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Crédito: Diego Izquierdo
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Las últimas dos semanas serán inolvidables en la vida de Brian Soria (29). Quizá las más difíciles. Quizá de las que más aprendió.

Con habilitación para desempeñarse como marinero, cocinero y auxiliar de máquinas navales, partió de Colón rumbo a Mar del Plata, con el sueño de estrenar su libreta de embarque.

Junto a otro colonense –Cristian Tacain- llegaron a una pensión de calle Elcano, cerca de Plaza Italia. Al día siguiente su compañero se embarcaría, pero a él lo esperaba una pesadilla.

La falta de higiene, la carencia de condiciones de vida dignas y la conducta del resto de los moradores, llevaron a Brian a pedir la devolución del dinero que había pagado por adelantado.

Ante la negativa de la dueña y su insistencia en recuperar lo que era suyo, intuyó que algo le podía ocurrir, por lo que escondió algunas pertenencias como el teléfono y la cédula.

Llegada la noche, sabía que si se dormía estaba en peligro e intentó resistir. Pero desde las seis de la mañana había estado “pateando” el puerto en busca de trabajo, y lo inevitable ocurrió.

“A eso de las cuatro me venció el cansancio y a los pocos minutos tenía dos tipos arriba mío con una cuchilla. Les dije que se lleven la plata, que era lo único que tenía. Ni bien se fueron, cargué rápido unas pocas cosas en un bolso y me fui al puerto”, cuenta Brian a El Entre Ríos.

Fueron tres noches de dormir a la intemperie y no comer “salvo alguna vez que me daban de alguno de los barcos”. Como si fuese poco, no volvió a reencontrarse con sus pertenencias: “Perdí todo. Me quedó solo un par de zapatillas, encima son las que están más rotas”, dice ya habiendo recuperado la sonrisa.

Solo y sin respuesta por parte del sindicato al que pertenecía, estuvo a punto de abandonar el sueño que lo había llevado a “la Ciudad Feliz”.

La esperanza llegaría nuevamente a través de Matías, un chico de Quilmes al que había conocido. “Me encontró y le dije que estaba intentando conseguir dinero para el pasaje, con la idea de volverme a Colón. Él me alentó a quedarme”.

Brian no olvida las palabras de aliento de su nuevo amigo: “Me dijo ‘Dios es grande, quedate tranquilo’”.

También está agradecido a la gente del SOMU de Mar del Plata, a quienes conoció a través de Matías; y de Colón, entre quienes menciona al secretario adjunto, Leonel Miqueo. A partir de allí le ofrecieron dormir en el hotel del sindicato, además de facilitarle un empleo.

“Estoy haciendo una guardia en un barco hasta enero”, comenta aliviado y su tono de voz delata que está dispuesto a ganarse la oportunidad de salir a navegar.

“Mi idea es seguir estudiando para jefe de máquina”, dice dejándose ganar por el entusiasmo de lo que vendrá. El mal trago ya quedó atrás.
Fuente: El Entre Ríos

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