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Natalia Fernández tiene 38 años y más de una década en que la frustración es una de sus emociones recurrentes. Entrerriana de nacimiento, licenciada en nutrición de profesión, dejó su provincia natal a los 17 años para perseguir un sueño que hasta ese entonces no había descubierto.

Villa Elisa, una pequeña localidad de Entre Ríos cuya población no supera los 12 mil habitantes, la vio crecer y también partir. "A los 15 años ya estaba apurada por irme", recordó Natalia. "Después de terminar la secundaria me fui a estudiar a Córdoba. La mayoría se iba a Buenos Aires, Paraná o Santa Fe. Hoy hay opciones más cerca. No veía la hora de terminar de estudiar para irme con mis amigas a la universidad. En un pueblo así te criás sabiendo que te vas a ir. No me costó nada", contó.

A los 10 años perdió a su papá. Su hermano fue el primero en abandonar la localidad y, tras su partida, fue Natalia quien decidió emprender viaje. Su mamá se quedó sola. Sin embargo, tras los años que duraron la carrera, la práctica en el hospital y la tesis final, continuó pagándole el alquiler en Córdoba.

Una propuesta laboral la llevó hasta Santiago del Estero. "Cada vez te vas más lejos", le dijo su mamá, quien a pesar de sentir la necesidad de que su hija encontrara su camino lejos de casa, comenzó a extrañarla. Natalia, sin embargo, tenía una certeza: la posibilidad de regresar era nula.

En 2005 dejó un trabajo ad honorem en el hospital de Córdoba para trabajar en uno santiagueño. Su empleo, aún ligado a su profesión, la alejaba cada día más de lo que realmente quería desarrollar en su vida. En 2010 conoció “Haciendo camino”, una asociación civil sin fines de lucro que atiende desde 2009 a casi 3 mil familias que acuden a centros de contención y acompañamiento en donde aprenden a nutrir a sus hijos, se informan sobre los cuidados sexuales, estudian y aprenden oficios laborales.

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"Yo trabajaba de lunes a viernes en Herrera y Colonia Dora, dos pequeñas localidades de Santiago del Estero, en donde ‘Haciendo camino’ tiene centros. Me daban ocho francos por mes y uno lo pedía los jueves. Entonces el miércoles salía del hospital y me iba a Herrera a la tarde. Dormía ahí y a la mañana me levantaba y viajaba hasta Dora. Atendía en el centro y a la noche volvía a Santiago capital. Al otro día regresaba al hospital", relató.

La odisea continuó hasta 2014, año en el que decidió prescindir de su salario para dedicarse a coordinar el área de nutrición de todos los centros que la ONG posee en Santiago del Estero y Chaco. En 2016 viajó a El Impenetrable chaqueño para abrir dos centros más, uno en Nueva Pompeya y otro en El Sauzalito. "Todo eso nos llevó un año. Evaluamos que lo mejor era ir y trabajar con embarazadas", explicó. En 2017 comenzaron a funcionar.

"Lo armamos con gente local. Conseguimos una educadora sanitaria. Yo iba una vez por mes, lo podíamos acomodar porque por las cuestiones de los viajes no podía quedarme más tiempo. Íbamos a supervisar el programa de embarazadas y prácticamente vivía viajando. Me pasaba todos los días en la ruta", sostuvo Natalia.

Allí conoció el drama y la frustración. "Son dos sentimientos que me siguen a donde quiera que vaya. Cuando veo que una familia debe caminar 10 kilómetros por día para visitar un comedor y que sus hijos puedan alimentarse… Yo no sé si podría hacerlo. Estamos hablando de gente que no tiene luz, agua, nada. Le dábamos la leche para que los hijos pudieran alimentarse, pero no alcanza", aseguró Natalia.

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Y continuó: "Todo lo que para nosotros está mal para ellos es normal. Yo me banco la cultura, pero cuando está el derecho a la salud o la educación uno no puede quedarse con los brazos cruzados. Darle la posibilidad de que vayan a la escuela es por donde hay que empezar. Me indigna mucho cómo los gobiernos locales usan a los pobres".

Actualmente su rol es coordinar y supervisar a todas las nutricionistas que la ONG tiene en los 12 centros distribuidos en Santiago del Estero y Chaco."Tiene una parte técnica en donde hago cosas puntuales con la computadora, análisis de datos nutricionales. Hay meses que todo ese trabajo lo hago en la ruta. Yo me voy y no sé qué día vuelvo a mi casa", dijo.

En cuanto a su vida social, asume lo que a priori resulta evidente. "No tengo mucha vida social. Claramente no estoy en pareja. No es fácil conocer a alguien y que se vaya un lunes y no sepas cuándo vas a volver a ver. A medida que pasa el tiempo me fui acomodando más, pero sé que no soy para nadie la novia ideal. No es fácil aguantar mi ritmo. Para otro puede ser una vida sin rumbo; a mí me encanta", reveló.

"Cuando tuve que renunciar al hospital ganaba tres veces más y no lo dudé. Soy una afortunada de tener un trabajo que disfruto, aunque siempre me hago la pregunta de qué voy a hacer en el futuro. A veces pienso en que me gustaría volver a ser más joven para hacer todo esto de nuevo. Volver atrás para hacer más", concluyó.
Fuente: Infobae

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