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Buenos Aires ya vibra con la tercera edición de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que comenzaron en la noche del sábado con una inusual ceremonia inaugural y llevaron el sello argentino de punta a punta. Nunca faltaron la Imaginación y la creatividad. Fue una ceremonia de apertura tecnológica, inclusiva y callejera que reunió a más de 175 mil personas, según los organizadores. Vale remarcarlo: por primera vez en la historia olímpica moderna una celebración de este tipo se hizo en un espacio abierto. Una experiencia urbana en la Avenida 9 de Julio con una meta principal: sorprender y deslumbrar a los jóvenes. Y el objetivo se consiguió con creces.

El Obelisco, siempre iluminado, abrió la fiesta con la bandera argentina descendiendo desde el extremo superior, en las manos de un actor de Fuerza Bruta, los encargados de la dirección artística del show, un espectáculo 360° que pudo ser visto desde todos lados. Después, los atletas ingresaron a través de un arco con efectos especiales y fueron recibidos por distintos actores de Fuerza Bruta, que permanentemente interactuaron con ellos. Hubo sonrisas, abrazos y también algunas lágrimas, claro. Una propuesta moderna, abierta y gratuita que cautivó a los adolescentes. Luego, los abanderados de cada delegación fueron subiendo al escenario para desfilar en orden alfabético. Momentos imborrables. El último en hacerlo fue el argentino Dante Cittadini, el joven de 17 años representante de vela. En ese momento, de punta, la 9 de Julio envolvió en aplausos al oriundo de San Pedro. Mientras tanto, con la idea de acercar a todos los presentes, un escenario móvil partió desde el sur de la 9 de Julio hacia el Obelisco. Sobre el mismo había un DJ, bailarines y cantantes actuando en vivo, mientras circulaban entre el público.

La noche fue ofreciéndole diferentes matices a los más de 4 mil atletas de entre 15 y 18 años de 206 países. Por primera vez en una competencia de este estilo, el Comité Olímpico Internacional llevó adelante una política de igualdad de género, que determinó que participaran la misma cantidad de de atletas varones y mujeres. El vértigo del planeta olímpico arrancó con los cinco anillos apareciendo en el aire, elevados por una grúa, al ritmo de la música y rodeados de efectos especiales. Allí, cinco actores vestidos de obreros futuristas giraban en torno a los anillos y daba la sensación de que estaban siendo construidos en ese momento.

El Obelisco nunca dejó de ser el centro de atención. Hacia el emblema porteño apuntaron todas las miradas. Siempre. En el monumento de 68 metros se proyectaron los pictogramas de todos los deportes incluidos en el programa de Buenos Aires 2018. Algunos fueron representados por actores sobre las paredes, con efectos especiales de agua, chispas y humo. Con elementos novedosos, este segmento buscó conectar al espectador con el lado lúdico y primitivo del deporte, ante un público entregado a lo que se le estaba ofreciendo. Este lapso de la fiesta fue sencillamente genial.
Ceremonia de apertura - Juegos Olímpicos de la Juventud
El ritmo fue trepidante. Cada país con su abanderado, todos los atletas no pararon de hacer fotos y videos con sus cámaras y celulares. Las historias de Instagram, de a decenas, estuvieron a la vanguardia. A continuación, en el sector de los atletas se abrió paso a la bandera olímpica, de la mano de Carlos Espínola, Magdalena Aicega, Leonardo Gutiérrez, Javier Weber, Serena Amato y Karina Masotta. Todos ellos rodeados de pichones de cracks de diferentes deportes. A los que se sumaron otros argentinos que participaron en anteriores ediciones de los Juegos Olímpicos de la Juventud, como Braian Toledo, medalla dorada en 2010. El traspaso de la bandera escenificó uno de los momentos más emocionantes, que le dio pie al juramento olímpico.

La euforia de un momento inolvidable le dio pase a otro disfrute: el tango, parte de la identidad de Buenos Aires. Al ritmo de varios clásicos de esta música que lógicamente incluyeron a Carlos Gardel, entre otros, el Obelisco se transformó en un gran bandoneón, y en la punta apareció un músico en solitario. El inicio de esta escena mostró la melancolía como origen del tango, representada en la soledad de aquel instrumento en medio de la noche y la avenida. Enmarcados entre el blanco y el negro, los colores clásicos de este género, distintas parejas de bailarines se pasearon entre la multitud. También, en los balcones de los edificios que están sobre la Avenida 9 de Julio aparecieron más personas bailando. La idea, claro, fue mostrar que el tango está también en lo cotidiano, en las casas.

Las luces, el color y los sonidos fueron protagonistas durante las casi dos horas que duró el evento. Para la realización de esta ceremonia fueron utilizadas 50 pantallas de LED HD, 35 generadores eléctricos de uso industrial, más de 300 gabinetes de sonido, más de 3 kilómetros de fibra óptica, 10 consolas de audio, más de 2 mil luminarias de diferentes tipos y potencia y aproximadamente 1800 kilowatts de energía.

Ya sobre el final, los relevistas de la antorcha aparecieron corriendo en una cinta mecánica. Pudo verse a Gabriela Sabatini, Sebastián Crismanich, Paula Pareto y Walter Pérez. La llama iba de un lado a otro. Hasta que llegó el momento cumbre: el encendido del pebetero de estética minimalista, rodeado por los 4 mil atletas, en el que participaron la propia “Peque” Pareto y Santiago Lange, los dos medallistas dorados en Río 2016.

Para el cierre, los infaltable fuegos artificiales. Un imaginativo y creativo show ya es parte del recuerdo. Ahora sí: Buenos Aires vibra al ritmo de los anillos olímpicos. El espectáculo deportivo comienza a partir de ahora en la que será la capital mundial del deporte durante varios días.
Fuente: La Nación

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