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"Mi hermano", le dice Cuti al entrerriano Martínez
“Vos ya sos mejor que nosotros dos”. La frase entra con la fuerza de un tifón en esos oídos cordobeses, pero el destinatario prefiere no responder nada. Baja la mirada, mitad vergüenza, mitad agradecimiento. Es un día cualquiera en el predio de la AFA y los que hablan son Roberto Ayala y Walter Samuel, dos que hoy figuran como laderos de Lionel Scaloni, pero que ayer fueron letras mayúsculas de la selección argentina adentro de la cancha. El que escucha es Cristian Romero.

¿Qué Cristian?, plantea Andrés Eliceche para diario “La Nación”. A continuación, la publicación completa:

Nadie en el mundo lo llama así. Su nombre marca registrada suena gracioso de boca de los hinchas de Tottenham, que empiezan a descubrir su jerarquía: “Cuti Romerrou”, pronuncian en ese estadio majestuoso que ya lo aplaudió. “Cuti, Cuti”, decía Aldana, su hermana dos años mayor, cuando él nació. “Cuti”, tomó la posta su queridísimo tío Claudio -que murió este año-, y así quedó para siempre.
Los consejeros y su papá
La definición de Ayala y Samuel tiene la autoridad de quienes la enuncian: están hablando 116 y 56 partidos en la mayor, tres mundiales y dos… El fútbol quiso que Cuti necesitara ponerse apenas cinco veces la misma camiseta para salir campeón con Argentina en el Maracaná, porque las contingencias no se eligen. Sus consejeros de hoy en Ezeiza fueron parte de los eternos 28 años sin títulos, cortados de cuajo la noche del 10 de julio. Esa vez, el muchacho que había cumplido 23 años el 27 de abril mostró la calidad de su madera: un partido descomunal en una final, la primera de su vida en el alto nivel. Nada que haya impresionado demasiado a Quito, su papá (se llama Víctor, pero en la familia los apodos cotizan mejor): “Tiene una tranquilidad que debe haber heredado de su mamá, yo era muy calentón”, se ríe al otro lado del teléfono.

Quito, uno entre nueve hermanos, fue 8, fue 5, fue 4 y fue 2 en las polvorientas canchas amateurs de Córdoba. El sueño trunco mutó en realidad: recorrió el país como camionero durante 20 años, mientras Rosa llevaba al más chico de la familia a entrenarse en el San Lorenzo local. A Quito, el fútbol lo vuelve loco: lee libros de táctica y consume todo partido que ande dando vueltas por el televisor de la casa familiar de Villa Carlos Paz. Una tarde, cuando Cuti andaba bajoneado porque en Belgrano no lo ponían, le dijo que iba a ser “top 5 en el mundo”. “Y no era para levantarle el ánimo, eh. Cualquiera se daba cuenta de las condiciones que tenía”.
De marcar al Tanque a comerse a Suárez
En esa época, Belgrano era un barco gigante a la deriva que peleaba por no descender, un destino que se tornó inevitable. Los técnicos elegían cuidar al diamante, no exponerlo, aunque él no lo entendiera igual. Había debutado marcando al Tanque Denis contra Independiente en agosto de 2016, a los 18, pero su evolución en el equipo no iba a la velocidad que deseaba. Ya absorbía todo: a su compañero Cristian Lema le preguntaba cómo hacía para ganar tanto de cabeza y tomaba nota mental. Algo aprendió: el domingo, la segunda vez que jugó en el Monumental -la primera había sido como lateral derecho en Belgrano, en una derrota por 2-1 en 2017- se deglutió a Luis Suárez. Lo dice la estadística que aporta Stats Perform: ganó sus tres duelos aéreos, recuperó 13 veces la pelota (más que nadie), se impusó en ocho de las nueve ocasiones en que disputó el balón con un rival…

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El cordobés de 23 años marcando al salteño Luis Suárez, en la última fecha de Eliminatorias. Agrandar imagen
El cordobés de 23 años marcando al salteño Luis Suárez, en la última fecha de Eliminatorias.
Hay una jugada que lo describe. El partido estaba 0-0, la pelota salió del área visitante impulsada hacia adelante cuando Suárez se acomodó para recibirla sin ver que, como un tren, venía Romero desde atrás: Cuti lo anticipó en campo rival y todo terminó en un “casi gol” de Lautaro Martínez. “Un animal”, dirá su padre de quien terminó de moldear en Genoa esa agresividad para jugar: Belgrano lo vendió en 1,7 millón de euros a mediados de 2018. Allí se acostumbró a jugar con línea de tres defensores, y cuando Juventus pagó 26 millones de euros por su pase y lo cedió a Atalanta, se graduó: con Gian Piero Gasperini de entrenador sus condiciones brillaron. Marcaje al hombre en toda la cancha, conducción y salida con la pelota al pie y la mentalidad de un león hambriento. “Lo veo malo cuando va a trabar, en las divididas. Y cuando tiene que jugar, juega”, lo elogió Oscar Ruggeri cuando apareció en la selección.
Su “hermano”
Como la velocidad, los músculos, el pase y el control, el carácter se trabaja. Cuti llegó por primera vez a Buenos Aires a los 14 años para probarse. Viajó solo. Anduvo por Independiente, Racing y River: el Rojo lo eligió, pero Belgrano no quiso darle el pase, una condición que le exigían en Avellaneda. Él volvió a Córdoba y siguió sembrando su futuro con la pelota al pie, como empezó a hacer de chiquito en el barrio Las Flores.

Después vino ese torneo juvenil de Viareggio de 2016, en Italia, donde los ojeadores europeos lo descubrieron (prólogo de su venta a Genoa dos años más tarde). Y después, el salto a la selección Sub 20 que dirigía Claudio Úbeda y consiguió en Ecuador la clasificación al Mundial juvenil. Cuestión de volver la vista atrás: en ese verano de 2017, la selección formó en algunos partidos con Nahuel Molina, Romero, Juan Foyth y Lisandro Martínez, oriundo de Gualeguay, Entre Ríos, en defensa. Los cuatro son compañeros hoy en el plantel de la mayor: a Martínez, él lo llama “mi hermano”.

Todo esto lo sabe bien Lionel Scaloni, el jefe de Ayala y Samuel. Consultado, el entrenador se corre del tono neutro que en general respeta y baña en elogios a Cuti. Textual: “Cuento con ventaja porque él antes jugaba en Atalanta, donde yo jugué, y teníamos todas las referencias de personas del club que conozco. Walter (Samuel) lo iba a ver, vive a media hora de Bérgamo. No pudo venir antes porque se suspendió la fecha FIFA de marzo, si no lo hubiéramos tenido desde ese momento. Es uno de los mejores del mundo en su puesto. Desborda humildad, es lo que pretendemos de los 30 que convocamos. No se la cree, siempre transmite ganas de estar acá, y eso se ve en la cancha. Tiene que seguir mejorando, es muy joven, en algún momento tendrá dificultades y ahí tendremos que estar nosotros para apoyarlo”, se extiende el día antes del partido ante Perú.
La familia y su presente en Londres
Papá Quito, mamá Rosa, Franco y Aldana (los hermanos) saben dónde estarán hoy a las 20.30, cuando ruede la pelota en la cancha de River: en la tribuna San Martín, la misma que ocuparon el domingo. No estará Karen, que espera en Londres con Valentino en la panza: el primer hijo de Cuti nacerá en alrededor de un mes. Ella, contó él alguna vez, fue la que lo “estabilizó” cuando se mudó a Italia: era un chico de 20 años medio perdido en Génova hasta que Karen viajó, tres meses después, y se instalaron juntos. Allí podría ponerse uno de los mojones de su despegue: nunca hay que perder de vista que lo pasa afuera de la cancha, rebota adentro.

Por eso ahora vive cerca del centro deportivo del Tottenham (“una cosa de locos”), en las afueras de la capital inglesa: un viaje corto cada mañana es parte del entrenamiento invisible que respeta como un veterano. Por ahora, Giovani Lo Celso es su traductor, hasta que aprenda el idioma. Tiene apenas siete partidos en el club de Villa y Ardiles, próceres argentinos allí, y la misma tranquilidad que cuando marcaba a Cristiano Ronaldo y Zlatan Ibrahimovic en Italia. Porque al defensor argentino más caro de la historia (50 millones de euros pagó Tottenham por su pase) “no lo conmueve nada”, vuelve a reírse Quito. O sí: “Cuando uno es chico dice ‘me gustaría esto, me gustaría lo otro’, pero no esperaba tanto”, concedió en las redes sociales de su club cuando fue presentado. Competidor serial, ni el dinero ni el cartel de la Premier League le hacen sentir que llegó a la meta: “Es un club maravilloso para seguir creciendo”, dijo también esa vez. Porque Cuti Romero, el cordobés de hablar pausado, siempre encontrará una zanahoria nueva para perseguir.
Fuente: Diario La Nación.

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