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Hace poco festejaron sus 70 años. “Esta escuela nació el 22 de mayo de 1944 con el objetivo de alfabetizar a los trabajadores de la fábrica de Liebig que no habían completado sus estudios primarios”, cuenta a El Entre Ríos la docente Claudia Ferreirós, directora del establecimiento que visitamos esta semana.

“Las escuelas son espacios públicos que deben ser compartidos”, dice al contar que la Escuela Primaria de Jóvenes y Adultos N° 43 “José Hernández”, desde sus inicios comparte edificio con la Escuela N° 1 Juan José Paso y a partir de 2010 lo hace también con la Escuela Secundaria Nocturna creada para dar continuidad a quienes finalizaban el nivel primario.

Durante un tiempo –allá por los ‘90- dieron clase en el salón de la sede barrial Stella Maris, considerando que era bueno acercar la escuela al barrio. Pero más adelante creyeron conveniente volver a las aulas. “El hecho de que tengan que concurrir a la escuela los prepara de otra manera y nos permite mostrarles otros espacios y abrirles nuevos horizontes. Implica además vincularlos al resto de la comunidad. Al estar cerca del centro organizamos visitas a la Biblioteca Fiat Lux, el 24 de marzo participamos a la charla sobre Derechos Humanos en el salón de Agmer y de la marcha que organiza la Parroquia Santos Justo y Pastor por el Día de Lucha contra la Droga. También disfrutan un concierto o una obra en el Teatro Centenario, entre otras actividades”, dice Claudia.

“La escuela no solo es inclusora de los jóvenes y adultos de los barrios, sino que incluimos dentro de la matrícula a personas con discapacidad. Por ejemplo algunos concurren durante el día a El Centro Terapéutico El Solar y por la noche cursan algunas asignaturas en nuestra escuela.
Tenemos tres hipoacúsicos; nosotros le pasamos el programa de estudios a El Solar, ellos los preparan y son evaluados”, cuenta y da precisiones de las diferencias entre la educación del siglo XX y la actual. “Antes se detectaba a un chico con problemas y se lo apartaba; el paradigma de este siglo es respetarlo e integrarlo”.

La escuela además tiene dos subsedes en los barrios Tiro Sur y San Francisco, con la docente Sandra Villavicencio. “En el tiro se dictan clases de lunes a viernes de 13 a 15; allí generalmente concurren chicos integrados de la EPEI N° 2 “Rayo de Luz” que ya pasaron los 15 años (la escuela es hasta los 14). Por la mañana van a los talleres de ADCADis y a la tarde van a la sede para obtener su certificado del primario. Los acompaña una maestra integradora de Rayo de Luz”.

“En el barrio San Francisco las clases son de 15.30 a 17.30. Allí suelen ser madres adolescentes que deciden retomar el colegio para poder ayudar a sus hijos en las tareas escolares. Algunas están incluidas en el Programa PROGRESAR, que a través de becas las estimula para poder finalizar sus estudios”, continúa diciendo Ferreirós.

“En tanto en la sede central cursan de 17.30 a 21.30, pero el horario se flexibiliza de acuerdo a las necesidades de cada uno de los 22 alumnos; algunos tienen una carga horaria reducida. Tienen un material impreso que es una guía para trabajar en casa; si no pueden concurrir, se les entregan fichas para trabajar lo mismo que se ha dado en clase”, explica y detalla la modalidad de trabajo. “Se trata de un Multiaño a cargo de la docente Carina Seoane, o sea trabajan todos en un aula, separados en grupos de acuerdo al ciclo que cursan. El Primer Ciclo es el equivalente a 1° y 2° grados; el Segundo Ciclo, a 3° y 4° grado y el Tercero corresponden a 5° y 6° de la escuela primaria tradicional. De cualquier forma, a pesar de esta estructura los ciclos no son esquemáticos. En Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, se trabaja grupalmente en forma oral”, aclara la directora.

Al hablar del trabajo de los docentes de la escuela, dice que “el trabajo de las maestras es muy complejo; nosotras debemos rediseñar el trabajo de aula. Es un desafío; un verdadero trabajo artesanal. Debemos capacitarnos en violencia, adicciones, discapacidad, alfabetización de adultos”.
Es que si en un aula con 25 chicos las maestras encuentran historias tan diversas a las que deben adaptar la enseñanza, imaginemos lo que sucede en una escuela de adultos, donde cada una de las personas llega en su espalda con vivencias que fueron determinantes para que en su momento tuviera que abandonar la primaria.

“Vienen dos personas del asilo de ancianos del Hospital San Benjamín; una de 49 años y la otra de 70. También llegan jóvenes a través del Área de Niñez y Adolescencia, derivados por Minoridad con antecedentes delictivos”, nos cuenta entre tantos casos.

En total la Escuela Primaria de Jóvenes y Adultos N° 43 tiene inscriptos 45 alumnos. Es condición de ingreso haber cumplido los 14 años de edad. “Salvo una derivación especial de la Dirección Departamental de Educación, la escuela primaria común debe contenerlos antes de esa edad. Así ocurrió el año pasado con un alumno de 13 años de la Escuela N° 85”.

Además de la educación primaria, la escuela ofrece talleres de Formación Laboral avalados por el CGE, no solo para los alumnos, sino abiertos a la comunidad. “Tenemos 35 alumnos en Electricidad (con Leonardo Tournour) y varios en lista de espera. También hay Tejido (dictado por Lidia Sampallo), donde aprenden producción artesanal. Es muy interesante, porque tienen una inmediata salida laboral”.

Construyendo invernaderos

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En 2013 comenzaron con el proyecto “Valorar la tierra”, una propuesta del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia del la Provincia, a través del Programa para jóvenes “Nuestro Lugar”.

Se propusieron construir invernaderos para proteger de las inclemencias del tiempo a los cultivos de las huertas de otros establecimientos de la zona. Fueron seleccionados por la provincia y en noviembre les dieron el visto bueno para empezar el proyecto. Con el subsidio recibido compraron los materiales, hicieron un trabajo de investigación, visitaron la Escuela Agrotécnica para que el Prof. Julio Viollaz les mostrara cómo se construyen: medidas, estrategias para sujetar el nylon y cómo se cosecha, entre otras cosas.

Luego comenzaron la construcción en la huerta de Rayo de Luz, con la colaboración de jóvenes de la ONG Solidar, a quienes invitaron a participar de este trabajo solidario.

En estos momentos llevan a cabo el montaje de palos y el techado; queda instalar el nylon protector.

Para esta tarea, jóvenes, padres y docentes ofrecen su tiempo libre del fin de semana y los feriados. Deben luchar contra variables climáticas como el viento y el frío que no les permite avanzar a mejor ritmo.

De cualquier forma, tienen el desafío de a fin de año haber finalizado con el invernadero de Rayo de Luz y haber construido otro en el Hogar de Niños Nuestra Señora de Luján. En tanto en 2015 se proponen hacer un tercero en el asilo de ancianos del hospital, para lo que recibirían el asesoramiento de gente del Parque Nacional el Palmar sobre plantas autóctonas.

“Es importante que la sociedad descubra que ellos no solo reciben cosas, sino que también pueden trabajar en beneficio de los otros”.

Estufas para pasar el invierno

En nombre de la escuela, su directora agradece “a las personas e instituciones que los acompañan (maestros, profesores y capacitadores laborales) por su compromiso. También a las sedes barriales y a todos los que trabajan acá.
La escuela está necesitando estufas eléctricas. “Tal vez hay gente que puso gas natural y ya no las usa. Nos vienen bien porque todavía quedan unos días de frío y en el aula se hacen sentir”.

“Estudiando se puede”

“Hemos fracasado como sociedad al no darles la posibilidad de cursar sus estudios cuando eran chicos; es momento de acompañarlos ahora. Es una puerta que puede abrir otros caminos; un puente para acceder al secundario y a otros oficios. Pareciera que no pueden salir, pero estudiando se puede”, reflexiona Claudia, y no hace falta ir lejos para comprobarlo: juntas recordamos el caso de Alejandro González, quien ya nos contara en esta misma sección que finalizó sus estudios primarios en esta institución y hoy es el rector de la Escuela Secundaria de Jóvenes y Adultos N° 43 “José Hernández”.

“Logramos rescatar a muchos jóvenes. Estamos orgullosos de cambiar destinos; nos apasionan esos desafíos. Cada joven que rescatamos es la posibilidad de saber que el país y el mundo pueden ser otros”, dice con una convicción que se transparenta en cada una de sus palabras, en el cariño y el respeto con el que se refiere a sus alumnos, y sobre todo en su mirada.

Valió la pena venir. Y debo reconocer que son esas notas en que se me hace difícil transcribir tantos sentimientos que circulan en nuestra charla, pues ambas estamos convencidas de que la marginalidad y la exclusión le han hecho mucho mal a nuestra sociedad. Pero hay un futuro mejor que empieza en la escuela –aunque claro está- debe involucrar al resto de la comunidad. Igualar a todos en sus posibilidades es un arduo trabajo, pero vale la pena. Y el conocimiento adquirido a través del estudio, es quizá la forma más representativa de la igualdad.

Como cierre, Claudia Ferreirós nos regala el lema con el que trabajan día a día en esta institución. Se trata de una frase del Padre Mamerto Menapace, que dice así:

“No tenemos en nuestras manos la solución a los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la historia venga nos mirará las manos”.
“En algún momento tendremos que rendir cuentas”, reflexiona Claudia.

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