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Teresa, junto a su esposo
Teresa, junto a su esposo
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Luego de sufrir un accidente cardio vascular (ACV) dando clases en un jardín, Teresa Lapadula (51) se replanteó su forma de vivir y transformó su sueño en vocación. Oriunda de Escobar, encontró su segunda oportunidad siendo voluntaria como bombera en un cuartel en la provincia de Entre Ríos.

“Hay personas que murieron por un ACV igual que el mío. Yo hallé mi camino en mi familia y en el cuartel”, dice Teresa. “En pandemia extrañé horrores viajar hasta Paraná, es mi segunda casa y sentí que me faltaba algo”.

Su pasión por pertenecer a este mundo le nació desde chica: “A los 14 años tenía un amigo en Escobar que era bombero y me contaba lo que hacían y yo decía: ‘Quiero estar ahí’, pero en esa época la mujer era otra cosa, no se podía. Cuando me pasó esto, pude cumplir con lo que tanto anhelaba”.

Doce años estuvo trabajando como maestra en un jardín de su barrio hasta que el 18 de agosto de 2011 sufrió el accidente que iba a cambiar el rumbo de su vida. “No me acuerdo cómo llegué a la escuela, pero lo que no me olvidé es que estaba manejando un Renault 4 azul y que era el día del acto de San Martín. Los maestros no me entendían cuando hablaba, entonces una compañera me tomó la presión y la tenía baja, pero no sentí dolor de cabeza ni malestar”.

Y añadió: “Cuando estaba llevando a los nenes al acto y sabía que iba a perder el conocimiento, empecé a ver borroso. Se me apagó la luz y chau. Me dormí”. Los médicos que fueron a asistirla, le recomendaron que regrese a su casa. “Me acuerdo sentarme en el auto y no saber manejar, entonces me trajo una compañera. Me acosté hasta que vino mi marido, pero como no me levantaba, llamó a mi doctor”.

A pesar de que haya pasado mucho tiempo, Teresa se acuerda de esa visita al médico como si hubiese pasado ahora: “¿Cómo te ves internada un fin de semana largo?’, me preguntó el médico. ‘Que bueno, bien’, le decía yo. No entendía nada, para mí estaba todo perfecto”.

Después de estar unos meses internada en terapia intensiva, el doctor le aconsejó que busque algo que la motive, “que tengas que cruzar el mundo, pero que lo puedas hacer”. En ese instante, el marido, Gabriel Belleggi, respondió: “Siempre quiso ser bombera”. En ese momento, en el cuartel de Escobar no alistaban a mujeres, por lo que decidieron buscar en otras localidades. Hasta que en una página de internet encontraron el escuadrón de Paraná y mandaron la solicitud.

“Mi marido les mandó un email comentándoles lo que me había pasado y nos aceptaron. Pensaban que no íbamos a ir más de dos meses porque son 400 kilómetros de viaje, pero desde el 27 de junio de 2012 que vamos todos los fines de semana”, recuerda Teresa.

A pesar de su gran vocación de bombera, nunca dejó de dar clases en el jardín del barrio a 15 cuadras de su casa. De lunes a viernes es maestra, mientras que Gabriel trabaja como cartero. Los viernes por la tarde, el matrimonio viaja a Entre Ríos con cuatro horas de viaje y regresan el domingo a la noche. “Le da sentido a mi vida”, opinaba Teresa.

El ACV le provocó dificultad para hablar, formular oraciones y caminar. “Todo lo que sé, lo aprendí en el cuartel. Cuando Paraná me aceptó, practicaba los domingos con los chicos que estaban de guardia. Algunos se reían porque se me mezclaban las frases, pero no me importaba. Sí o sí tenía que mejorar, para ayudar a los otros necesitaba que me entiendan, debía expresarme bien”.

Aunque haya aprendido mucho, todavía sigue practicando y todos sus esfuerzos se vieron premiados con el cargo que actualmente ocupa como oficial ayudante del cuartel.

Como reflexión de lo que atravesó, Teresa concluye: “Vivir es maravilloso, hay que hacer que valga la pena. Fue una nueva oportunidad, no todos la tienen, hay que aprovecharla”.
Fuente: Clarín - Maia Had

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