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Hoy se cumplen 24 años del ataque terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Fue en Pasteur 633, en el barrio de Once, en el corazón neurálgico de Capital Federal. Ese día, murieron 85 personas, otras 300 resultaron heridas y un país entero quedó flagelado tras el peor atentado de la historia argentina y que aún no ha sido esclarecido y ninguno de los responsables fue castigado. Y en el caos inmediatamente posterior al estallido, un vecino de Gualeguaychú, José Ojeda, vivió algo que lo marcó para toda la vida: en julio de 1994 trabajaba y vivía en Capital Federal, y cuando se enteró la trágica noticia fue a mirar lo que había pasado, pero lo que comenzó como un acto de curiosidad terminó transformándose en un acto de solidaridad cuando se ofreció como voluntario para remover escombros y buscar sobrevivientes.

“Me enteré lo que había pasado cuando llegué a mi trabajo, y un par de horas después de la explosión, al mediodía, decidí acercarme a Pasteur 633. Necesitaba ver en persona lo que había pasado porque era algo que no que podía concebir que suceda en mi país”, rememoró.

Y cuando llegó al corazón de la tragedia, el destino lo cruzó con un conocido que trabajaba en Defensa Civil, el mismo que le pidió que se sumara al grupo de voluntarios que trabajaba en la remoción de escombros: “Cuando llamé a mis jefes para decirles que me iba a quedar como voluntario, lo único que me dijeron fue que me quedara el tiempo que fuera necesario”.

Esa llamada marcó su destino durante los siguientes cinco días. Desde ese lunes al mediodía hasta la tarde del viernes lo único que hizo fue buscar personas entre la mole destruida que hasta las 9:53 de ese 24 de julio era la AMIA.

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“En un momento, hicimos silencio escuchábamos ruidos y pensábamos que podían ser sobrevivientes pidiendo ayuda. Lamentablemente no fue así: los ruidos eran de la mampostería que derrumbó y nos obligó a huir del lugar”, recuerda. El derrumbe de esa noche fue transmitido en vivo a todo el país, transformándose es una de las imágenes infamemente icónicas del atentado en la AMIA. Y cada vez que la repiten en televisión, a Ojeda se le viene a la cabeza todo lo vivido en ese fatídico julio de 1994.

“Mi vida quedó marcada, hay un antes y un después al atentado a la AMIA. Fue una experiencia muy fuerte. Fueron muchas las noches en las que me he despertado con las imágenes que me recordaban lo vivido entre los escombros. Con el correr del tiempo, el trauma que nos dejó el atentado se fue cerrando, pero nunca lo hará del todo, porque cada vez que llega julio, los recuerdos vuelven y duelen”, concluyó.
Fuente: El Día de Gualeguaychú

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