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Raúl Sendic, vicepresidente de Uruguay, ha anunciado finalmente este sábado su dimisión "indeclinable" después de un duro dictamen de la coalición gobernante, el Frente Amplio (FA), que condenó el uso que hizo de las tarjetas corporativas durante su paso por la presidencia de la petrolera estatal ANCAP. El escándalo de las tarjetas fue el acto final de un largo proceso de descrédito iniciado cuando se dio a conocer el déficit de la empresa, causado durante su mandato, y tuvo su peor momento cuando se descubrió que Sendic había mentido sobre su título universitario.

El hijo del histórico guerrillero tupamaro, también llamado Raúl Sendic, ha anunciado su renuncia ante el plenario del Frente Amplio, reunido este sábado para estudiar las sanciones que se derivaban de la condena del Tribunal de Conducta. Sendic añadió en Twitter que la decisión era "indeclinable". Minutos después, el presidente Tabaré Vázquez anunció que había aceptado su dimisión.

Las últimas semanas fueron agónicas para el dirigente uruguayo: las revelaciones sobre sus gastos con las tarjetas de crédito de ANCAP estaban en todas las conversaciones y portadas. Viajes de avión, hoteles, regalos comprados en joyerías? el vicepresidente era una vez más señalado por su gestión en la petrolera, y todo indicaba que tras este último escándalo también el presidente Vázquez le había retirado su apoyo. De nada sirvieron las justificaciones de un ya inaudible Sendic cuando detalló que, en nueve años, el dispendio no superó los 4.000 dólares (3.320 euros al cambio actual), en su mayoría gastados en el extranjero, en el marco de viajes oficiales y regalos de empresa.

Semejantes cifras probablemente no habrían causado la caída del vicepresidente si durante su gestión de ANCAP, entre 2010 a 2013, no hubiera dejado tras de sí un déficit de 600 millones que tuvo que ser cubiertos por los contribuyentes. Una investigación parlamentaria reveló graves problemas de gestión e incluso irregularidades. La oposición le acusó también de corrupción. La petrolera, que actúa en régimen de monopolio en el mercado de refino de crudo (Uruguay no produce petróleo) ya estaba en el punto de mira: los uruguayos pagan la gasolina más cara de América Latina, en buena medida por la gestión de ANCAP.

La imagen de Sendic, que hasta la fecha estaba rodeada del aura de su padre, uno de los fundadores de la guerrilla Tupamara, sufrió un duro golpe. Pero el dirigente frenteamplista seguía contando con el apoyo de los sectores de izquierdas del Frente Amplio, que lo veían como un posible relevo para la generación del expresidente José Mujica, compuesta de exguerrilleros y militantes de avanzada edad.

Pero en febrero del 2016 empezó el verdadero descenso a los infiernos del ahora exvicepresidente, cuando una investigación del periódico El Observador reveló que no tenía el título de licenciado en Genética Humana que ostentaba en su currículum. Esos estudios, supuestamente cursados en Cuba, ni tan siquiera existían. Atacado personalmente, Sendic tuvo que salir a dar la cara y los uruguayos descubrieron a un hombre de voz taimada, de actitud tímida y extremadamente torpe. Acorralado, aseguró varias veces que aportaría pruebas documentales sobre sus estudios, para retroceder después y luego avanzar, contradecirse, y al final, no presentar ningún título. Para la opinión pública, fue mucho peor que el déficit de ANCAP: las redes sociales se llenaron de bromas y el vicepresidente fue víctima del escarnio público durante meses.

La oposición convirtió a Sendic en el punto débil del Frente Amplio, que lleva tres periodos consecutivos en el poder, y no dejó de hostigarlo. El cálculo no fue errado porque los sucesivos escándalos han contribuido a erosionar la popularidad del actual gobierno, que tiene cifras de aprobación históricamente bajas.

Vázquez defendió durante varios años a su segundo y lo dejó a su lado, quizá cómodo con un representante del ala izquierda del Frente Amplio (Vázquez es un socialdemócrata de corte conservador) que había perdido todo peso político. Ahora, tendrá que lidiar con la compleja problemática de la sucesión del vicepresidente, quien, según la Constitución, es también el presidente del Senado y de la Asamblea General. Legalmente, la vicepresidencia podría recaer en Lucía Topolansky, mujer del expresidente José Mujica, por ser la senadora más votada en las elecciones del 2014. Topolanski, considerada como una dirigente del ala dura de la izquierda uruguaya, podría complicar la ecuación de Tabaré Vázquez y agudizar las tensiones dentro de la coalición gobernante.
Fuente: El País

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