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Durante la semana las noticias anunciaban la charla que daría Helene Gutkowski, conmemorando el 75° aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia. Principalmente la presentaban como un mensaje en favor de los derechos humanos, la libertad y la igualdad social.

Y allá estaban todos, congregados en la esquina de 8 de Junio y Urquiza, Auditorio Carlos María Scelzi de Concepción del Uruguay, sin saber bien qué iban a escuchar, pero tan intrigados que no faltaba nadie: había estudiantes secundarios y universitarios, docentes, periodistas, jóvenes, adultos, autoridades municipales. No entraba más un alma en el salón, ya eran las 20,30 y el locutor intentaba ubicar los mayores en las banquetas que quedaban vacías y perdidas en el fondo, mientras los pasillos no se encontraban entre la gente sentada en el piso y los grupos de estudiantes que se amuchaban en el escenario, dejando libre sólo la mesa donde hablaría Helene.

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Entró al escenario, sin dejar mucho lugar a la presentación, como una docente que entraría al aula, un metro sesenta aproximadamente de altura, de unos 77 años, Helene Gutkowski, una sobreviviente del Holocausto, una "niña escondida".

Las palabras de presentación estuvieron a cargo del intendente José Lauritto, y la introducción la dejaron para el presidente del Centro Social Israelita de Concepción del Uruguay, Marcelo Banchik. Este último recordó en cada oración el levantamiento del Gueto de Varsovia con palabras que dejaron a todos sin aliento: “en cada lugar que había una colectividad judía se dio la resistencia contra el intento de exterminar su pueblo, escapes a escondidas, compartir los escasos recursos con el amigo y el familiar, (. . .) contra todas las probabilidades de sobrevivir y ver el día de la victoria”. “Jóvenes judíos, organizados, condenados a morir con pocos medios a disposición y escaso apoyo exterior, plantaron cara al enemigo a pesar de ser conscientes de sus pocas posibilidades de vivir”.

Fue así que palabras como resistencia, libertad, coraje, valor, determinación y sobrevivir daban paso a que Helene cuente su historia de aquel momento, donde la crueldad humana alcanzó sus dimensiones más extremas.

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La niña escondida
Helene nació en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial, fue separada de sus padres cuando tenía dos años. Actualmente integra "Generaciones de la Shoá" en Argentina, una organización constituida por voluntarios, cuya misión es estudiar, investigar, educar y transmitir las lecciones del Holocausto. Fueron 72.000 los menores judíos que sobrevivieron en Francia al exterminio de los nazis, de los cuales 30 aún viven en la Argentina y, desde hace 20 años, se dedican a esta tarea de difundir.

De esa manera comenzó a contar su historia, desde la actualidad, para poder luego viajar al pasado y dejarnos ver por un minuto con sus ojos, a través de su relato, lo que el mundo vivía más de 75 años atrás y aún hoy duele.

“Yo soy, lo que en la jerga de los sobrevivientes llamamos niños escondidos, fui un niña escondida. Eran todos aquellos pequeños que tenían entre los 0 y 12 años cuando comenzó la guerra: yo nací 5 meses antes de que los alemanes invadieran Paris”.

Junto con esta aclaración, Helene cita números que conmueven: “Cuando se declaró la guerra en el ´39 se supo que los alemanes pretendían ganar espacio para su pueblo, fuente de energía, necesidad de mostrar que Alemania había recuperado fuerza (revancha) pero lo que no dijeron es que esa segunda guerra mundial traía en su seno otra guerra, una guerra contra los judíos. (. . .) Esta segunda guerra mundial dejó un total de 60 millones de víctimas, de las cuales 6 millones eran judíos (cuando en Europa la comunidad judía no llegaba a 1%), de éstos, 1 millón y medio eran niños, el 90% de los niños judíos en Europa murieron. ¿Alguien puede imaginarse cuanto es 1 millón y medio?”.

Luego de unos segundos de silencio y de fondo, irónicamente se escuchaba el llanto de un bebé en el salón, Helene se dispuso a demostrar gráficamente cuántos fueron esos niños asesinados: “Tres chicos parados uno detrás de otro ocupan aproximadamente un metro lineal. Si tomamos la ruta de Buenos Aires a Mar del Plata que son 3 kilómetros, tenemos un millón y medio. Es decir, para representar esa cantidad de niños asesinados, tenemos que imaginar la ruta de Buenos Aires a Mar del Plata con chicos parados a la orilla uno detrás del otro”.

La pregunta ahora es cómo sobrevivió el 10 por ciento de los pequeños, y Helene respondió: una forma fue instituciones judías que se encargaron de llevar a los niños a refugios o casas y salvaron a 18 mil chicos en Francia, y la otra cantidad, más de 60 mil, fueron salvados porque sus padres los abandonaron, los dejaron en manos de familias que no conocían, católicas o protestantes que pudiesen darle más seguridad: “esa fui yo”.
La abandonaron, le salvaron la vida
“Mis padres habían llegado de Polonia, en el ´36 mi papá, y el ´38 mi mamá y mi hermano que me llevaba 9 años, yo nací en Francia en el ´40”, continúa su historia Helene.

“En el edificio en el que vivíamos había varias familias judías. Un día llego la policía a detenernos a todos. Mi mamá le había dicho a mi hermano que no iba a abrir la puerta, pero eso era algo ingenuo porque si no abrías igual tiraban la puerta abajo. Mi hermano con 12 años más o menos me tapó la boca para que no gritara, golpearon la puerta, mi mamá no contestó y no tiraron la puerta abajo. Fue el primer milagro para nuestra supervivencia, porque para sobrevivir a esto necesitábamos suerte, milagros”.

El silencio en el Auditorio invitaba a Helene a seguir contando, mientras los suspiros demostraban lo estremecedor del relato. “Después de eso mis papás ya no podían especular de quedarse en Paris y deciden huir, pero ¿dónde? Francia norte estaba ocupada, pero al sur aún era libre”.

Los padres de Helene se preguntan qué hacer: ellos dos no saben aun hablar muy bien el francés, el hermano está circuncidado y no puede pasar como no judío y “estaba yo, que tenía dos años y medios y no tenía marca en mi cuerpo. Mis padres hicieron lo que hicieron 60 mil padres, me abandonaron para salvarme”.

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Los salvadores
Al año de la huida, los padres de Helene debieron volver al norte, las represiones ya eran en toda Francia. “No sé cómo viajaron, ni si golpearon en una puerta o en diez. Pero en una casa les abrieron la puerta y los dejaron entrar, dejaron entrar a tres personas judías. Para las personas que los recibieron significaba un gran peligro y hoy son nombrados: los salvadores”.

Continúa su relato contando que los escondían en un espacio entre las tejas y el techo, un sitio de 3 metros de largo, un metro de ancho y 80 cm de alto, ahí tenían que dormir y “no fue tan trágico” aseguró Helene, “hubo situaciones mucho más difíciles”.

“Así vivieron durante un año hasta que París fue liberado y me fueron a buscar, yo no los reconocí pero me llevaron igual. París había quedado en muy malas condiciones, los judíos se iban encontrando con que ya no tenían casa. Cuando volvieron mis padres se dieron cuenta que no tenían dónde dormir, dónde comer, dónde trabajar. Ahí deciden que conmigo eso no estaba bien y me mandaron a la casa de las personas que los habían salvado a ellos. (. . .) Esta segunda casa fue un salir a la vida, aprendí a pensar, a querer”.

Aquellas personas, los salvadores, fueron como los primeros padres para Helene, no habían tenido hijos y entonces ella cumplió esa función. “Me casé con un argentino y por eso vine a vivir a Argentina. Cuando volvemos a Francia con mi hija mayor que tenía un año, vamos a visitar a Tata”, como ella llama a su mamá salvadora, fue en ese lugar donde la hija de la sobreviviente da sus primeros pasos, “significó mucho para mí” cerró Helene.

Los aplausos inundan el Auditorio, y las esperanzas de decir “NUNCA MÁS” fue el sentimiento en común. Porque como dijo Helene: “Hay que aprender a detectar la primera chispa de intolerancia hacia al otro, para corregirla. Porque una vez que el genocidio comienza es muy difícil pararlo”.
Fuente: El Entre Ríos

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