcalde en Buenos Aires. Nunca tuve mayoría en ocho años. Apelo al diálogo y al consenso", contestó Macri. Y argumentó: "Miren, hoy me acompañan dos gobernadores opositores". Lifschitz y Bordet sonreían. Un traductor les explicó en seguida de qué se estaba hablando. Eran los únicos que no hablaban inglés.

El entrerriano respondió las inquietudes sobre el peronismo que viene. En el macrismo ven a Bordet como la contracara de los caciques provinciales de PJ. Y el mandatario no los defraudó: con un tono medido, dijo que Cristina Kirchner ya forma parte del pasado. Acaso para terminar de quedar bien con los anfitriones, Bordet hizo algo más: antes de irse le regaló a Rosen dos tomos de un estudio sobre los gauchos judíos en la Argentina. Dicen que el empresario se emocionó mucho.

¿Qué opinan los argentinos de Trump? La pregunta cruzó como un rayo la cena. Se respiraba un ambiente anti Trump y la presencia de De Niro lo reforzaba: el actor ha llamado "cerdo y payaso" al presidente. Pero Macri pareció no querer más conflictos en medio de la tensión por las fallidas negociaciones por el biodiesel. Se sacó de encima la pregunta: "No sé qué opinará Garretón", dijo. El diputado balbuceó: "Argentina tiene sus propios desafíos, no estamos tan pendientes de los que ocurre con Trump". Todo parecía indicar que Macri tenía que retomar la pregunta, pero otra vez eludió el compromiso: "¿Y en Santa Fe qué opinan de Trump?" le preguntó a Lifschitz.

"El resultado electoral tuvo un gran impacto en la Argentina. Había una onda de apoyo a Hillary. La verdad es que todos simpatizábamos mucho más con ella", respondió. Al socialista le ocurrió algo curioso: se enteró de que había ido De Niro a la cena recién al otro día. Un asesor quiso cargarlo por el descuido, pero Lifschitz le contó que mejor había sido cruzarse con Jennifer López en un bar de Manhattan.
Fuente: Clarín

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